Los políticos en general y los canarios en particular no suelen ser muy dados a la rectificación (mucho menos a reconocer olvidos y errores). Por eso es una alegría leer la entrada del blog de Dulce Xerach de hoy, en la que no solo rectifica su postura (ateniéndose a la letra), sino que además dota de argumentos legales a la que hemos adoptado la mayoría de los escritores canarios (y algunos profesionales de otros sectores) con respecto a la propuesta de que el Día de las Letras Canarias 2012 fuera dedicado al eminente científico Blas Cabrera Felipe, cuya notable labor se centró en la Física y no en la literatura.
Xerach hizo algo que yo confieso no haber hecho (quizá porque entiendo poco de leyes): volvió a leer no solo la introducción y la declaración de intenciones del Decreto que regula el Día de las Letras Canarias, sino también los tres artículos que lo desarrollan. Y en el artículo 2, nos recordó que dice: «La celebración de cada año estará dedicada a una personalidad diferente de la literatura canaria».
No creo que el Boletín Oficial sea un gran éxito de ventas, así que no sé si el parlamentario Sigfrid Soria (que ayer dio muestras de admiración por los best-sellers) lo habrá leído. Pero me pregunto, ya que es ponente de la PNL, si acaso no nos convendría a todos que lo hiciera.
Otra pregunta es la de cómo se informa el resto del Parlamento a la hora de votar. Cómo decide cada parlamentario su voto. O, para ser más precisos, en qué piensan sus señorías antes de emitir sus votos. De qué forma se toman decisiones más importantes o más peligrosas. Pero esas son demasiadas preguntas y, sobre todo, las respuestas me dan demasiado miedo. Hoy he pasado la mañana haciendo una de las cosas que más me gustan: hablar con jóvenes sobre literatura. Eso me deja tan buen sabor de boca que no quiero estropearme el día haciéndome esas preguntas y, sobre todo, llegando a alguna respuesta que me pondría, estoy seguro, la carne de gallina.
Ahora es mediodía. Más allá de la ventana el aire está fresco por la lluvia reciente. Dan ganas de servirse un vino y leer un rato antes del almuerzo. A veces uno puede permitirse una pausa en las agrias disputas con el establishment y la felicidad aunque sea a plazos, porque hay una hora libre, hay libros y vino a mano, hay jóvenes que leen y pájaros que cantan en la ventana de al lado, hay un cielo que se despeja y políticos que saben rectificar.