
Hoy te traigo una novela que es la historia de un secreto. Es Los latidos del tiempo, una novela de Miguel Ángel Sosa Machín, que cuenta cómo Jeremías Ceres, un hombre de un pueblo que se llama Allora, le cuenta en 1937 este secreto a Ezequiel, su nieto, que en ese momento tiene diez años. El abuelo dice al niño que ha visto cómo las brigadas del amanecer asesinaban y sepultaban a un grupo de hombres en un lugar conocido como el barranco de El Burro. El viejo hace partícipe al niño de ese secreto y le hace prometer que no lo contará pero que no lo olvidará, “porque un día vendrá alguien preguntando por esos desgraciados”. Ezequiel crecerá y se convertirá en hombre guardando esta verdad horrorosa hasta que, siendo ya anciano, escuche por casualidad un programa de radio en el que están entrevistando a Águeda Castro, hija de un desaparecido en esa misma zona y época. Es entonces cuando Ezequiel Ceres se pone en contacto con esta mujer y cuando, por fin, comienza a investigarse una verdad que se ha mantenido oculta durante casi setenta años.
Se trata, como ves, de una novela sobre la llamada memoria histórica, esa cuenta que tenemos pendiente los españoles en general y los canarios en particular, ya que, como es sabido, en Canarias, la Guerra Civil consistió principalmente, desde las primeras semanas, en pura represión. Y trata sobre la memoria histórica ahora, sobre cómo los familiares de las víctimas prosiguen su búsqueda y se encuentran y trabajan solidariamente con algunos sectores de la sociedad civil que persiguen, sobre todo, esclarecer la verdad.
Me gusta especialmente la estructura de esta novela, que está dividida en cinco secciones centradas en personajes muy diferentes: la primera, que acabo de reseñar, focalizada en torno a Ezequiel Ceres y su familia; la segunda, titulada “Los ojos del miedo”, en la que nos acercamos a Damián Castro, un maestro nacional que será uno de las víctimas, y su familia, viendo cómo asume su mujer esta desaparición y cómo se enfrenta, sola, a una autoridad y una sociedad que, en lugar de auxiliarla, la humillan; otra sección, “La historia de nadie” es sumamente interesante, porque consiste principalmente en las confesiones de una mujer que está casada con uno de los asesinos (aquí nos damos cuenta de que lo horroroso es que estos crímenes no los cometieron monstruos, sino seres humanos como tú y como yo); en la cuarta parte, “La sombra de los muertos”, nos acercamos a esas personas, principalmente mujeres, que encabezan la búsqueda y han ido conformando las asociaciones por la recuperación de Memoria Histórica; por último, “Diario de campo” se centra en el grupo de investigadores (historiadores, arqueólogos, documentalistas) que excavan una de estas fosas comunes de las que últimamente hablamos tanto y que tanto miedo dan a algunos sectores de nuestra sociedad.
Esta estructura proporciona al relato una heterogeneidad de voces que lo convierten en una estupenda novela coral, en la que se nos cuenta una historia interesante, llena de amargura pero también de humanidad y de solidaridad. Los latidos del tiempo habla, también, sobre un fenómeno del que suelen hablar los psicólogos: el final del duelo, ese momento necesario en el cual podemos despedirnos del ser querido y quedar en paz. Además de la reflexión ética y social y del debate en torno a la memoria, van a interesarle al lector, sobre todo, los personajes, porque en Los latidos del tiempo hay personajes emocionantes, como el propio Ezequiel Ceres, Águeda y Sacramento, que lideran la lucha por la apertura de las fosas, o Verónica Alberto, la jefa de equipo de la excavación, que hace lo imposible por no implicarse emocionalmente en el objeto de su investigación.
Creo que Los latidos del tiempo es una novela bella, pero, al margen de la estética, pienso que se trata de un libro necesario, igual que lo es Viaje al centro de la infamia, en el que trataba la represión del colectivo homosexual durante el franquismo; son libros necesarios porque suponen darle una patada en la cara al silencio, un silencio que ha durado demasiado y que es necesario romper de una vez si pretendemos vivir en una democracia sana.
Los latidos del tiempo, de Miguel Ángel Sosa Machín, Cam-PDS, 281 páginas.
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...