Comerse las uñas

3 06 2016

calvino

Vuelvo al blog varias semanas y diversos hoteles con mala conexión a Internet más tarde. Tengo unos cuantos libros pendientes de reseñar y diversas entradas en la cabeza que acaso no escriba nunca. En estos días ando enfrascado en el cierre de una novela y el comienzo de otra, además de preparar un par de proyectos nuevos. Y, al mismo tiempo, procuro ponerme al día con la lectura y alterno ensayos de Virginia Woolf con los espléndidos cuentos de La manzana de Nietzsche, de Juan Carlos Chirinos (Ediciones La Palma, 2015) y varios textos más, entre los que está Correspondencia (1940-1985) de Italo Calvino (selección de Antonio Colinas y traducción de Carlos Gumpert, Madrid, Siruela, 2010), medito sobre cuáles son las posibilidades actuales de la literatura en general y de la novela en particular (lo cual es acaso bastante estúpido, porque equivale a intentar retransmitir el Tour de Francia mientras asciendes el Tourmalet) tras debatir con amigos y compañeros sobre esto y sobre lo difícil que es hoy en día publicar cuento y vender cuento y, en suma, vivir del cuento. Y justo tras esas charlas y esos debates (algo etílicos, en ocasiones, todo hay que decirlo) me topo con una página en la que Calvino le escribe a Silvio Micheli en 1946:

Confiaba en sacar un librito de cuentecitos, muy bonito y conciso, pero Pavese ha dicho que no, que los cuentos no se venden, que lo que hay que hacer es una novela. La verdad es que no siento necesidad de escribir una novela: a mí me gustaría escribir cuentos toda mi vida. Cuentos bien concisos, de esos que no puedas empezar sin llegar hasta el final, que se escriban y se lean sin tomar aliento, plenos y perfectos como un montón de huevos, que si quitas y añades una sola palabra, todo se hace pedazos. La novela, en cambio, siempre tiene puntos muertos, puntos que sirven para unir un trozo con otro, personajes que no sientes. Hace falta un aliento distinto para la novela, más reposado, no contenido y apretando los dientes como el mío. Yo escribo comiéndome las uñas. ¿Tú escribes comiéndote las uñas? Los escritores se dividen entre quienes escriben comiéndose las uñas y los que no. Hay quien escribe chupándose un dedo.

Y entonces me miro las manos y descubro que mis dientes no han dejado ni una uña sana, pese a que últimamente me dedico sobre todo a la novela. Todo esto durante unos instantes, los suficientes para poder tomar aliento y seguir pedaleando.

En la próxima parada escribiré esas reseñas. Palabra.





El palacio transparente

29 12 2011

Un rey tiene la siguiente pesadilla: las paredes de su palacio se vuelven transparentes y sus súbditos se reúnen para mirar a través de ellas. Al principio llegan a los alrededores de palacio mendigos de todos los barrios de la capital; luego de la región entera y, más tarde, de todas y cada una de las provincias del reino, incluidas las más alejadas de la metrópoli. En algún momento del sueño, la multitud de zarrapastrosos comienza a expresar su parecer acerca de cómo se hallan dispuestas las estancias, cómo están decoradas, cuánto habrán costado los innumerables objetos de valor que el palacio alberga. Finalmente, alguien pregunta quién habrá pagado todo eso y el eco de esa pregunta se propaga por entre el gentío. El rey, desde sus aposentos, observa en los rostros de la canalla un gesto de extraña lucidez, justo antes de que se desencadene en ellos la ira.

El rey despierta bañado en un sudor frío. Ha amanecido ya, pero la reina aún duerme. Durante unos instantes, el monarca se deja tentar por la idea de continuar acostado y buscar nuevamente el sueño. Sin embargo, prefiere levantarse, beber un trago de agua, acercarse a la ventana para tomar aire fresco y despejarse. Entonces los ve. Son miles, quizá decenas de miles. Miran fija y silenciosamente hacia el palacio. Se encuentran unidos por el hambre, por los harapos, por la ineluctable solidaridad de los hombres que comparten un sueño. Parecen tranquilos, pero el rey sabe que esa calma es solo un preámbulo a la rabia. Alarmado,  llama inútilmente a su guardia, que no acudirá.





Fragmento de una crítica musical

12 02 2011

… Y para concluir, añadiremos que, pese, a que la interpretación fue realmente lamentable, el auditorio aplaudió con fervor la ejecución del violinista, quizá porque esta fue lenta y dolorosa.





