Una historia sencilla fue el último libro de Leonardo Sciascia, quien lo entregó a su editor poco antes de morir en 1989. Sciascia sabía que iba a morir. Que el cáncer no le perdonaría (si quieres saber cómo encaraba esa circunstancia, te aconsejo leer El caballero y la muerte). Una historia sencilla es una novela negra muy breve (80 páginas), que transcurre en una pequeña localidad siciliana a lo largo de muy pocos días. Hasta su protagonista es pequeño. No se trata de un detective, un inspector o un fiscal. Es un mero sargento, hijo de campesinos, cuya máxima aspiración es acabar la carrera de derecho que cursa en sus ratos libres. Pero el título es bastante irónico, porque, cuando finalices la lectura, te darás cuenta de que el argumento, de sencillo, tiene bastante poco.
Una víspera de fiesta, a última hora, se recibe en la comisaría la llamada de un hombre que dice haber encontrado “algo raro” en su casa. El inspector de guardia no le da demasiada importancia y se marcha de fin de semana, ordenando al sargento que vaya a echar un vistazo al día siguiente. Cuando este visita el lugar, se encuentra el cadáver del hombre que, aparentemente, se ha suicidado. Así, al menos, lo creen el inspector, el comisario y los carabineros. Pero para el sargento, un hombre humilde y poco valorado, las cosas no están tan claras y, desde sus posibilidades, irá empujando las diligencias hacia la teoría del homicidio, tras el cual se esconde una oscura trama relacionada con la mafia y el tráfico de drogas (palabras que, por cierto, no se pronuncian en ningún momento del libro). Lo que tiene de sencilla esta historia de mafiosos y corrupción es la manera, aséptica, elegante y eficiente con la que Sciascia despliega el argumento, seleccionando inteligentemente la información que te suministra y manteniéndote siempre pendiente de lo que ocurre. Su prosa, aparentemente sosegada y limpia, nos va empujando, sin embargo, siempre hacia delante.
Esta última novela de Sciascia es quizá la ideal para que quienes no le han leído se sumerjan en su particular universo narrativo. Después de eso, podrías leer la inmediatamente anterior, El caballero y la muerte, o cualquier otra de sus novelas negras, como la sorprendente El contexto. También tiene novelas históricas, siempre ambientadas en Sicilia: Los apuñaladores y El consejo de Egipto, dos joyitas. Y más donde elegir: Todo modo, Los tíos de Sicilia… En cualquier caso, en cualquiera de sus treinta títulos hallarás a un autor agudo y hábil, preocupado por la ética y por el desvelamiento de los mecanismos del poder y la corrupción, por la reivindicación de las víctimas y la denuncia de los verdugos. En casi todas sus historias, uno acaba preguntándose quién mueve realmente los hilos, al servicio de quién se despliega el mal en una sociedad injusta. No en vano, esta última novela se abre con una cita de quien para mí es otro gran referente de la novela negra europea en esos años, Justicia, de Frederich Dürrenmatt, de quien un día de estos tengo que hablarte con más detenimiento: “Una vez más quiero sondear escrupulosamente las posibilidades que tal vez queden aún a la justicia”.
Aviso para navegantes: si madrugas al día siguiente, ni se te ocurra comenzarla para buscar el sueño.
Una historia sencilla, de Leonardo Sciascia, Barcelona, Tusquets, 80 páginas.
Tienes toda la razón sobre Sciascia. Un gran escritor que tocaba muchos palos.
Veo que tus últimas lecturas son, sobre todo, novedades 😉
Yo leí Una historia sencilla hace apenas tres meses.
Jokin
Jjajajaja. Sí, tienes razón Jokin. Creo que lo próximo negro que caerá será algo de Dürrenmatt. Me sorprendió mucho que citara Justicia en ese último libro, porque yo los descubrí a ambos casi al mismo tiempo y siempre los relaciono mentalmente. Menudo personaje, el suizo…
Muchisimas gracias no sabes lo que me ayudaste gracias!!!
Para eso estamos, Germán.