A vueltas con la novela

25 06 2013

Hace poco escuché decir a un escritor de los encumbrados que en la actualidad coexistían en las librerías dos tipos de novela: una de frase corta, con mucha acción y tendencia al thriller y otra de introspección, descriptivas, con monólogos interiores y verdadera intención literaria. Esta última, por supuesto, era la que él hacía.

faulknerhemingway

Supongo que el pobre hombre solo intentaba reavivar la polémica Faulkner–Hemingway y se le quedó algún dato atrás por querer resumir brutalmente. Pero yo intentaba tomar en serio lo que decía (hay que respetar las canas) y mientras lo escuchaba hablar, ejemplificando el primer tipo de novela en las de Dan Brown (cosa sorprendente, pues Brown hace descripciones interminables y creo que no ha escrito una frase corta desde el parvulario), me pregunté dónde, de hacer caso a lo que decía este señor, tendría que poner mis libros de Erskine Caldwell, de Ernest Hemingway, de Cormac MacCarthy, de Mempo Giardinelli, de Peter Handke. Incluso me pregunté qué haría con mi ejemplar de El extranjero si era cierto que las novelas de frase corta, pocas descripciones y sin monólogos interiores eran lo más parecido a Dan Brown.

Como en todo, en el debate sobre la novela las generalizaciones son odiosas y uno, en su afán por reivindicarse a sí mismo o hacer pupa a sus enemigos (reales o inventados) puede llegar a decir muchas estupideces si no piensa detenidamente y, sobre todo, si no lee algunos libros antes de hablar. Y es que a veces viene bien algo de teoría: Nabokov, Adorno, Italo Calvino, Cortázar, Sontag o el propio Kundera, entre otros, tienen estupendos textos teóricos que siempre aguantan una relectura.

Cierto es que el mercado se impone sobre la calidad, que se confunde precio con valor de la obra de arte y que muchos de los textos que triunfan entre los lectores solo pueden mostrar entre sus credenciales precisamente su éxito entre los lectores, siendo así que el valor literario de un libro se mide, tristemente, por el número de ejemplares vendidos. De ese hecho indiscutible se infiere, erróneamente, que todo libro que triunfa entre los lectores es, inevitablemente, de mala calidad. Inferencia que tiene el siguiente corolario: la calidad literaria es cosa de minorías, esto es, de una elite de lectores. Casualidades de la vida, esto resulta muy útil cuando se da la circunstancia de que eres escritor y tanto críticos como lectores han dado la espalda a tu libro. No es azar que uno escuche frecuentemente esta afirmación en boca de autores cuyos libros se le caen de las manos. Supongo que todos tenemos derecho a presumir de disponer de un miembro enorme, mientras no tengamos que enseñarlo.

En realidad, si aplicamos ese criterio (si se vende mucho, el libro es malo), no habría otro remedio que borrar del canon algunos nombres. Para empezar, los de Cervantes, Pérez Galdós, Pío Baroja, Víctor Hugo. Todos ellos fueron muy populares en su época. Como lo fueron también (lo siguen siendo) García Márquez, Vargas Llosa (paradójico paladín del elitismo), Sartre, Miguel Delibes, Ana María Matute, Julio Cortázar, Virginia Woolf, Marguerite Yourcenar o Roald Dahl.

El ruido y la furia imagen

Por supuesto, al lector de cierta experiencia le da mucha lástima comprobar que libros mediocres o francamente torpes se convierten, merced a estrategias mercadotécnicas, en best sellers absolutos. Libros como 50 sombras de Grey, Perdona si te llamo amor, o los propios y deficientes thrillers conspiratorios de Dan Brown no merecen, en mi opinión, la atención que monopolizan. Sin embargo, otras obras meritorias se venden también muchísimo. Pienso en Eco, en Baricco, en Joyce Carol Oates, en John Banville.

Además, en el debate sobre la novela, siempre hay otros dos viejos debates que salen constantemente a relucir. Uno es el de la muerte de la novela. Argumento esgrimido constantemente (como señala Armas Marcelo en un interesante post) por quienes no paran de escribir una novela tras otra y que, por tanto, se cae solo.

