No conozco personalmente a Willy Uribe. Sé que nos leemos en la nube y sé, por amigos comunes, que debe de tratarse de una buena persona, de esas que tienen la cabeza bien amueblada y el corazón en su sitio. Pero, aunque no existieran esos amigos comunes, este gesto que tiene hoy bastaría para demostrarlo, pues acaba de declararse en huelga de hambre, haciendo tres peticiones muy claras: que David Reboredo sea indultado, que el Gobierno que preside Mariano Rajoy explique los motivos de los dos indultos concedidos a cuatro mossos condenados por torturas y que el anterior ejecutivo, presidido por José Luis Rodríguez Zapatero haga lo propio con respecto al indulto concedido en su momento a Alfredo Sáenz.
Uribe lo explica con igual o mayor claridad en sigueleyendo.es.
Cualquier tolete podría pensar que esos asuntos solo afectan a las personas directamente implicadas. Cualquier tolete se preguntaría qué tiene que ver él mismo (o el propio Willy) con Reboredo, con un inmigrante o con gente que fue al trullo por la mala práctica de un avaricioso intrigante.
Yo, aunque a veces, como todo el mundo, haga el tolete, intento no serlo. Por eso, desde aquí, lo único que puedo hacer es expresar mi solidaridad hacia este hombre, Willy Uribe, que hace huelga de hambre por Reboredo, por el hombre torturado por esos mossos, por los empresarios que fueron a prisión a causa de una denuncia falsa, es decir, por la justicia, por la ética, por todos nosotros.
Desde este cachito del país que queda enfrente de África, hoy, 11 de diciembre de 2012, yo, escritor pequeñito y ultraperiférico, me quito el sombrero ante ese tipo de una pieza que es Willy Uribe y le digo, simplemente, porque poco más puedo decir: gracias.