Lugares comunes: Perdedores

3 01 2008

Están ahí, poco más o menos, desde Edipo. Sí, es muy posible que Edipo Rey sea el primer perdedor de la historia de la literatura. Un ser marcado por un destino terrible, el cual intenta evitar pero que acabará alcanzándole ineluctablemente. Por supuesto, el asunto del mortal que se rebela contra lo que los dioses imponen (Prometeo, Sísifo, Casandra) es un lugar clásico en el pensamiento occidental. Sin embargo, cuando mueren los dioses y/o son sustituidos por otros, el destino se trasviste en sociedad, en situación política o, más sencilla (y universalmente) en tormenta de humanas pasiones. Así que, pese a cambiar la forma del drama y la manera en que van vestidos sus protagonistas (pese a cambiar incluso la motivación aparente que les empuja a intentar salir del laberinto de circunstancias que les conduce inexorablemente a la desgracia), lo cierto es que hay una línea que recorre nuestra tradición y que parte desde Edipo. Y en esa línea caben muchos personajes que han despertado nuestra empatía. ¿O existe mucha diferencia entre Edipo y Frank Chambers (El cartero siempre llama dos veces), y, por tanto, entre aquél y el Mersault de El extranjero? Si opinas que no caben estos ejemplos, puedes pensar en Jean Valjean, en Lord Jim, en Peter Kien, en el propio Don Quijote de la Mancha, el Rey Lear. Todos ellos perdedores perfectos, soportadores profesionales de la incomprensión y el escarnio (por defectos propios o ajenos), con finales más o menos felices, con más o menos suerte, pero todos, indefectiblemente, perdedores. Y todos, sin excepción, despiertan nuestra simpatía. Cosa que a veces no es fácil. Por ejemplo, en Kien nos saca de quicio que sea tan erudito en lenguas orientales y tan ignorante  con respecto a la condición humana. Y Lear está en la situación en la que está únicamente a causa de su soberbia, su orgullo de estirpe, su miopía sentimental y su amor a las formalidades. Entonces, por qué nos caen simpáticos, por qué, para ser más exactos, despiertan estos perdedores nuestra empatía, por qué (además de por haber sido creados por autores imprescindibles) sentimos con ellos. Quizá sea porque nosotros somos también, cada uno a nuestro modo, perdedores. Con respecto a la sociedad puede. En el plano familiar, amoroso o fraternal, es posible también. Pero somos, además, perdedores en un más alto y fundamental sentido: somos perdedores exactamente en el mismo sentido que aquel primer perdedor que Edipo representa. Sabemos que vamos a perder la partida, esa partida contra el destino que comienza con el nacimiento y en el que la muerte juega con las cartas marcadas. Y, sin embargo, nos rebelamos y pretendemos continuar con el juego hasta el final, pese a que conozcamos de antemano el resultado. Como Don Quijote nos revelamos contra nuestra condición (la mortalidad) y nos lanzamos a los caminos de la vida sin ignorar quiénes y qué somos, pero pretendiendo ser otra cosa porque nos negamos a rendirnos. Es posible que por eso nos atraigan tanto los perdedores. Todos somos un poco Sísifo, Edipo, Mersault, Don Quijote, K.


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8 responses

24 03 2008
Fénix

La muerte no hace perdedores de antemano.
Edipo, Chambers y Mersault no son perdedores por eso. Ni simpáticos. Ni atractivos.
Edipo es la representación del destino ineluctable: la vida que no para.
Chambers es la expresión del hombre mal conducido y mal acabado.
Mersault es la vida agotada prematuramente por el total desafecto.
Es lo que me dijeron los creadores de leyendas, Cain y Camus.
La muerte no hace perdedores de antemano. No, al contrario. Le da un sentido a la vida que la torna necesariamente breve, necesariamente intensa, necesariamente finalista.
Te lo dice alguien que arrastra la condena de vivir siempre, resurgiendo de sus cenizas, eternamente.

24 03 2008
Alexis Ravelo

Interesante reflexión.
Todo mito está sujeto a una multivocidad hermenéutica esencial. Por eso, al interpretar el sentido de un mito, casi todo intérprete tiene razón (introduzco este «casi» por aquel reparo de los escépticos).
En efecto, ni Edipo ni Chambers ni Mersault son gente a quien quisiéramos tener como amiga. Y, sin embargo, sentimos empatía con ellos. Sentimos interés por lo que les ocurre. Probablemente porque nuestra vida, como la suya, está marcada por la muerte. Eso es un tema para Heiddeger, probablemente. El hecho de que eso sea una bendición o un hecho indeseable, depende de la valoración positiva o negativa que queramos darle. Eso, por supuesto, si no se es un ave Fénix (la cual, curiosamente, simboliza en algunas mitologías orientales, el espíritu de lo femenino).

26 03 2008
El Fantasma de Canterville

Yo también puedo atestiguar que no hay nada en este mundo peor que no poder morir. Que vivir infinitamente y condenado a asustar, deslizándome entre la gente como una fría neblina o evidenciando mi esquelético cuerpo y mis ojos encendidos como brasas de no poder dormir. O lo que es peor: terminar convertido en un hazmerreír, deprimido y triste, esperando que alguien me libere de la vida con la magia de lo único más poderoso y capaz de burlar a la muerte (Simon Canterville)

26 03 2008
Alexis Ravelo

Interesante y poético punto de vista…

28 03 2008
Amalgama

Difiero, Sr. Ravelo.
Precisamente porque me niego a rendirme ante los variados y diversos avatares de la vida, NO me atraen, en absoluto, los perdedores.
En la realidad como en la ficción, los perdedores sólo me sirven como referencia para «saber lo que no quiero ser».

28 03 2008
Alexis Ravelo

Bueno, es cuestión de gustos. También es verdad que todo depende de si para uno salir victorioso es importante.

12 04 2008
Liberto

Esta cuestión del «perdedor» porque hagas lo que hagas «la muerte» ganará finalmente la partida, la deseché de mis más profundas preocupaciones después de leer la novela «Memorias de Adriano», de Margaritte Yourcenar en la traducción que realizó Julio Cortazar.

En un momento de la misma, alguien dice más o menos -no recuerdo quien y no tengo ya ni las notas ni la novela- «para mantener tensas las virtudes heróicas del ser humano, siempre nos quedarán la larga serie de males verdaderos como la vejez, la enfermedad, el amor no correspondido, la amistad rechazada o vendida, una vida más oscura que nuestros ensueños, y menos vasta que nuestros anhelos….» lo cito de memoria y no sé si me equivoco en algún detalle, pero en esencia expresa lo que quiero decir.

Ya sabemos, por lo menos, lo que no queremos…sabemos lo que nos espera….y de cada cual depende tomarse la vida con la estúpida solemnidad de lo políticamente correcto o como una aventura dónde lo importante no es llegar, sino el camino que uno emprende cada día descubriendo la alegría en los rostros de los hombres y mujeres que han decidido jugar y aventurarse contigo….

15 04 2008
Alexis Ravelo

Yo también leí ese libro y en esa traducción, la de editorial Edhasa. Muy bello. Pero luego das con Beckett, con Cioran y otros, que te muestran que necesitamos una gran dosis de autosugestió para seguir adelante.
Quizá sea sólo una cuestión de carácter: yo soy un pesimista irónico, qué le voy a hacer… Un abrazo.

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