Presentación de Morir despacio, la cuarta de Eladio Monroy

29 11 2012

Miércoles, 5 de diciembre de 2012. 20:00. Museo Domingo Rivero (calle Torres, 10,1º. Las Palmas de Gran Canaria). Presentación oficial, estreno absoluto, puesta de largo y parto de

Portada de Fernando ‘Montecruz’

Como ya sabrás, porque sigues este blog (y porque has leído el título de la entrada, qué diablos), esta es la cuarta novela protagonizada por Eladio Monroy. En la anterior entrega, Los tipos duros no leen poesía, dejamos a Monroy convaleciente física y judicialmente, prometiéndose a sí mismo y a los que tiene alrededor portarse bien, dejarse de chanchullos y hacer la vida de jubilado que un tipo de su edad y talla debería hacer.

La acción de Morir despacio arranca cuando Ernesto Barroso saca a Monroy de su retiro al pedirle que investigue acerca de las circunstancias del suicidio de su hijo Víctor, informático free lance que hacía trabajos para un periódico digital. El exmarinero no tardará en descubrir que la muerte del joven no está tan clara como afirma la explicación oficial y que no es la única víctima vinculada a una trama de corrupción que casi toda la ciudad conoce pero nadie denuncia.

Grupos de seguridad que se reconvierten en empresas de servicios de comedores escolares para obtener subcontratas compradas directamente a políticos sin escrúpulos y  propietarios de medios de comunicación que venden su silencio al mejor postor conviven en esta novela con líderes de sindicatos minoritarios y periodistas que aún creen en la ética. En un contexto de asalto al Estado del Bienestar por parte de los poderes económicos, Eladio Monroy se topará de frente con una realidad ante la cual habrá de preguntarse si realmente vale la pena tomar partido.

Javier Doreste Zamora es hijo de Ventura Doreste (un poeta y editor realmente legendario para nosotros), lleva toda su vida andando entre libros y, de hecho, trabaja para un gran grupo editorial. Además de eso (y de ser uno de los críticos más feroces que conozco), es un militante notable de Canarias por la Izquierda. Juan Manuel Brito Díaz es historiador e investigador social (en esta época en que nos hacen tanta falta los historiadores y los investigadores sociales) y desarrolla una actividad incesante desde Acción en Red Canarias, aparte de ser un orador estupendo y una persona de esas a las que apetece escuchar, porque siempre nos enseña algo. Ellos serán quienes me acompañen el próximo miércoles para hablar de esta nueva entrega y de los temas que aparecen en ella. Nos hemos planteado la presentación como un acto en el que podamos encontrarnos y debatir no solo sobre novela negra, sino sobre lo que nos está pasando, y en el que tú, si asistes, puedas también intervenir.

Así pues, ya sabes: nos vemos en el Museo Domingo Rivero para la presentación de Morir despacio, la cuarta de Eladio Monroy, el miércoles que viene, a las ocho de la tarde.  Y, como es víspera de fiesta, supongo (o me temo) que el acto se prolongará hasta que ya hallamos entrado en el día de la Inmaculada Concepción. Cuéntaselo a tus amigos. Y a tus enemigos. A tu cuñado. A tu suegra. Habrá literatura y debate. Chascarrillos y lenguaje malsonante. Como debe ser.

[Si no conoces las novelas anteriores, me adelanto a tu pregunta: no, no es necesario haber leído las otras tres historias para leer esta. Las historias de esta serie son autoconclusivas. Puedes, perfectamente, comenzar por el final y luego, si te apetece, echar un vistazo retrospectivo].





Nos vamos a Schamann

28 11 2012

Me nacieron y criaron en los bloques del Patronato Francisco Franco en Escaleritas, y no salí de ese barrio hasta los veintitantos años. Luego viví algún tiempo en Don Pío Coronado, compartiendo piso con mi hermano de letras y vinos, Antonio Becerra. Así que mi infancia y juventud están llenas de Cine Sol, Cine Plaza y Cine Apolo, de pollos asados en la calle Zaragoza, de Vídeo Club Apavi (¿se escribía así?), de galgos y de piscina 29 de abril. De hecho (lo confieso), la primera vez que envié flores fue a una niña de mi clase, que vivía en la calle Sor Simona y que no me hizo jamás maldito el caso porque yo era un gordito fondón que llevaba el pelo de cualquier manera y apestaba a colonia Brumel (mejor cuanto más cerca y en las distancias cortas es donde un hombre se la juega, inútil si la chica no te deja ni acercarte), rechazo sin el cual acaso no me dedicara hoy a lo que me dedico ni sabría amar como es debido a quien hoy amo.

