Si eres parte del puñado de noveleros y noveleras (dicho sea en la mejor de sus acepciones) que siguen las andanzas de Eladio Monroy, ya sabrás que llevo intentando cargármelo desde 2006 y que no hay manera. El muy cabezudo vuelve siempre. Ahora le ha dado por reaparecer, en una última entrega cuya edición se encuentra ahora mismo en preparación y que aparecerá, impresores mediante, en octubre.
Esta cuarta novela se titula Morir despacio y arranca con el descubrimiento del fiambre de un aparente suicida. A petición del padre del finado, Monroy acepta echarle un vistazo al asunto. Y, por supuesto, cuando huele a podrido suele ser porque hay algo pudriéndose. En este caso, los cadáveres de un par de chanchullos.
Como siempre, mala leche, energúmenos que se arrastran por la ciudad y hostias como panes para intentar leer derechito en los torcidos renglones de la realidad más cercana.
Y como en Ceremonias la fidelidad se paga, aquí tienes una primicia solo para ti: dos paginitas iniciales para que las consumas, si te apetece, como aperitivo.
La pátina caliginosa cubría Las Palmas de Gran Canaria. Con nocturnidad alevosa, los vientos africanos habían transportado la calima hasta la isla durante el domingo, depositándola sobre la ciudad de la luz y los despojos. El lunes, al amanecer, se había precipitado ya sobre el paisaje: una capa de polvo amarillento lo cubría todo, empobreciendo colores, deshaciendo en una nebulosa unánime los contornos de edificios, muebles urbanos, semáforos y automóviles. De haber tenido la posibilidad, los habitantes de la ciudad se hubieran quedado en casa, escondidos en un cuarto en penumbra, con un ventilador y una botella de limonada cerca, soñando con una lluvia mansa e incesante que limpiara el aire y se llevara el polvo hasta el mar. Pero no era posible: la descarga eléctrica de cada día había vuelto a sacudir el hormiguero y, con la resignación que confiere el hábito periódico, la gente arrastraba por las aceras la disnea y el empanamiento, dirigiéndose, como todos los lunes, a sus quehaceres, porque las calimas de cada año no eran justificación suficiente para no ir a trabajar, a la compra, al colegio, a las gestiones burocráticas. Los alérgicos, los asmáticos, los afectados de migrañas sufrirían un tormento bíblico que quizá (solo quizá) les concediera una tregua a la caída del sol.
Eladio Monroy no era alérgico. Tampoco asmático. No padecía migrañas. A él, la polvajera simplemente lo ponía de mala hostia, como a todo dios. La sensación de cansancio, la abulia impenitente, la sequedad de mucosas y un exponencial aumento de su ya proverbial mala baba, aplatanada y pachorrienta eran las consecuencias del periódico e indeseable fenómeno atmosférico, ese anticipo del infierno que volvía cada temporada, el pago regular que hay que satisfacer por ser inquilino de un supuesto paraíso. Así, malhumorado y ceñudo, entró en el Bar Casablanca, ocupó su mesa y abrió el periódico mientras el tuerto Casimiro le traía el cortado de siempre en la taza cascada de costumbre.
Monroy no había dejado de acudir al Casablanca, pero sus visitas eran más breves que antes. Por un lado, el periódico resultaba cada vez menos interesante (la realidad, en general, lo era cada vez menos); por otro, desde que ya no se podía fumar en el local, tenía que elegir entre el cigarrillo y el café, y a él (como a muchos) lo que le gustaba era combinar ambos vicios. O ambos placeres, como se decía antes de que todo diera cáncer.
Casimiro, cuando endurecieron la normativa, pensó en instalar una mesa de terraza, pero tuvo que enfrentarse al escollo infranqueable de la estrechez de la acera de León y Castillo en la zona en la que el bar se hallaba enclavado. Acabó contentándose con poner un cenicero alto en la entrada. Por supuesto, hubo de soportar las quejas de los clientes y las tropelías de la muchachada, que se hacía un simpa (apócope de “me piro sin pagar”) con la excusa de salir a fumar un cigarrito. Los simpas los combatió cobrando al servir a todo aquel que no fuera cliente habitual (piñita asáa, piñita mamáa, solía decir Casimiro para describir el procedimiento). De las quejas lo libró el tiempo, la costumbre, esa habilidad incomparable de los canarios para habituarse a convivir con el absurdo.
