Suya

4 03 2008

La quería con avaricia y se volvió ambicioso.

Ya no bastaban los momentos de placer que ella le proporcionaba. Quiso, además, su constante deseo.

Ella dejó de hacer el amor con su marido.

Tampoco se dio por satisfecho. Ahora reclamó el monopolio de su amor.

Ella le amó de forma exclusiva.

Pero no bastaba. Deseó, además, todo su afecto, su atención diaria y constante.

Ella se separó, rompió con sus padres, olvidó a sus hijos. Los niños la vieron por última vez cuando salía arrastrando una maleta. No se volvió a mirar ni un solo instante.

A partir de ese día ambicionó su cordura. Comenzó a tratarla de forma cruel y dominante. La vejaba en público, le afeaba cada gesto, cada palabra. Acabó por anularla totalmente.

Ella lo soportó todo con sumisión.

Sin embargo, nunca era suficiente.  De hecho, aquella misma mansedumbre le resultaba repugnante. Decidió explorar las más extremas fronteras de la ignominia. Una noche, regresó a las cuatro de la madrugada con una mujer sórdida y brutal, extraída, con seguridad, de un prostíbulo.

La sacó a empujones del lecho para yacer con aquella sucia e improvisada amante. Justo en el momento del orgasmo, comenzó a sentir su carne abriéndose en las puñaladas que ella, completamente fuera de sí, le asestaba una y otra y otra vez.

Al parecer, murió con una sonrisa en los labios, porque había conseguido también apoderarse de su odio. Ella era, al fin, completamente suya.





Transición

4 03 2008

Para defenderla de comunistas, judíos y francmasones, el Líder gobernó la Patria con pulso firme durante cuarenta años. A su muerte, con el fin de evitar revanchas y desórdenes, fue promulgada la Ley de Amnesia General en todo el Estado.

Aún sigue en vigor, y el estado del Estado es ahora lamentable: los padres no reconocen a sus hijos, los abuelos no recuerdan quiénes son. La gente vaga ensimismada por las calles, intentando recordar un número de teléfono, una dirección, alguna letra de su propio nombre que les permitan volver a casa. Los libros de Historia se han convertido en artículos de lujo.

Uno de los ministros que redactaron aquella Ley, sospecha que no eran ésos los resultados que esperaban al idearla, pero no está seguro; no consigue recordarlo con claridad.








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