Vuelvo a estas Ceremonias que tenía tan abandonadas. Y lo hago reseñando el más reciente de los muchos libros que tengo pendientes de comentar. En fechas próximas iré dando fe de algunas joyitas que he podido disfrutar entre viaje y viaje, entre texto y texto, entre trabajo y trabajo. Hoy toca El país de los crepúsculos, de Sebastià Bennasar.

El país de los crepúsculos, de Sebastià Bennasar, Barcelona, Alrevés, 203 páginas.
Los que vivimos cerquita de África llevamos ya unos días bizcochándonos por mor de la fotosíntesis y los vientos saharianos. Apetecen la playa, la piscina y los manguerazos o baldazos, la sombra de un árbol, la cervecita y algún texto refrescante. Por ejemplo, esta novela policíaca que lleva al inspector Jaume Fuster (sí: su nombre coincide con el del escritor catalán y, evidentemente, no puede ser una casualidad) al invierno de Vall de Boí, donde los Pirineos tocan el cielo. Allí, en el Pont de Suert, se encontrará el policía, impartiendo un cursillo sobre técnicas de investigación a los mossos de la zona y aprovechando para hacer un poco de turismo en los ratos libres, cuando comience una serie de brutales asesinatos rituales relacionados con las iglesias de la zona, declaradas Patrimonio de la Humanidad.
A través de una intriga policial conducida de forma meticulosa, Bennasar nos acerca a un territorio bellísimo que es también tierra de frontera en la que el eco de los contrabandistas y los maquis convive con los últimos pastores; donde cabe el ecoterrorismo y terrorismo del de siempre, sin dejarse fuera al de Estado; donde los sádicos se tutean con los taberneros y los nuevos eremitas buscan un lugar donde ocultarse de los pecados cuya penitencia, sin embargo, no dejará de alcanzarles.
Un mundo de rencillas ocultas y lealtades sin aspavientos, marcado por el frío y el aullido de un lobo, en el que se nos muestra que en los amables pueblecitos que los ecoturistas descubren con arrobada admiración también ha de esconderse la maldad, haciendo bueno el proverbio que afirma que todo pueblo chico es un infierno grande.
Esta no es la primera novela de Sebastià Bennasar, y se nota. Sin embargo, sí es la primera en verterse al castellano. Se inserta el autor mallorquín en la nómina creciente de autores que escriben desde la periferia geográfica, la cual es, asimismo, periferia cultural, enriqueciendo el discurso colectivo con su peculiar mirada.
Esto, la mirada, es asunto crucial: no se trata de buscar un paraje hermoso y contar desde él. Eso puede hacerlo cualquier turista. Se trata de hablar de lugares que se han respirado, de la forma de ver el mundo que tienen sus habitantes, de captar aquellos hechos universales que subyacen a sus peculiaridades y contárnoslos con honestidad.
El país de los crepúsculos consigue lo que algunos diletantes intentan: convertir parajes bellísimos en escenarios dignos de una buena historia de crímenes, sin traicionarlos y sin convertirse en una guía turística. Y, al contrario que esos diletantes, lo hace de manera elegante, inteligente y misericordiosamente breve.
Así pues, con su primera novela traducida al castellano (esperemos que no la última), Sebastià Bennasar consigue uno de esos libros perfectos para combatir el calor durante un fin de semana. No te durará más.
Tienes que ir a conocer la Vall de Boí, si no lo has hecho ya, porque vale la pena. Me apetece mucho leer la novela. Un abrazo
La verdad es que, leyéndola, aunque retrata el Vall de Boí en invierno y con el aislamiento y el frío, se me despertó un gran interés por ir. Esa mezcla de montaña, naturaleza y arte románico debe de ser espectacular. Y las fotos que he visto en Internet me hacen salivar. 🙂