Con todo, a Monroy también le quedaron pocas opciones: leer el periódico tomándose el cortado pero sin fumar o bien tomarse el cortado en la calle, en un vaso de papel, fumando su cigarrillo pero sin leer el periódico, lo cual no solo le restaba gracia al asunto, sino que le hacía pensar que era una gilipollez recorrerse media León y Castillo para pagar un cortado que tendría que tomarse en la puta calle como un paria, en lugar de quedarse tranquilamente en su casa y consumirlo como le saliera de las ingles.
Pero dejar de tomar allí sus cortados matinales, así como sus menos frecuentes cervezas vespertinas, hubiera sido lo más parecido a una deslealtad hacia Casimiro, cuyo negocio ya iba bastante mal antes de la Ley Anti-Tabaco, la crisis y la madre-que-parió-a-to-esto, expresión con la cual el tuerto solía referirse al estado de cosas originado cuando los efectos de la situación socioeconómica nacional llegaban hasta su pequeño mundo de vasos turbios, pan bizcochado y tapas de ropavieja.
Excelente noticia 🙂
Gracias. 🙂
Yo aún diría más: ¡una noticia excelente!
Qué gran noticia. ¡Más eladio pal body!
Por fin!!!!
Tiene muy buena pinta. En la línea de las precedentes. Ya esperamos el texto completo. Luis.
Pasmao mas dejao con las frase de arranque, que jodío y que grande! Beso fuerte
Gracias a todos, amigos. Espero que el conjunto no les defraude. En próximas semanas colgaré algún fragmentito jugoso, de los de mala baba política. 🙂
Me gusta mucho.
Una buena noticia para variar, lo que demuestra de debajo de tanta marea turbia siguen fluyendo unas cuantas buenas corrientes
Enhorabuena Alexis…Este Eladio es mucho!
Enhorabuena, ¡y cómo engancha!
Ñam, ñam, ñam ¡Qué jilorio me ha entrado!
¿ves? también hay buenas noticias.
Será el primer libro que me compre suyo, pero no el primero que me lea y tampoco el último pues espero ser uno de eso noveleros que continúen con Don Eladio Monroy durante mucho tiempo y no terminarlo en pleno 2012, que ya bastante crisis hay como encima quitarme una droga que me sumerge en otro mundo. Gracias y lo disfrutaré de seguro. =)
Bueno, supongo que enhora güena, aunque no me ha gustado mucho. En fin, será cuestión de concederle unas cuántas páginas más. Un abrazo.
[…] además de todo esto, ya sabes, si sigues este blog, que dentro de poco aparecerá Morir despacio, la cuarta novela de la Serie Eladio […]
Deseando saber la fecha para reencontrarnos con nuestro amigo pelón y socarrón que con tanta ansia esperamos y que tan poco dura en nuestras manos.
[…] unas semanas anuncié aquí que ya estaba lista la cuarta entrega de la Serie Eladio Monroy, Morir despacio, que estará en el mercado, muy probablemente, el mes que viene, editada por Anroart Ediciones, esa […]
La verdad es que me ha dejado un agradable sabor de boca esta entradilla, nuestro querido Eladio vuelve a patear las calles, con ansias espero que salga el libro ya para leerlo y descubrir lo que nos tiene Monroy preparado.
Un fortísimo abrazo Alexis.
Gracias, Gabriel. Por gente como tú es por la que Eladio patea la ciudad.
[…] Morir despacio ya tiene presentadores y lugar de presentación. Como aún quedan cosas por confirmar, me callo nombres y lugares por el momento. Pero te doy la fecha de la puesta de largo: 5 de diciembre de 2012. Hemos pensado en esa fecha para que puedas llevarte algo para leer durante el puente. […]
¡Hola, Alexis !
Los chicos y chicas de mi primero de bachiller B se leyeron la cuarta entrega de Eladio. Parece que les gustó . El viernes 15 tendremos el debate en clase . ¡Qué bien me vino el vídeo de la presentación para iniciar el tema ! Ah, también en el club de lectura del Centro la eligieron como lectura este mes. Ánimo con la presentación de ese pequinés que ya me leeré con calma. ¡Un abrazo, chiquillo!