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Voy a comenzar citando a un gamberro inteligente. Charles Bukowski, en su prólogo a la edición de 1979 de Pregúntale al polvo, describe así su encuentro en una biblioteca pública con esa novela que le hizo descubrir a John Fante:
… a semejanza del hombre que ha encontrado oro en los basureros municipales, me llevé el libro a una mesa. Las líneas se encadenaban con soltura a lo largo de las páginas, allí había fluidez. Cada renglón poseía energía propia y lo mismo sucedía con los siguientes. La esencia misma de los renglones daba entidad formal a las páginas, la sensación de que allí se había esculpido algo. He ahí, por fin, un hombre que no se asusta de los sentimientos. El humor y el sufrimiento se entremezclaban con sencillez soberbia. Comenzar a leer aquel libro fue para mí un milagro tan fenomenal como imprevisto.
Esto que Bukowski opina de la tercera novela del autor de Espera a la primavera, Bandini (la segunda publicada en ese momento, porque Camino a Los Ángeles, la primera, fue editada póstumamente), se podría aplicar, en mi opinión, a cualquiera de las novelas de Fante que he leído hasta ahora.
Pero, para comenzar con Fante (esa laguna que tienes aún, no lo niegues: te lo has dejado pendiente por estar siempre intentando descubrir algo nuevo entre esos libros de tapa dura y un precio no menor de dieciocho euros a los que les sobran siempre más de la mitad de las páginas), yo te recomendaría una novela de 1977 que no pertenece al ciclo de las protagonizadas por Bandini pero conserva, con las ventajas de la madurez, todo el sabor y la fuerza de sus obras de juventud: La hermandad de la uva.
La novela arranca cuando Henry Molise, un escritor italoamericano que vive en Los Ángeles es arrastrado hasta su San Elmo natal (un pueblito de Colorado) para intentar meter en vereda a Nick Molise, su padre, un albañil de los Abruzos, borrachín, pendenciero y mujeriego que a sus setenta y seis años está más dando más guerra y disgustos que nunca. Pero una vez en San Elmo, todos (su madre, su padre, sus hermanos y el puñado de viejos borrachos amigos de su padre, esa pandilla que da título al libro) se van a confabular para que Henry se embarque con su viejo en la construcción de un ahumadero de carne en un parador de montaña. Henry, que vive desde hace años apartado de la familia (disparatada y brutal) y solo quiere estar tranquilo y escribiendo en su casa junto a la playa, se vuelve a ver involucrado en ese mundo de reyertas, ebriedad, autoritarismo y concupiscencia y, así, ese viaje a San Elmo se convierte en un viaje a sus recuerdos, y a la época en que abandonó el pueblo para convertirse en escritor. Pero también en un viaje en el que, por primera vez en su vida, se acercará a su padre y sentirá empatía hacia él.
Fante construye una novela sórdida y tierna, rápida y divertidísima, sencilla y profunda a través de esta historia que, como todas las suyas, tiene mucho de autobiográfico. Eso es algo que marca todos sus libros: en sus argumentos, se mezclan siempre la ficción y la realidad. Sus temas son también los temas que marcan su vida: el mundo de los inmigrantes italianos en Estados Unidos en las primeras décadas del Siglo XX, la huida a la ciudad de Los Ángeles, la búsqueda del camino hacia el oficio del escritor, las deudas, el hambre, la pobreza, el alcoholismo, los problemas familiares. Todo ello contado con una rara ligereza, con mucho sentido del humor y con una sabia construcción de personajes que nos presenta tipos humanos aparentemente odiosos en los que sabe siempre encontrar el motivo de su dolor y un dejo de ternura que nos hace seguirlos con cariño a lo largo de toda la novela. Así ocurre con Nick y María Molise, dos viejos absurdos, escandalosos y disparatados que uno no hubiera querido tener por padres pero en los que vemos los conflictos y los afectos que acaso nosotros tuvimos con los nuestros.
La hermandad de la uva es al fin una novela divertida, en ocasiones realmente hilarante, pero también llena de compasión por el ser humano, de esas que te lees en un fin de semana y luego no olvidas jamás.
Y, como ya han comenzado las rebajas, hoy tenemos un dos por uno, porque como complemento a esta novela (que es un inicio estupendo para sumergirse en la obra de John Fante), yo recomendaría una biografía excelente que Eduardo Margaretto publicó el año pasado: John Fante, vidas y obra. Como un soneto sin estrambote.

John Fante, vidas y obra. Como un soneto sin estrambote, de Eduardo Margaretto, Barcelona, Alrevés, 377 páginas.
Entre el ensayo biográfico y la guía de lectura, el libro de Margaretto es el fruto de diez años de trabajo en torno a este grande de la literatura norteamericana: desde los orígenes de su familia en los Abruzos italianos a sus últimos años (arruinado, amputado y ciego, dictando Sueños de Bunker Hill a su mujer en su solitaria casa de la carretera a Malibú), pasando por sus años de supervivencia a su llegada a Los Ángeles, su época como guionista y sus primeros éxitos críticos con sus novelas del ciclo Bandini, su personaje autobiográfico, que fueron cruciales en esa corriente que luego se dio en llamar «realismo sucio norteamericano». Personalmente creo que hay que agradecer a Fante haber trazado las sendas por las que luego transitaron Salinger, Carver o el propio Bukowski, pero, sobre todo, su rara habilidad para convertir sus miserias cotidianas en algo universal.
Me urge empezar con sus novelas, pero los primeros relatos de El vino de la juventud van componiendo una narración más amplia y podría considerarse una novela a retazos. No sé si es inferior a su obra más larga pero también merece la pena.