Para comenzar el 2012 te traigo un libro imprescindible, de esos que deberíamos haber leído ya: El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati. De Buzzati te hablé en la primavera de 2010 para recomendar sus cuentos. Ahora te traigo la que es, según la opinión de muchos, su obra maestra.
El desierto de los tártaros arranca cuando el joven Giovanni Drogo se gradúa en la academia militar y es destinado a la fortaleza Bastiani, un puesto avanzado en la frontera de su país con el desierto del norte. Ese desierto, hace años, fue cruzado por los tártaros, quienes sembraron el terror. Ahora la fortaleza Bastiani se encarga de prevenir una nueva invasión, siempre inminente, de las legendarias, casi fantasmales, hordas tártaras.
De hecho, poco después de que Drogo se incorpore a la guarnición un vigía atisba en la lejanía la presencia del enemigo. Pero pasan los días (y con ellos las semanas, los meses y los años) y los bárbaros no atacan. Drogo y todos los demás oficiales de la fortaleza, van madurando, ascendiendo, envejeciendo o siendo relevados, abrazándose a la disciplina y los hábitos militares, mientras temen (pero, al mismo tiempo, esperan) ese ataque de los tártaros, que, de algún modo, justificaría su existencia.
Con un ritmo denso pero con una intriga constante, mantenida gracias a la inminencia de ese ataque que siempre está a punto de comenzar, Buzzati nos lleva desde la primera hasta la última página, contándonos la vida en la fortaleza, marcada por la rutina castrense y por los distintos caracteres de sus oficiales, los cuales representan diversos tipos humanos, diferentes formas de enfrentarse a la vida.
Este, poco más o menos, es el argumento principal de esta alegoría acerca del flujo del tiempo, esta novela existencial que trata en primer término sobre la condición humana, la relación del ser humano con el tiempo, ese eterno aprendizaje que es la vida, en la que a veces parece que nos pasamos la existencia preparándonos para una batalla que nunca tendrá lugar.
Buzzati ya había tratado el tema de la eterna postergación en su primera novela, Bárnabo de las montañas. Allí los soldados son guardas forestales; los tártaros, una banda de forajidos. Pero, sin desmerecer de Bárnabo…, El desierto de los tártaros, su tercer libro, es una obra más madura, consistente y redonda.
De El desierto de los tártaros hay adaptación cinematográfica: una del año 1976 dirigida por Valerio Zurlini. Vista ahora, se ha quedado un poco plana, pero vale la pena por su magnífica puesta en escena y por las interpretaciones de muchos de los grandes del cine europeo de esa época: Vittorio Gassman, Philippe Noiret, Max Von Sidow, Fernando Rey, Giulliano Gemma y Paco Rabal.
En Buzzati (1906-1972) se suele identificar la influencia de Kafka, de Poe y lo gótico y, por supuesto, del existencialismo francés. Lo marca también la Guerra Fría, la escisión entre individuo y sociedad, las relaciones entre los mitos y la razón, entre el hombre y la tecnología, entre el azar y el destino. Su obra, extensa y variada, incluye novelas, al menos un centenar de cuentos y varios libros juveniles. Y aunque él mismo presumía más de su trabajo como periodista que de sus libros de ficción, nos ha quedado como uno de los más interesantes y originales narradores europeos de la segunda mitad del Siglo XX.
Un narrador que no hay que perderse, porque habla sobre el miedo y la esperanza, sobre el tiempo y sobre el amor, sobre temas, en fin, universales y que, por tanto, jamás pasan de moda.
Para comenzar el 2012 con buena literatura: El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati. Se encuentra disponible en varias ediciones. Una económicas: la de Alianza Editorial: 256 páginas que ya deberías haber leído.
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