Poética de la carne, 1

27 09 2010

Al principio pensó que se trataba de un grano. Como estaba situado sobre el bíceps izquierdo y él tendía al sedentarismo, no le molestaba demasiado. No obstante, no le dolía. Era como un quiste sebáceo que no aporta incomodidad alguna allende la estética. Sin embargo, al observar su rápida evolución, comenzó a inquietarse: mientras que el lunes no abultaba más de unos milímetros y sólo lo notó al rascarse descuidadamente, el jueves por la noche, en cambio, había alcanzado las proporciones y la forma de una almendra. Además, presentaba un color violáceo que no indicaba nada bueno. Su mujer, igualmente preocupada, anunció que al día siguiente, por la mañana, irían al médico. Él, en contra de su costumbre, asintió.

De madrugada, le despertó un escozor insoportable. En la oscuridad, pudo palpar algo viscoso que cubría el forúnculo, ahora algo menos voluminoso. Supuso que era pus, que, en efecto, se trataba de un grano y que había reventado. Se levantó, cuidando de no despertar a su mujer, y fue al baño, agradeciéndose no tener que perder la mañana en la consulta del médico. Cuando encendió la luz, se enfrentó al horror: el fino hilo de sangre que recorría el antebrazo, el trozo de carne que se abría y cerraba en el inconfundible reflejo de un parpadeo, el ojo azul (ese ojo azul que no era suyo, que no pertenecía a su cuerpo y que formaba parte irremediable de él) devolviéndole una mirada de asombro.





Erotismo literario

28 08 2009

erotismoliterario

Aunque la novela había sido escrita por un autor que tenía fama de lascivo, le estaba resultando muy interesante. Ya de madrugada, se quedó dormida con el libro abierto contra su pecho. La despertó la agradable sensación de unos labios besando sus senos.





Filologías

3 08 2009

 

Dado tu profundo conocimiento de la lengua, procuraré amarte con faltas de ortografía. Disfrutaré cuando señales mis errores, gozaré con tus enmiendas y mi carne ágrafa se estremecerá al contacto con tu boca, que limpia, fija y da esplendor.





Atardeceres de Ítaca

13 06 2009

ulises-calypso

No podría negarlo: ningún vino más dulce que el de Ítaca, ninguna compañía mejor que la de Telémaco, ningún vientre más cálido que el de Penélope. Sin embargo, algunos atardeceres, Ulises da en contemplar el mar y, en silencio, añora las cóncavas grutas de Calipso.





Nuevo tema para Escher

24 04 2009
escher_belvedere

Escher: Belvedere

En un palacio hay una torre en la cual hay una sala donde hay un armario que alberga un cajón en cuyo interior hay una caja. Si abriéramos esa caja, descubriríamos que guarda un palacio, una torre, una sala…





Imperfecciones 3

9 04 2009

 hansel-y-gretel

Las pruebas, aun circunstanciales, no dejan lugar a dudas. Los restos de la anciana aparecieron carbonizados en el interior de un horno para cocer el pan, situado en la parte trasera de su vivienda, sita, a su vez, en un claro del espeso bosque. Aquélla apareció revuelta, con las ropas de los armarios en desorden y los cajones abiertos, de los cuales faltaban las alhajas de la señora. Interrogados varios testigos (un guarda forestal, dos leñadores, un pato), ha podido establecerse que los sospechosos regresaron a la aldea hacia el atardecer del día de autos, procedentes precisamente de esa zona. Especialmente clarificador resultó el testimonio del pato, que fue utilizado por ellos para cruzar el río. Localizada la vivienda que los menores comparten con su progenitor, efectuado el registro correspondiente y halladas en su poder las joyas de la víctima (con lo cual el robo quedaba establecido como el móvil más plausible),  procedimos a la detención de los sospechosos, así como de su padre, en calidad de posible cómplice o, en todo caso, encubridor del crimen.

Al comienzo de los interrogatorios, estas dos perversiones de la naturaleza disfrazadas de dulces infantes, pretendieron que creyéramos una historia increíble. Decían que, a instancias de su madrastra (recientemente fallecida), su padre los había abandonado a su suerte en el bosque y, atraídos por el aspecto culinario de la vivienda de la anciana (quien, en su ficción psicópata, asume el rol de una bruja antropófaga), fueron capturados por ella. Según ellos, la buena mujer pretendía engordarlos para comérselos. Ya en este punto de sus declaraciones, mi indignación fue tal que procedí a incomunicarlos e inicié interrogatorios por separado, como resultado de lo cual, finalmente, fueron efectuadas las confesiones que figuran en mi informe.