El otro es un debate aún más viejo y relacionado con él: la contraposición entre la novela y la “nueva” novela. Este resulta más interesante, y tiene que ver con la aparición de nuevas tecnologías a finales del XIX y comienzos del XX. Para decirlo como lo decía T. W. Adorno: la popularización de inventos como el periódico, el daguerrotipo y el cine, deja sin objeto a la “novela crónica” y favorece la aparición de un nuevo tipo de novela cuyo fin ya no es meramente contar una historia. Esa nueva novela es la que representan Proust, Joyce, Woolf o Faulkner. Y, sin embargo, la novela crónica no ha muerto y goza de mucha popularidad (que se lo digan a los editores de Larsson).

De paso, surge otro problema, pues tan miope es, a mi juicio, aquel que piensa que todos los best sellers son malos como quien cree que todos los libros magistrales son inevitablemente aburridos. Así, se ha puesto de moda denostar a Joyce o a Lezama Lima como estuvo de moda denostar a Freud o a Marx: de oídas, sin haberlos leído y usando como arma brutales resúmenes elaborados por quienes tampoco les leyeron.

marilyn joyce

Soy de los que piensan que nadie escribe para sí mismo, y mucho menos un novelista. Por un lado, cuando un escritor elige la novela como vehículo creativo está optando por un género de eminente raíz popular; aunque, por otro lado, un escritor de este siglo no puede escribir ignorando las técnicas y orientaciones que descubrieron para nosotros las vanguardias, desde el Modernismo hasta la OuLiPo. Y, por mucho que se quiera pensar en viejos ideales románticos de libros nacidos para permanecer inéditos, quien lee El maestro y Margarita o La vida, instrucciones de uso, está experimentando, al margen de análisis o reflexiones (todo eso es necesario, pero va después), la inevitable fruición que busca, en el fondo o en la superficie, todo buen lector de novelas.

Personalmente, digan lo que digan los partidarios de la elite y los partidarios de las cifras de ventas como prueba de calidad, no puedo vivir sin Ulises, sin Rayuela (que cumple ahora sus bodas de oro), sin El ruido y la furia o sin Las olas. Sin embargo, tampoco imagino un mundo sin Misericordia, Zalacaín el aventurero, La Tía Tula o Los miserables.

En una biblioteca pueden convivir 1280 almas y La amante de Bolzano, Fundación y La insoportable levedad del ser, Zazie en el metro y 2666, Cosecha roja y Diccionario jázaro, o, incluso, Una novela de barrio y Auto de fe, porque sus autores, igual que cualquier buen lector, sabían que más allá de polémicas más o menos perennes, solo existen, como dice un buen amigo mío, dos tipos de novelas: las buenas y las malas.


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16 responses

25 06 2013
yo

Se lee por lo mismo que se folla, por placer, lo importate es leer, ya sea Dan Brown o Epitecto, se puede empezar por Mortadelo y Filemón y acabar con crítica de la razón pura, la única manera de acabar leyendo est último, es empezar por algo mas digerible ( para cada cual). Un saludo.

P.D. A mi me encanta James Ellroy, maestro en las frases cortas.

25 06 2013
Alexis Ravelo

Me gusta esa orientación hedonista.

25 06 2013
Miguel

Siempre cuento la anécdota de como empecé a leer. No la voy a hacer larga y te diré que fue con las novelas de Marcial Lafuente Estefanía, gracias a ver a mi abuela siempre leyéndolas. Y era un tío raro, porque me gustaban los libros sin santos (dibujos). El cómo te acerques a la lectura es casi irrelevante. El cómo evoluciones depende de muchos condicionantes, entre los que el estudio, la curiosidad y el afán de superación pueden tener mucho que ver.
También la televisión y el cine te ofrecen mucha «comida rápida» que consumimos con mala conciencia. «Semos» así.
Un abrazo.

25 06 2013
Alexis Ravelo

Y sí, en la variedad está el gusto, supongo. Gracias por la visita, Miguel.

