Gorgonas solteronas
urden
sustos para los amantes.
Mezquinos diosecillos
les planean
vagos desencuentros.
Pútridas arpías
se cagan
en sus sábanas.
A veces
aparece
un Ulises, un Hermes, un Teseo
que lavan las sábanas
o ahuyentan el miedo
y hacen coincidir lugares y momentos.
Otras veces
andan ocupados
volviendo a su chalé
o testando Reeboks voladoras
o en íntimas ferias taurinas
(esas cosas que suelen hacer los héroes a jornada completa)
y los amantes deben
resignarse a los designios
de esas cifras de lo inmundo,
esas máscaras del azar o del destino,
ya sin héroes ni paladines,
abandonados a su suerte y a sí mismos,
a sus propias manos y la liberación que late en ellas
agazapada.