No fue un homicidio. Todo ocurrió de repente, mientras recomenzaba una vez más aquella labor de costura con la que intentaba, sin lograrlo, olvidarle. Él se había ido, pero su memoria seguía ahí, en su interior, abrasándole el pecho. En ese instante, una idea le cruzó, como un relámpago, la mente: la única forma de curarse era extirparlo de su corazón. No tenía ningún bisturí a mano. Utilizó las tijeras.
¡Excelente!
Gracias, maestro.
Y parece tan fácil… digo escribir, vale la pena esperar para leerle Sr Ravelo