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Tánger. La ciudad franca, multicultural y colorista, que atrajo a Jane y Paul Bowles, a Burroughs, a Tenesse Williams, a Visconti o a Jean Genet. Ciudad, también, donde nació Antonio Lozano, un escritor que aquí queremos mucho, y donde se sitúa su novela más reciente: Un largo sueño en Tánger.
«Era el gran Tánger, nuestro Tánger. Eso es, cuando Tánger aún era nuestro, antes de que nos lo quitaran. Porque nos lo quitaron, nos fueron echando poco a poco hasta que quedamos cuatro gatos, un puñado de tangerinos de toda la vida. Unos cuantos españoles, franceses, italianos, ingleses y pare usted de contar». Esta es la nostalgia que recorre parte de Un largo sueño en Tánger, y la que siente, en principio, su protagonista, Isabel, una española de edad madura que ha vivido toda su vida en la ciudad y a quien nos encontramos, al inicio de la novela, en estado de coma, tras un accidente en taxi.
A través de las visitas que recibe y, sobre todo, en el tiempo sin tiempo de sus recuerdos, Isabel va a ir entendiendo que ese Tánger que ella añora no solo ya no existe, sino que acaso no existió nunca, sino que era un constructo, una imagen ideal que los europeos, europeos como ella, se habían hecho de una ciudad y de un país cuya realidad ignoraban mientras se reunían en el Yacht Club, el Club de Golf, el salón de té Porte y demás sitios elegantes donde se disfrutan los últimos frutos del colonialismo. Más o menos como le ocurre a ella en su vida personal: casada con un hombre que había sido un auténtico galán, con tres hijos ya criados que viven fuera, tiene que ir aceptando que nunca ha sido más que una prisionera de un hombre tiránico y maltratador y que su matrimonio, más que una felicidad, era una imposición. Que, empujada por los hábitos del patriarcado (sobre todo, los que ella misma ha permitido en su vida), se ha entregado durante toda su vida a la infelicidad.
Todo eso lo va descubriendo conforme avanza la novela a través de los diálogos de quienes van visitándola en el hospital: su hija Cristina, que trabaja con Médicos del Mundo; su hijo Alberto, cuya homosexualidad su padre nunca ha aceptado y Jimo, la viuda del taxista con quien tuvo el accidente. Y, todo esto, bajo la vigilancia de Amina, la criada marroquí de toda la vida a quien solo ahora, en su duermevela, Isabel aprende a entender.
Poco a poco, suceso a suceso, vamos entendiendo que el largo sueño de Isabel no es el que está teniendo en su estado de coma, sino, más bien, el que ha vivido durante toda su vida, sin ser consciente de su etnocentrismo y de cómo es esclava de las estructuras de clase. Paradójicamente, solo va a despertar de ese sueño cuando tiene el accidente y cae en coma.
Antonio Lozano sabe muy bien de lo que habla cuando habla de Tánger porque, como digo, fue allí donde nació, aunque por suerte para nosotros hace ya años que se vino a vivir a Agüimes. Antes de comenzar a publicar, ya había hecho cosas importantes por nosotros, como crear el Festival de Teatro Tres Continentes o el Festival de Narración Oral Cuenta con Agüimes. Ha transitado literariamente por casi todos los territorios de lo negro y policial, casi siempre con una interesante visión africanista. Su primera novela, Harraga (2002) trata sobre las mafias de la inmigración, tema que también tocaría, junto con otros, en Donde mueren los ríos. Es autor también de un thriller político en torno al golpe en Burkina Fasso, El caso Sankara, y de una novela basada en un testimonio real sobre el régimen de Sadam Hussein y la Primera Guerra de Irak: Las cenizas de Bagdad. También tiene una serie de hard boiled clásico, protagonizada por el detective grancanario José García Gago, que tiene, hasta ahora, dos entregas: Preludio para una muerte y La sombra del Minotauro. Y el año pasado publicó una interesante novela juvenil, Me llamo Suleimán, acerca del viaje de un chico subsahariano hasta llegar a Canarias.
Así pues, Lozano ha ido construyendo una obra amplia y diversa, muy jalonada siempre por sus preocupaciones sociales. Preocupaciones que están también aquí, en Un largo sueño en Tánger, pero esta vez con una perspectiva más intimista y, sobre todo, con un claro interés por el universo femenino, ya que, como él mismo dice, son las mujeres las grandes protagonistas de esta historia: Isabel, Amina, Jimo, Cristina acaban, inevitablemente, convirtiéndose en las compañeras del lector en este viaje a Tánger que es, al mismo tiempo, un viaje hacia la tolerancia.
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