Quizá por todo eso en algunos de mis textos aparecen el barrio de Schamann y el de Escaleritas. Por eso en Los tipos duros no leen poesía Eladio Monroy se hace seguir por la plaza de Don Benito y en La estrategia del pequinés (que aún no ha salido) uno de los personajes centrales vive y tiene negocio en la mismísima calle Pedro Infinito. Y quizá también por eso y porque voy a estar en compañía de buenos amigos a quienes, además, admiro, será un placer estar el viernes en este evento, que es el número 6 entre otros muchos.

Si eres un chamanero o chamanera de pro, o si, simplemente, te apetece pasar un buen rato entre libros y charletas, allá nos vemos.





Vaya semanita que te espera

27 11 2012

«Luego me dirás que aquí nunca pasa nada», acabo de soltarle a Eladio Monroy. Él se ha quedado un momento mirándome de perfil, como los loros, y ha continuado leyendo esos folletos que acabo de pasarle. Supongo que intenta ordenar la información, organizarse la agenda, calcular cómo va a compaginar todos esas actividades, a las que le apetece ir, con las citas que tenía ya apalabradas para esta semana, porque le debe una cena al Chapi y al Dudú, que le acaban de preparar a Naranjito para pasar la ITV, y además había quedado en ir al Monopol con Gloria para ver una peli francesa. Ahora a la Gloria le ha dado por el cine francés y Monroy se deja arrastrar al cine, siempre que la peli no sea de Eric Rohmer, que para ver pelis de ese tío, prefiere el vídeo de la boda de la hija de Matías, que por lo menos siempre saca una birra y una lata de berberechos.

-A ver si me aclaro: lo de Pepa Aurora es mañana, ¿no?

Le digo que así es. Mañana miércoles, a las ocho de la tarde, en el Club La Provincia (antiguo Club Prensa Canaria), se presenta un libro que ya tengo yo en casa, porque se lo robé a Gloria en un despiste: Literatura infantil y juvenil en Canarias.

El libro lleva el subtítulo «Apuntes para una historia» y, precisamente, eso es lo que es: un repaso a la literatura destinada a los más menudos en las Islas, desde los romances y estrofas que recitaban en las escuelas de la posguerra hasta los autores que han surgido en la última década. Pero este repaso ha sido realizado nada menos que por Pepa Aurora, maestra, escritora y cuentacuentos que lleva toda la vida entregada a esos tres oficios y, por tanto, los conoce como las líneas de sus manos.

Eladio asiente y yo puedo leer en su rostro que ya está seguro de ir mañana al Club Prensa (como él lo sigue llamando). Además, solo tiene que bajar a la calle y doblar la esquina, así que trabajo no le costará. Pienso que piensa eso, pero en realidad ya está pensando en el jueves.

El jueves 29 de noviembre, esto es, pasado mañana, en el Museo Domingo Rivero, Rafael Franquelo presenta Amador Onuba en Valladolid.

A Monroy los ojos se le espantan: «Carajo, ¡Rafael Franquelo! Dieciocho los ojos…».
Y es que sí, yo también me llevé una sorpresa al enterarme, porque hacía mucho que no sabía de él. Sé que Monroy no va a perdérselo. Además, el Museo Domingo Rivero está en la mismísima calle Torres, en el número 10, y el acto es a las ocho de la tarde, como el de mañana. «Pasas a recoger a Gloria por la librería, te la llevas a la presentación y, cuando termine, puedes ir a la última sesión del cine», le digo, adivinándole el pensamiento.

-Inútil eres e inútil vas a seguir siendo toda la vida -me dice a modo de respuesta-, pero para organizarme la tarde te das maña. Ahora: con lo del viernes tenemos un problemón.

Y, es cierto: el viernes 30 de noviembre, tenemos un problemón, porque se nos mezclan dos cosas: la Noche Bohemia de Schamann y la presentación del nuevo libro de Santiago Gil.

