Un tipo escandaloso, D. H. Lawrence, y sus Cuentos prohibidos, editados en los rescates de Navona, con el subtítulo “Para leer en la intimidad”, una delicatessen y un acercamiento perfecto a este autor que se pasó la vida sacándole los colores a la sociedad británica de las primeras décadas del Siglo XX, un francotirador del que, para mi vergüenza infinita, todavía no había hablado en La Buena Letra.

Cuentos prohibidos. Para leer en la intimidad, de D. H. Lawrence, Barcelona, Navona, 171 páginas
Cuentos prohibidos viene a ser una selección de cinco cuentos escritos entre 1925 y 1930, una especie de menú degustación de su época de madurez narrativa en el que vemos las líneas temáticas que recorren su obra: el contraste entre lo que te pide el cuerpo (o el alma) y lo que la sociedad te dice que debes hacer; la complejidad de las relaciones de pareja; la imposición de roles que tanto hombres como mujeres asumen en un sociedad tradicionalmente patriarcal, una imposición que, cuando nos revelamos contra ella, nos pone la etiqueta de indecentes.
Los personajes de Lawrence son frecuentemente insumisos ante lo que la moral oficial les dicta. Esta rebelión es a veces secreta, a veces explícita, pero siempre está ahí la negación a lo que la tradición y el estatus nos dicen que tenemos que hacer o pensar en determinadas situaciones.
Así, en estos Cuentos prohibidos hay damas que practican el nudismo y desean tener hijos con campesinos que no son sus maridos, caballeros que desean sigilosamente a la misma mujer hasta que llega un momento en que no pueden continuar disimulando y faltan a la etiqueta y la elegancia dándose de galletas por cualquier motivo menor, chicas que experimentan una fuerte pasión animal por hombres que las han secuestrado o mujeres que han decidido vivir libremente y con alegría y sin complejos su libertad sexual.
Profundidad psicológica, tolerancia, búsqueda de la libertad, rebelión contra los roles de género: esas son, entre otras, las cosas que vamos a encontrar en estos cuentos, igual que en el resto de la obra de Lawrence, quien con seriedad, pero con un sutil sentido del humor, despliega situaciones inusitadas y las cierra siempre con remates geniales.

D. H. Lawrence y Frieda Weekly
David Herbert Richards Lawrence nació en Inglaterra en 1885 y murió en un pueblecito francés en 1930 (como podía haber muerto en cualquier lado, porque se pasó la mitad de su vida viajando). Las tres cuartas partes de su vida las vivió en la más absoluta pobreza. Era hijo de un minero, casi analfabeto y de una maestra, y a los 16 añitos tuvo que dejar los estudios y ponerse a trabajar en una fábrica, aunque luego conseguiría hacerse con algunos títulos y consiguió trabajo como maestro. Fue entonces cuando comenzó a publicar poemas y cuentos. En 1912, cuando ya había publicado dos novelas, conoció a Frieda Weekly (de soltera von Richtofen), a la sazón esposa de Ernest Weekly, profesor suyo en la universidad de Nottingham, una mujer algo mayor que él y que tenía tres hijos. Lawrence y Frieda se fugaron a Alemania, a la localidad natal de ella y se quedaron allí mientras se tramitaba el divorcio. Pero a él lo detuvieron las autoridades alemanas (eran los años previos a la Gran Guerra), acusándolo de espionaje. Les costó mucho que lo soltaran, y, cuando lo consiguieron, volvieron a Inglaterra, donde, ya en plena guerra, los acusaron exactamente de lo mismo: de ser espías alemanes. Cosa que, unida al antimilitarismo de Lawrence, hizo que se fueran de Gran Bretaña y no volvieran sino en contadas ocasiones. Siempre con Frieda, Lawrence se pasaría luego la vida viajando de un lado a otro y, en sus últimos años, adquirieron un rancho en Nuevo México, donde proyectaban instaurar una comuna socialista.
Lawrence publicó en vida una treintena larga de libros, entre novelas, ensayos y cuentos. Los más célebres siguen siendo Hijos y amantes, Mujeres enamoradas y El amante de Lady Chatterley. Con su sutil erotismo y su franca tolerancia, escandalizó a su época y aún hoy sigue escandalizando a los guardianes del correctismo, porque sus personajes vivieron como él mismo vivió: como les dio la real gana y sin dar cuentas a nadie, aunque eso les condenara a la soledad, la pobreza y el oprobio.
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[…] los 34 años. Comenzó a publicar a los 19 años, se vinculó al grupo de Bloomsbury. Fue amiga de D. H. Lawrence y la autora a quien nada menos que Virginia Woolf envidió. Como Rimbaud, como Capote, Carson […]