La muerte, pero también la vida. Los amigos, de Kazumi Yumoto

21 03 2015

La buena letra de esta semana es Los amigos, una Bildungsroman que Kazumi Yumoto escribió en 1992 y que, pese a su éxito en aquellos años es prácticamente desconocida en nuestro ámbito cultural. Ahora la publica Nocturna Ediciones (una editorial de esas que nos gustan a ti y a mí, por independientes, por su buen gusto, por sus apuestas arriesgadas e interesantes), en una traducción de José Pozó Espinosa. Se centra en un asunto que suele marcar el paso de la infancia a la adolescencia: la curiosidad en torno al hecho de la muerte.

Los amigos, de Kazumi Yumoto, Madrid, Nocturna Ediciones, 210 páginas

Los amigos, de Kazumi Yumoto, Madrid, Nocturna Ediciones, 210 páginas

Tres chicos de doce años (el narrador, Kiyama, un pibe largo y flacucho; Yamashita, el gordito de la clase, y Kawabe, el típico gafotas con ideas extravagantes) desean asistir como testigos a un fallecimiento y poder ver con sus propios ojos un cadáver. Y para satisfacer esa curiosidad morbosa, deciden espiar a un anciano de su barrio, de quien han oído decir a los adultos «que morirá pronto». Efectivamente, en torno a la casa del viejo, que vive solo, en un ambiente descuidado y rodeado de desperdicios, establecen turnos de vigilancia en un juego que ellos se toman muy en serio. Pero, ya se sabe, la observación altera siempre el fenómeno observado, y el viejo se convertirá también en jugador activo.

Con este arranque, indudablemente macabro, Kazumi Yumoto construye un relato oscilante entre el humor negro y la comedia amable, salpicados de reflexión en torno a los roles sociales, porque a partir de esa preocupación por la muerte, y a través de la relación que establecerán con el anciano, los chiquillos van a descubrir cuáles y cómo son las cosas importantes de la vida.

Sin ñoñerías, con mucha inteligencia, Kazumi Yumoto compone una de esas novelas que no se olvidan, y que a mí me ha recordado, por diferentes motivos, a La historia del señor Sommer, de Patrick Süskind, El cuerpo, de Stephen King y algunos cuentos de Ignacio Aldecoa, Lauro Olmo o Ana María Matute. La mente es así: mezcla el recuerdo de textos de muy diferentes épocas, estilos y latitudes. Acaso porque todos ellos tratan, cada uno a su manera, temas universales: la lealtad, el paso del tiempo, la necesidad del amor, la soledad o la aceptación de lo inevitable.

Los amigos gustará a los jóvenes, pero también a los adultos. Y proporciona a ambos una excelente oportunidad de leer juntos y hablar sobre lo leído, porque, qué carajo, ya sabemos que la familia que lee unida permanece unida.

En todo caso, solos o en compañía, esta joyita es para no perdérsela: Los amigos, de Kazumi Yumoto, editada en Madrid por Nocturna Ediciones, 210 páginas entre el dolor, el humor y la ternura.





El otro derbi. O derbis

4 03 2015

El viernes 6 de marzo (pasado mañana), jugamos en Gran Canaria un nuevo derbi. Pero este de los buenos, porque es literario y por tanto da igual quién gane y quién pierda. O, para ser exactos, en este ganamos todos. Y además, nadie piensa pegarle a nadie.

Todo esto viene a que nos visita Javier Hernández Velázquez (papá literario de Mat Fernández) con su novela más reciente: Los ojos del puente (Premio Wilkie Collins de Novela Negra).

javierhernández

Javier estará en la Librería Sinopsis, a partir de las 18:30, acompañado por Mayte Martín y Jovanka Vaccari, para presentar esta novela, que edita MAR Ediciones.

pedro flores

Solo media hora después, a las 19:00, en el Museo Poeta Domingo Rivero, José Miguel Junco acompañará a Pedro Flores en la presentación de Como pasa el aire sobre lomo de una bestia, su último libro hasta el momento, que obtuvo el XXVI Premio Internacional de Poesía «Antonio Oliver Belmás».

