Ya empieza el verano y apetece leer libros divertidos, de esos que podemos llevarnos a la playa y disfrutar como si fuéramos niños chicos. Así que hoy te traigo una virguería escrita en 1959: Zazie en el metro, de Raymond Queneau, una de las novelas más delirantes, golfas y divertidas que he leído, llena de absurdo, surrealismo y juegos de conceptos y de lenguaje. Quizá por esto último, porque juega muchísimo con la lengua (en este caso la francesa), pocos se han atrevido a traducirla. De hecho, la traducción que te traigo hoy, la que publica Marbot Ediciones, contiene la que hizo Sánchez Dragó en 1978.
El argumento es el siguiente: Zazie viene a París a pasar el fin de semana con su tío Gabriel, mientras su madre se va a pasarlo con su “maromo”. Ocurre que Zazie no es una niña cualquiera. Para empezar, es completamente ingobernable. Y, en segundo lugar, viene empeñada en viajar en metro y comprarse unos bluyins en el Mercado de las Pulgas. Lo que ocurre es que hay una huelga en el metro y la pequeña rebelde se escapará a cada momento, haciendo que Gabriel, su mujer y sus amigos se pasen casi todo el tiempo persiguiéndola por París, donde Zazie se meterá en muchísimos líos. Llena de personajes y situaciones delirantes (un momento magnífico es ese en el que Zazie descubre que su tío Gabriel, un hombretón descomunal, se pinta las uñas antes de ir al trabajo), y de diálogos que nos hacen soltar la carcajada, sobre todo cuando Zazie, que gasta un desparpajo y una malcriadez a prueba de colegio de monjas, se dedica a hacer preguntas incómodas y a resaltar el absurdo de las cosas cotidianas que a los adultos les parecen normales, con una muletilla recurrente como respuesta: “me la suda”. Una novela deliciosa políticamente incorrecta; aunque el personaje central sea una niña, no se trata de un libro precisamente infantil; yo lo recomendaría para lectores mayores de quince años.
De Raymond Queneau ya hemos hablado, por sus Ejercicios de estilo, donde demostraba su maestría contando la misma historia de 99 formas diferentes. Nació en 1903 y falleció en 1976 y su biografía es la de los movimientos más interesantes del Siglo XX francés: formó parte del movimiento surrealista y de esa golfada genial que es la Patafísica, fue director de la Enciclopedia de la Pléiade y fundador del Taller de Literatura Experimental, la Oulipo, vinculada a autores como Georges Perec.
Zazie en el metro es un libro muy célebre: en Francia se vendió como rosquillas en los años 60 y se sigue leyendo mucho hoy por cualquiera que tenga su biblioteca bien amueblada. Dio pie a la primera película de Louis Malle, bastante floja, por desgracia, porque no logró captar los múltiples gags y los juegos conceptuales que hay en el libro, intentando sustituirlos por un slapstick y un humor blanco que no funcionan y la hacen eterna. Pero, al fin y al cabo, era su primera película y Zazie en el metro es, al fin y al cabo, una de esas obras maestras que es muy difícil adaptar.
Así pues, para esta semana en que necesitamos tanto reírnos, te propongo viajar a París en ese caluroso verano en el que los metros hacen huelga, con Zazie, con Gabriel, con Marceline, con su amigo taxista y todos los personajes deliciosos que les rodean en esta novela absurda, tierna y divertidísima: Zazie en el metro, de Raymond Queneau, que ha vuelto a editar ahora Marbot Ediciones (con frescas ilustraciones de Miguel Gallardo y el añadido de algunos pasajes descartados de las primeras versiones, traducidos por Ramón Vilà Vernis), 211 páginas de literatura brillante, deliciosa e imprescindible para leer a carcajada limpia.
Con las ilustraciones de Miguel Gallardo, qué más se puede pedir 🙂
¿A que sí?