El libro de esta semana es de un viejo conocido nuestro, el maestro (maldito, alcohólico y sarcástico) Jim Thompson, que escribió en 1963 este libro recuperado por RBA en su Serie Negra: Los timadores.
Los timadores (hay versión cinematográfica, pero hablamos del libro) es lo que pide cualquier lector de Thompson: una novela rápida y tensa, con atmósferas opresivas, un argumento lleno de giros insertos en una trama aparentemente caótica pero, al fin, firme y personajes atormentados que se sumergen en sórdidos laberintos psicológicos. Esta vez no hay psicópata, pero sí que hay un personaje que vive al margen de la ley: el joven timador Roy Dillon.
Dillon tiene un problema con su madre, Lilly, una viuda que trabaja amañando apuestas en los hipódromos para la mafia de Baltimore. Lilly Dillon tuvo a Roy muy joven y no lo deseaba. Así que el chico no querido, en cuanto pudo, se fue de casa y acabó viviendo en Los Ángeles, donde, bajo la tapadera de su trabajo de vendedor a comisión, se especializó en dar lo que se llama el timo corto, pequeñas estafas en bares y comercios. Además, mantiene una relación con Moira Langtry, una mujer mayor que él y que resulta ser también una estafadora, pero de un nivel superior, cercano al de su madre. Cuando Lilly, siguiendo la temporada hípica, se traslada a Los Ángeles y vuelve a entrar en contacto con su hijo, se establecerá un triángulo tenso y complejo entre estos tres personajes cuyas relaciones van a ir enredándose en una trama que cada vez se complicará más, hasta que, finalmente todo estalle para demostrarnos que las cosas no son lo que parecen.
Ya comentamos en otra ocasión que las novelas de Thompson no son hard boiled al uso. Sus protagonistas no investigan crímenes: los cometen. En ocasiones, el crimen tiene raíz hedónica, es algo consustancial a la saciedad de los apetitos y los personajes no se detienen en ningún momento a sopesar la corrección de sus acciones. Otras veces, como en este caso, se debaten entre buscar un cierto orden en sus vidas o seguir el camino fácil. En cualquier caso, Thompson bucea en la psique humana y en las relaciones interpersonales como pocos lo han hecho, a través de textos aparentemente deslavazados pero, en realidad, cuidados al detalle, en los cuales, casi en cada página, ocurren cosas que sorprenden, divierten o atraen morbosamente al lector, haciéndole pensar seriamente sobre cosas que atañen a la moral, a la sociedad o, incluso, a la mística, porque siempre hay algo de fatalidad, de ausencia de Dios, de soledad primordial en todos y cada uno de sus personajes atormentados y crepusculares.
Junto con Chester Himes y David Goodis, Thompson es uno de los tres grandes malditos de la novela negra. Nada que ver con los fenómenos prefabricados y aburguesados que nos traen en los últimos años las editoriales para explotar el filón negrocriminal. Más bien al contrario: son gente que escribe con las tripas textos sucios pero honestos, para que los leamos con el corazón en un puño mientras nos desvelan la mugre oculta bajo la alfombra de la realidad.
Hoy me tocas la fibra sensible… ¡Thompson! El fin de semana «revisité» La huida con Steve Mc Queen y Ali Mac Graw a las ordenes de un bestia como Sam Peckinpah.
Pdata.- Para los amantes de emociones fuertes 1280 Pop.
Esa siempre.