[Si quieres escuchar La Buena Letra y La Butaca, solo has de hacer clic aquí]
La Buena Letra de esta semana es un dos por uno, porque me han llegado casi al mismo tiempo a las manos dos libros de dos poetas, canarios, publicados ambos en editoriales independientes. Sí, señor: hoy te traigo Trasmallos, de Santiago Gil, publicado en Madrid por La Discreta y El hombre que bebió con Dylan Thomas, de Pedro Flores, editado por El ángel caído y que viene con regalito.
Empiezo con Trasmallos, de Santiago Gil, que, por cierto, ahora mismo debe de estar llegando a México, donde participa junto con otros escritores canarios en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara.
Trasmallos es, creo, el cuarto libro de poesía de Santiago Gil, muy conocido por su actividad como narrador y su trabajo como periodista. Es autor de un buen puñado de novelas y libros de relatos, como Los años baldíos, Por si amanece y no me encuentras, El Parque, Cómo ganarse la vida con la literatura o Un hombre solo y sin sombra, y ha publicado volúmenes de aforismos y microrrelatos, como Equipaje de mano o Tierra de Nadie. Imparte, además, uno de los talleres literarios con más solera, aquel que comenzó impartiendo nada menos que Dolores Campos-Herrero.
Trasmallos recoge, como él mismo ha confesado en alguna entrevista, su poesía más madura. Se trata de una poemas de verso libre y con formas aparentemente muy sencillas y breves, con temas clásicos y aposentada por el tiempo y una visión intimista y emocional de la actividad poética. Una de las ideas que presiden el libro es aquella de que la palabra es aquello que te queda cuando ya no te queda nada, y así muchos de los versos ofrecen interesantes reflexiones acerca, no solo del oficio del poeta, sino de la relación de los seres humanos con el lenguaje. Así, el poeta recorre temas clásicos (el amor y la muerte, la relación entre ser humano y paisaje, el paso del tiempo, la nostalgia o el extrañamiento frente a la sociedad) haciendo siempre esas preguntas y reflexiones y estableciendo un sutil diálogo con el lector acerca del sentido de la existencia.
Un libro para celebrarlo, como celebro yo poder recomendar algo de La Discreta, una editorial que hace honor a su nombre y que lleva diez años trayéndonos incesantemente buena literatura en muy buenas ediciones.
Y vamos con El hombre que bebió con Dylan Thomas.
Edita, repito, El Ángel Caído, que tiene una estupenda colección de poesía que incluye libros de Ángel Petisme o Leopoldo María Panero. Y es de Pedro Flores. Flores es, probablemente, nuestro poeta más premiado y uno de los más populares. Hace una poesía cercana, que hermana la cita culta y el lenguaje coloquial y está dotado de un fino sentido del humor. El resultado es un combinado muy interesante, que llega al lector de forma inmediata con juegos y guiños constantes a la cultura Pop y con temáticas y formas muy atrevidas. Por poner el ejemplo más reciente: en 2012 publicó un libro que comentamos aquí, El último gancho de Kid Fracaso, un libro que tomaba como tema el mundo del boxeo, cosa poco frecuente en poesía. Y ahora, después de un largo recorrido por la transgresión formal, nos ofrece una sorpresa: un libro de sonetos que alternan la ternura y la sonrisa. Pero te dije que este libro (que es ya en sí mismo el regalo perfecto) venía con regalo. Yo diría más bien «regalos», porque incluye un cedé y un deuvedé, dando cuenta del trabajo de Andrés Molina, quien musicalizó veinte de los treinta y seis sonetos que forman e este libro, editado por viene con cedé y con deuvedé. Tanto el cedé como el deuvedé dan cuenta de la sesión del año pasado en el Teatro Leal de La Laguna en la que Flores y Molina ofrecieron un espectáculo acompañados del pianista Samuel Labrador (no hago crítica musical, pero el trabajo de Labrador merece mención aparte).
Así pues, esta semana, poesía por partida doble y poesía canaria, de la buena y editada por editoriales independientes: Trasmallos, de Santiago Gil, Madrid, Ediciones de La Discreta, 90 páginas y El hombre que bebió con Dylan Thomas, de Pedro Flores (libro–disco con Andrés Molina y Samuel Labrador), El Ángel Caído Ediciones, 38 páginas, que además trae disco y deuvedé.
Deja una respuesta