Hay ciertos secretos que no se dejan expresar.
Edgar Allan Poe: El hombre de la multitud.
Habitamos juntos pero solos. La vigilancia mutua a la que se someten los ojos de quienes se cruzan diariamente y probablemente jamás se dirigirán la palabra en ese tráfago periódico de lo cotidiano es más constatación de la ausencia que contacto.Y la identidad sólo se conforma en el contacto. Debemos aprender a tocarnos nuevamente, a hablarnos y a interactuar, porque comenzamos a dejar de saber cómo hacerlo.
Si se quiere saber quién se es realmente, contra el mecánico alarde de la otredad, sólo nos queda, pues, la apelación a una ingenuidad premeditada, esto es, sólo queda vestirse de inocencia. Vestirse de inocencia supone redescubrir la belleza que apenas precisa ser creada, porque ya estaba ahí, en los objetos pequeños, en los olvidados. Objetos que añoran o presienten, que recuerdan o esperan, pacientemente, a ser redescubiertos por la mirada. Así, una mirada que se viste de inocencia es siempre una mirada de asombro.
Y, entre las cosas de las cuales habíamos olvidado asombrarnos, la principal es el hombre, el ser humano: el otro. La complementaria presencia antagónica: esa multitud que nos rodea diariamente y de la cual nosotros formamos también parte.
Descubrir primero el escorzo, la figura, más tarde el relieve, por último la textura y sus materiales, la naturaleza esencial originaria de la que está hecho el otro supone entender de qué estoy hecho yo. Y, con ello entender a su vez lo que hay en el interior de ése que habita conmigo ese paisaje, el niño que un día hubo en él, el anciano que será, el ilustrado oculto que lleva en su interior.
Al fin, vestirse de inocencia, ignorar los miedos, acercarse al otro y conocerle es mirar hacia el interior y reconocerse uno mismo, saberse un todo que a su vez forma parte de otro todo, más extenso pero igual de inaprensible, que denominamos realidad.
(Del catálogo que acompaña a la exposición Gente Y Lustre, del escultor Fernando Alba, inaugurada en el Gabinete Literario de Las Palmas de Gran Canaria, el 22 de noviembre de 2007)