… porque te conozco bien y sé que no dejarás pasar la oportunidad. ¿Crees que no me doy cuenta? Te he observado mirarla como al despiste, pero lamiéndole bien el cuerpo con los ojos, desde los pies a los pechos, sin dejarte atrás las nalguitas, siempre prietas en esas minifaldas que se pone. Sí, hombre, no disimules con esa cara de zorrito bueno, que aquí ya sabemos quién se guinda a las gallinas.
Ella se hace la tonta, pero también te mira y sólo está esperando a que tú escojas el momento de atacarla. Al principio se resistirá, claro. Pero acabará sucumbiendo a tus besos en su cuello, a tu forma de acariciar sus caderas. Si es que siempre se te dio bien…
El único problema hubiese podido representarlo Marcos. Para ella no, por supuesto. Esas cosas acaban notándose y a todos se nos cae de maduro que Marcos no debe ser ningún portento en el terreno horizontal. Sólo hay que ver la cara de hastío que pone Liliana cuando él toma la palabra en las terrazas. Todos, incluso tú, escuchan interesados. Todos menos ella y, quizá, yo. Aunque, que conste, mi desinterés no se debe a que Marcos me aburra, sino a que me parece mucho más divertido comprobar que Liliana sigue esperando tu iniciativa.
También puede ser que me equivoque y que tú hayas adoptado ya las medidas necesarias. En ese caso, a lo mejor llevas semanas derramándote sobre ese cuerpecito de nínfula, en algún piso alquilado a medias en el sur. No me extrañaría, pero tampoco me importa pues, bien mirado, a mí todo este asunto no me toca en exceso. Ni siquiera Marcos le confiere demasiada importancia. Él seguirá al margen, queriéndola a ella y queriéndote a ti. No cambiará nada el hecho de que se entere, cosa que ocurrirá, porque a veces, en la terraza, se le ve ya un guiño de sospecha, pese a que se calle y pida otro cubata como si en realidad pidiese confesión. No me vengas con eso de qué cosas se te ocurren. Para qué disimular. Ella no dirá que no. Marcos tampoco. Busca la oportunidad esa noche en que a él le toque trabajar y tú salgas solo. Es cosa de tocar y de pasaba por aquí. Ella te recibirá en bata, nerviosa, simulando sorpresa. Tú, por tu parte, fingirás haber pensado que Marcos estaba en casa. Ella sabrá que mientes y tú sabrás que ella lo sabe, así que te dejarás convidar a una copa y ahí empezará el juego del hombre de mundo que en realidad es un tipo sensible y necesita comprensión. The rest, is silence, como dijo Guillermito. Y yo pasaré esa noche en casa, leyendo cualquier novela de Bioy, desvelada, pero no esperándote, porque no llegarás hasta que Marcos salga del trabajo y llegue al catre para encontrar a Liliana que duerme sonriente como nunca antes.
Tú entrarás y aún estaré leyendo y fumando. Simularé que acabo de despertarme pero el cenicero repleto me delatará. Mientras hago chocolate para los churros que habrás comprado por el camino, me dirás que has pasado la noche en el Babel y yo te creeré, deseosa de hacerlo, como siempre.
De Segundas personas.