Calmas aparentes y bombas de relojería

23 06 2015

[Si quieres escuchar La Buena Letra de la semana pasada y, amén esta reseña, escuchar cómo Fortunata devora Cincuenta sombras de Grey, solo has de hacer clic aquí]

Las calmas aparentes, de Federico J. Silva, Tenerife, Baile del Sol, 89 páginas.

Las calmas aparentes, de Federico J. Silva, Tenerife, Baile del Sol, 89 páginas.

En La Buena Letra de la semana pasada hablamos sobre un libro que aparecerá esta en tu librería: Las calmas aparentes, un verdadero acontecimiento porque es, nada más y nada menos, la primera novela de uno de nuestros mejores poetas: Federico J. Silva. La presentación oficial tendrá lugar este viernes, 26 de junio, a las 19:30 en el Museo Poeta Domingo Rivero (calle Torres, 10, 1º). Y acompañando al autor tendremos el placer de estar Antonio Becerra y yo mismo.

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A Silva le bastan 89 páginas para construir una novela caleidoscópica, en la que se cruzan personajes, argumentos y temas como en una bomba de relojería que está a punto de estallar. Por un lado, la aventura sexual con visos de convertirse en amorosa (ya sabes: son amigos con derecho a roce o, follamigos, como quiere ahora la RAE) entre una funcionaria de mediana edad y un periodista desencantado, y el triángulo que se establece cuando este último comienza a flirtear con Maica, una joven compañera de redacción. Por otro, la amistad entre la funcionaria y su amiga Asun, casada con un político con quien no tiene una vida sexual demasiado normal. Y, last but not least, la guerra que mantiene con su periódico otro periodista aún más desencantado que el primero, ingobernable e izquierdoso, de nombre Manu, que no piensa callarse ni debajo del agua en su denuncia de los males del sistema. Todos estos argumentos, todas estas historias, todos estos personajes, están sólidamente entrelazados (en ocasiones en una telaraña carnal, mostrada en pasajes de un marcado erotismo) para formar una historia que transcurre en una sociedad corrupta, de doble moral, en la que está a punto de estallar una revuelta. Una sociedad que podría ser la nuestra. Y que quizás lo sea.

Como en sus libros de poesía, Federico J. Silva también resulta aquí transgresor y juguetón en las formas. Para empezar, plantea un homenaje a Cortázar proponiendo al lector dos formas distintas de leer la novela: una lineal, siguiendo las convenciones, y otra según un orden que establece en un tablero de dirección. Pero, aparte de ese guiño, la novela está contada en capítulos muy breves, que son fragmentos de monólogos interiores de los personajes, los cuales vierten los diálogos en estilo indirecto libre, conformando así un texto que se lee, sin embargo, de una manera muy clara pero con toda la complejidad de lo que podríamos denominar una novela potencial (Maica está a su vez escribiendo una novela que, descrita usando la narratología de Genette, coincide estructuralmente con Las calmas aparentes) que será el lector quien acabe construyendo cuando entre a formar parte de estos juegos.

Y esa novela no trata sobre cualquier cosa: trata sobre nosotros, sobre nuestra soledad oculta, nuestra confusión en un mundo en el que la información que nos llega de forma atropellada está, normalmente, llena de falsedad o de verdad a medias, que es la forma más eficiente que puede adoptar la falsedad.

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No me canso de decir que Federico J. Silva es una de las voces poéticas más interesantes surgidas a mediados de los años noventa. Ha firmado libros fascinantes, como Sea de quien la mar no teme airada, El crimen perfecto, Era Pompeia y, el más reciente, Palabrota poeta. Todos ellos libros-juego, libros que se plantean romper con la mediocridad estilística a través de juegos que imponen a su autor reglas muy estrictas. Ahora que se estrena como narrador, creo que vale la pena seguirlo y estoy seguro de que quien se acerque a esta novela de urgencia escrita para entender estos días convulsos, no se va a sentir defraudado. Se encontrará con uno de esos libros que nos gustan a ti y a mí: para leer rápido y pensar despacio.