Santiago Gil presenta su última novela en Ámbito Cultural, a las 19:30. Lo nuevo de Gil se titula Yo debería estar muerto.

«¿Es la autobiografía de algún directivo de Bankia?», me pregunta Monroy. No pienso ni contestarle, porque, además, sé que lo hace por joder, que no se pierde nada de lo que publica Santiago y que, seguramente, me pondrá los cuernos el viernes y se irá para Mesa y López después de pasarse por Schamann por cumplir, como en los velatorios. Lo sé porque, después de releer la información sobre el evento del viernes, dictamina:

-Chacho, lo de Schamann es un trifostio de nombres y de horarios.

Ahí no le puedo quitar la razón. En la Noche Bohemia de Schamann, el viernes, intervendremos muchos y hasta la medianoche.

La cosa será en el número 43 de la calle Pedro Infinito, y empezará a las 18:00, con un encuentro con Susy Alvarado y José Luis Correa. No se trata de la típica mesa redonda que al final resulta ser cuadrada, sino de una reunión informal y abierta con los lectores.

Luego, a las 20:30 será «Entorno a Galdós, en torno a Galdós», el taller, impartido por Carlos Álvarez, y que durará hasta las 22:30.

-¿Y a este taller puede ir cualquiera? -me pregunta Monroy.

Le respondo que hay una inscripción previa, que hay un cupo de 20 talleristas, que hay que apuntarse antes del jueves enviando un correo a tallerliterario@schamannbohemia.es.

Por último, después de este taller, habrá un último encuentro con lectores que durará hasta medianoche (y que, conociéndome como me conozco al personal, puede que se prolongue en algún bar que dé cerveza fresquita). Ahí estaremos Alicia Llarena (de quien Eladio opina que es una de las cabecitas mejor amuebladas que hay por estos pagos), Carlos Álvarez y yo mismo, reuniéndonos con los lectores que podrán preguntar, opinar o, incluso, llegado el caso, ponernos a parir, si les apetece.  Vamos, que, como diría Monroy, echaremos un ratito y unas parrafiadas y, si se tercia, unos enyesques, que no todo va a ser darle a la sinhueso.

Monroy hace sus cálculos.

-La verdad es que puedo bajar a lo de Santiago Gil y luego subir para oír a Alicia.

Ahora sí que le pongo morros. ¿De modo que no vale la pena subirse a Schamann para oírnos a Carlos y a mí?

-Carajo, Ravelo, no te me pongas prima donna, que te tengo muy catao. Al flaco Álvarez y a ti los tengo muy oídos: que si la novela negra, que si la corrupción, que si Chandler y que si Jim Thompson. Está bien, pero para un ratito. Además, ¿tú sobre qué carajo piensas hablar?

-¿Sobre qué va a ser? Sobre ti, melón. Pensaba hablar Sobre ti y sobre cómo ves la ciudad.

-Pues eso.

Monroy visto por Montecruz





Otro adelanto de Morir despacio

15 11 2012

Morir despacio ya tiene presentadores y lugar de presentación. Como aún quedan cosas por confirmar, me callo nombres y lugares por el momento. Pero te doy la fecha de la puesta de largo: 5 de diciembre de 2012. Hemos pensado en esa fecha para que puedas llevarte algo para leer durante el puente.

Para que te vayas entreteniendo, te dejo el inicio de un capítulo, titulado:

Portada diseñada por Montecruz, por supuesto.

Banderas de Soria

El apartamento de Ito estaba situado en el piso octavo de un edificio que miraba, de un lado, a la avenida Marítima y el mar y, del otro, a la plaza del Fuero Real de Gran Canaria, más conocida como plaza de la Fuente Luminosa. Como la vivienda hacía esquina, desde las ventanas de su salón se podía disfrutar de ambas vistas: o el mar, ahora azul claro y tranquilo, con el Muelle Exterior paralelo al horizonte, en medio de las plataformas y los grandes mercantes atracados o fondeados en la bahía; o la plaza, en cuyo extremo ondeaba la Bandera de Soria, una gigantesca enseña de Gran Canaria que el político de ese nombre había alzado allí cuando presidía el Cabildo y que había motivado chistes en todo el territorio nacional (la mayor parte provocados por sus exageradas dimensiones, sus costes rayanos en lo absurdo y su absoluta inutilidad).

