No es que el país no esté en los mapas, pero nadie puede negar que, comparado con otros, es indudablemente pequeño. Por ello, las autoridades deciden alzar sobre el suelo patrio una bandera enorme, tan grande como el propio país. Una vez izada, la gigantesca enseña ya no enseña, sino oculta, lo cubre absolutamente todo con monotonía inmisericorde. El ordinario desarrollo de la vida comunitaria se ve alterado. El tupido tejido, tintado de colores sólidos, impide el paso de la luz del sol, la llegada de la lluvia, el habitual recorrido de los vientos. Como los aviones no pueden despegar ni aterrizar, como los barcos no pueden zarpar ni arribar, como las ondas de radio y telefonía no pueden atravesar la plúmbea masa textil, la comunicación con el exterior se paraliza. Geógrafos y aviadores muestran su confusión: el país ha dejado de divisarse desde el cielo; en su lugar hay solo una bandera. Debe de haber sucedido algo terrible, un cataclismo, un adelanto del Apocalipsis. A la espera de nuevas informaciones, se considera seriamente la posibilidad de borrar al país de mapas y cartas de navegación. Al fin y al cabo, ninguno de sus habitantes puede haber sobrevivido: nadie podría respirar bajo algo tan asfixiante.
CHAPEAU, ALERSI!!
¿Y el fervor patrio que te entra cuando ves esa enorme sábana de colores ondeando al viento y reflejando los flamígeros rayos del amanecer pepero? ¿eh?
¿ Y el agobio de pensar que puede caer sobre tí ese enorme trozo de tela de colores?
m88
Del tamaño de las banderas | Ceremonias