Y a las 20:00, estaré yo mismo, sentándome en el Sillón de Canaima. Estaré solo. Bueno, no del todo: habrá vino. Si eres de los que se quedaron fuera en la primera presentación de Las flores no sangran, esta es la oportunidad. Leeré algunos fragmentos de la nueva criatura y, como propina, de El viento y la sangre. Sí, creo que ya es hora de que Ravelo y West se enfrenten en un duelo.

sillondecanaima

Y, además, si eres de esos privilegiados que viven al sur de la capital y no te apetece llegar tan al norte, tampoco te quedas sin presentaciones, porque a las 19:00, Belkys Rodríguez presenta en la Biblioteca Arnao de Telde su Relatos en minifalda

belkys

Así que, este viernes, derbi. Pero del bueno: Tenerife versus Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria versus Telde. Poesía versus narrativa. Novela versus cuento. Escritor calvo versus escritor inexistente. Un derbi múltiple que, en el fondo, es solo uno: palabra versus silencio. ¿Te lo vas a perder?





Francisco González Ledesma: las leyendas no mueren

2 03 2015

gonzález ledesma

Ha fallecido Francisco González Ledesma. También Silver Kane. Y Rosa Alcázar. Y Fernando Robles. Porque este periodista y licenciado en Derecho. maestro indiscutible de la novela negra, firmó también con esos nombres (y algunos más) cientos de novelas del oeste y románticas, antes de escribir de ganar el Premio Planeta con Crónica sentimental en rojo y saltar a la fama como el creador de Méndez, el policía gatuno de ropas poco pulcras, que lleva siempre los bolsillos llenos de libros imprevisibles. Salvo aquel en el que lleva un arma no reglamentaria, generalmente una Colt automática o un Python salido de vaya usted a saber dónde. Un inspector de la vieja guardia que habita en un tugurio en el que lo único de valor son libros y recorre las calles con modos tan violentos como sensibles cuando se da el caso. Que es capaz de recorrerse una calle amedrentando al puterío antes de ir a socorrer a la familia de un chorizo que ha detenido él mismo.

No he leído todo lo que publicó González Ledesma (nadie lo ha hecho, supongo, dada la extensión y variedad de su obra), pero jamás he dicho no a un libro suyo cuando lo he tenido delante, porque es de esos insólitos autores capaces de hacértelo olvidar todo cuando navegas entre sus palabras.

Yo no lo supe hasta mucho después, pero González Ledesma estuvo entre mis primeras lecturas. Porque estas fueron novelitas del oeste. Todo se debe a una casualidad, al hecho de que mi padre no fuera hombre de cuentos infantiles. Cuando había de contarme un cuento para que durmiera la siesta (mi padre jamás estaba en casa por la noche), me leía las novelas del Oeste que eran casi sus únicas lecturas. Por eso, probablemente, mi primer contacto con la ficción, fueron aquellos bolsilibros de diez capítulos y entre 96 y 100 páginas, en los que héroes solitarios hacían justicia en un mundo violento. Hará ahora unos treinta y siete años, Marcial Lafuente Estefanía (el favorito de mi padre) y Silver Kane pululaban por casa. Y de este último (mi favorito) aún conservo algunos libros.

Luego, cuando fui mayor y más culto (y probablemente más tonto), reflexioné mucho sobre esos autores y autoras que durante una época gris escribían aquellas novelas firmando con nombres de sabor norteamericano y que, en muchos casos (como el de González Ledesma), introducían en ellas de forma casi imperceptible un sabor literario que ya para sí hubiesen querido muchos de los entonces célebres escritores españoles de la galería.

A Francisco González Ledesma nunca lo conocí en persona. Al contrario de lo que me ha ocurrido con otros maestros (Andreu Martín, Juan Madrid, más jóvenes), cuando comencé a ir por la Península, un ictus lo mantenía ya postrado (aunque, aun así, continuó escribiendo). Pero siempre, en cada viaje a Barcelona, he deseado secretamente que un milagro le hiciera recuperarse y aparecer por Negra y Criminal, para poder decirle lo mucho y bueno que me han dado sus libros y lo mucho que he querido siempre a Méndez y lo mucho y bueno que sus novelas me enseñaron.

Ya no podrá ser. Y, aunque me gustaría estar ahora mismo allá para presentarle mis respetos y dar mi pésame a su familia, quizá es justo que yo no haya podido llegar a conocerle en carne y hueso.

Ahora, como Méndez, o como los héroes de sus westerns, al menos para mí, González Ledesma es leyenda. Y las leyendas no mueren. Jamás.








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