Contrastando las dos versiones, hemos logrado averiguar algunos hechos esclarecedores: que, abandonados, en efecto, los menores a su suerte en el bosque, llegaron a la casa de la víctima, quien, movida por la misericordia, les dio cobijo y alimento, y los cuidó durante varios días hasta que pudiera darse aviso a la autoridad competente, a la sazón el guarda forestal que hace su ronda por el aislado paraje una vez cada quince días; que, viendo que la anciana se hallaba débil e indefensa y que atesoraba piedras preciosas, oro, perlas y demás objetos valiosos, además de cierta cantidad de dinero en metálico, movidos por la codicia, decidieron matarla para despojarla de esas propiedades; que, aprovechando un momento de distracción y vulnerabilidad (cuando la víctima encendía el horno para cocer el pan) la niña, golpeándola a traición, la arrojó al interior del horno y cerró la puerta, con el resultado de la muerte por asfixia y combustión de su benefactora; que, tras desvalijar la vivienda, los asesinos huyeron a esconderse a la casa de su padre, obligando a un pobre pato inocente a que les ayudara a cruzar el río que de ésta los separaba.

Existiendo, pues, claros indicios de allanamiento, robo y asesinato con las agravantes de premeditación y alevosía, tal y como las pruebas, informes periciales, declaraciones y demás diligencias atestiguan, he ordenado el traslado al Juez Instructor, quien, con toda seguridad, hará buen uso de estos datos. En cuanto al padre, continúa siendo interrogado en nuestras dependencias, ya que, además, podría haber incurrido, por sus acciones previas, en delitos contra la infancia y el menor en las personas de los dos pequeños delincuentes.

Como ve, el asunto es sórdido y escabroso. Yo no me había enfrentado a cosa semejante en toda mi carrera como agente de la Ley. Quizá lo peor del caso sea que la ingratitud, la impiedad, el desprecio por las más mínimas normas de conducta, la iniquidad, en fin, en términos absolutos, hayan venido a habitar entre nosotros precisamente en las personas de esos dos pequeños, aparentemente tiernos e inocentes, lo cual viene a probar que la abyección más absoluta puede esconderse incluso en los seres más bellos.





Imperfecciones 2

25 03 2009

manzana

Los muy avaros afirman que si no llega a ser por ellos, no estarías donde estás.

Imposible negar lo obvio: ha habido un cambio cualitativo en tu modo de vida. Ya no tienes que lavar y planchar sus ropitas minúsculas, cuidarles la casa o cocinar para saciar su eterno apetito. Eso es cierto. Además, docenas de criados están a tu servicio para cumplir hasta el último de tus deseos. Pero no era exactamente esta la vida que esperabas.

Él te trata, eso es indudable, como a una verdadera princesa. Sin embargo, por las noches no es el mismo príncipe enamorado que adoraba tu cuerpo inerte. O, pensándolo bien, lo es más que nunca. De hecho, la única manera de despertar su pasión es ahogar la tuya; quedarte quieta, muy quieta, con los ojos cerrados y las piernas abiertas mientras él despliega sus instintos sobre el simulacro de tu cadáver.

Podría resultar increíble; no obstante, has acabado por llegar a una conclusión tan sorprendente como desagradable: por alguna enfermiza razón que no alcanzas a comprender, tu príncipe añora la época en que dormías en tu féretro de cristal.

Así que las cosas no son como habías soñado. Más bien todo lo contrario. Y ahora, para colmo, esta carta de esos siete pequeños traidores codiciosos. Como si les faltase oro, pretenden exprimirte con esa demanda por incumplimiento de contrato. Escoria minera…

No te gustaría parecer una ingrata, pero, a veces (principalmente por las noches, cuando el príncipe descarga su morbosa lascivia sobre tu cuerpo inmóvil) desearías no estar en Palacio, sino en el monte; no dormir en el mausoleo de tu lecho nupcial, sino en aquel plácido ataúd de vidrio; no devorar una tras otra bandejas nimbadas de perdices, sino continuar sintiendo aquel trozo de manzana atravesado en tu garganta.








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