25 06 2013
sergioytoni

Las mías iniciales fueron las de Julio Verne; por supuesto que leía de M. L. Estefanía, y de Keith Luger y Silver Kane. Y todos los años, los Reyes Magos me echan un tomo de Mortadelo.
Pero hablando de dónde sitúo yo las novelas, pues las tuyas, Emilio y compañía en un estante destacado. Y alguna hubo, como «Dime quién soy», de Julia Navarro, que acabaron estampadas contra la pared, allá por la página 500. La presté y, lamentablemente, me la devovieron.

25 06 2013
Alexis Ravelo

Silver Kane, que resultó ser González Ledesma… Esos sí que eran artesanos…

25 06 2013
Leandro Pinto

Excelente post, como siempre, Alexis. No voy a comentar mucho porque el tema da para demasiado, y cualquier cosa que diga aquí puede resultar banal e insuficiente. Tan solo diré esto: has nombrado aquí obras maestras y escritores de indudable calidad. He leído a la mayoría y me faltan por leer algunos otros. Pero no he podido evitar ponerme de pie al leer el título «Auto de fe». Un abrazo.

25 06 2013
Alexis Ravelo

Ahí nos leemos, amigo. 🙂

25 06 2013
Molina de Tirso

Pues yo creo que tanto tu criterio literario como tus gustos concretos están más cerca de lo que parece de los de esos (presuntos) agoreros que pronostican la muerte del género. El primero, que yo sepa, fue Mendoza y lo que pronosticaba era la muerte de la novela de sofá, por eso se apresuró a cultivar el otro tipo. (Esto último lo digo yo, claro)

Y quien describió las novelas (solo) comerciales como algo ligero probablemente no haya leído prácticamente ninguna y las conozca solo de oídas. Pero se entiende lo que quería decir. Naturalmente hay obras magistrales muy vendidas y también lo contrario pero lo que marca esta época -y observo que tus ejemplos, o la mayoría, son de antes de la supuesta «muerte»- es que lo que antes se vendía en los quioscos e incluso lo que nadie se atrevía a imprimir lo editan hoy día las casas más prestigiosas. Ahí creo que estaremos todos de acuerdo.

Precisamente, hace unos días resucité tres de los artículos paradigmáticos sobre el asunto. Desprenden un perfume añejo y, sin embargo, no han perdido actualidad.

25 06 2013
Alexis Ravelo

Hombre, entre nosotros puede que hayan sido Mendoza y Vargas (el más reciente, creo, Luis Goytisolo), pero la profecía viene de mucho más lejos. Adorno hablaba de ello en 1954. Claro está que las TIC ayudan a darle una vuelta de tuerca, pero supongo que el asunto es de los de «mismo perro, distinto collar». En cuanto a mis gustos, son amplios, pero tengo especial predilección en citar a muertos o a gente a la que leí hace tiempo, acaso porque sé que mi opinión sobre ellos va a cambiar ya muy poco… 🙂

25 06 2013
Molina de Tirso

Me he confundido. Fue aquí.

25 06 2013
Alexis Ravelo

Te dejo un resumen de un par de polémicas entre escritores. Muy divertidas, la mayoría: http://www.zoomnews.es/57440/letras-y-tretas/uy-lo-que-me-ha-dicho

26 06 2013
Alexis Ravelo

Y, por cierto, interesante blog.

26 06 2013
asquerosamentesano

Completamente de acuerdo contigo. Sólo existen dos tipos de novelas: las buenas y las malas.

26 06 2013
Alexis Ravelo

Sí, yo cada día lo tengo más claro. Gracias por la visita. 🙂

26 06 2013
Paula Nogales (@paula_canarias)

Para seguir el vacilón: un artículo de los habituales de El País, Vila-Matas http://cultura.elpais.com/cultura/2013/06/24/actualidad/1372087815_749700.html
Por cierto que hace un día o dos (o tres…) en er feisbu intentaba yo seguir una conversación (me sentía como la vieja’l visillo) entre Niciolás Melini y otros bien informados (mi memoria está fatal, lo siento) entre las diferencias o congruencias o ya no sé qué entre Mendoza y Landero; tengo que volver al facebook a ver si me rescatan de mi ignorancia 😉
Besitos siempre, Alersi.

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