Cuando Ito le hizo pasar al salón mientras él, todavía en albornoz, iba al dormitorio para cambiarse, Monroy se quedó mirando aquel horror azul y amarillo, que siempre había visto solo desde abajo. El anfitrión, a su regreso, lo encontró aún así, apoyado en la ventana.

—A esta altura, parece una gilipollez todavía más enorme, ¿verdad? –dijo Diego Suárez, adivinando los pensamientos del recién llegado–. Un monumento al patrioterismo barato; como si tuviéramos complejo por tenerla pequeña.

—No hay mejor manera de describirlo.





Guerra avisada: La estrategia del pequinés en Alrevés

6 10 2012

Hace unas semanas anuncié aquí que ya estaba lista la cuarta entrega de la Serie Eladio Monroy, Morir despacio, que estará en el mercado, muy probablemente, el mes que viene, editada por Mercurio Ediciones, pero siempre con edición cuidada por Jorge Liria, que creyó en Eladio Monroy antes que nadie y en este novelista que soy yo antes incluso de que lo fuera.

Ahora ya puedo compartir, porque la editorial ya lo ha hecho público, que en febrero aparecerá La estrategia del pequinés en Alrevés Editorial.

Como comprenderás, siento la misma ilusión que un niño chico a mediados de diciembre, cuando piensa en vacaciones, dulces  y Reyes Magos, porque Alrevés tiene un catálogo interesante e independiente, en el que hay títulos de Víctor del Árbol, Susana Hernández, Gonzalo Garrido, Luis Gutiérrez Maluenda, Leo Coyote o el MAESTRO (sí, con mayúsculas y con todas las letras) Andreu Martín, al cual va a incorporarse ahora nada menos que Carlos Quílez.

La estrategia del pequinés es una novela dura, violenta y crítica. En ella aparecen pocos policías y, de estos, la mitad son corruptos. Es una historia sobre perdedores protagonizada por traficantes, parados de larga duración y prostitutas ambientada principalmente en Gran Canaria, cuya imagen no me canso de mancillar, con la misma fruición con que mancillan sus cuerpos los amantes. No va de resolver misterio alguno. Va, más bien, de saber quién será el próximo en estirar la pata.

Por ahora no cuento más. En febrero, cuando aparezca en el mercado, ya daré algunos detalles más acerca de este título, pero me apetecía compartir contigo, que sigues este blog y sé que a veces lees mis libros, esta noticia, más que nada porque me apetecía, aunque también para que luego no puedas decirme que no te lo dije.





El fascismo ya no es lo que era

16 09 2012

Monroy visto por Montecruz.

Hoy, echando el café en el Casablanca, le dije a Monroy que darle hacia atrás al reloj treinta y cinco años tiene sus peligros, sobre todo cuando hace treinta y cinco años estábamos saliendo (teóricamente) de una dictadura de otros cuarenta y todo cristo aprovechaba para reivindicar (pasándose, en muchas ocasiones, de la raya) los derechos que habían sido silenciados durante todo aquel tiempo. Eran tiempos de nacionalismos e independentismos radicales (enfrentados al no menos peligroso nacionalismo español) y de generaluchos que conspiraban contra otros oficiales que defendían la democracia (sí, todo hay que decirlo, ahí estaban también los miembros de la UMD).

La cosa es que reconocer a un facha es fácil: es el tipo de la camisa azul (o que la llevó hasta hacía poco), que llama Alzamiento al Golpe de Estado del 18 de julio de 1936, Cruzada a la Guerra Civil y sindiós a la II República. Se les llena la boca hablando del oro de Moscú y de la gloriosa División Azul. Cubren con un manto de reconciliación nacional a los miles y miles de ejecutados, desaparecidos, encarcelados, exiliados o purgados mediante los más variados procedimientos (desde la condena a la miseria al aceite de ricino). Aunque van de machotes por la vida, en realidad les da miedo casi todo: una mujer que decide por sí misma, un condón, un homosexual, un euskaldún o un historiador bastan para hacer que tiemblen los cimientos de todo su mundo y se apresuren a proclamar que esas y otras normalidades van contra la patria, la moral, el derecho, la tradición y/o la mismísima naturaleza (ya han descubierto que apelar directamente a Dios no era excesivamente popular, ahora que creer en Dios ya no era obligatorio).

«Pero esos fachas aprendieron», me contestó Monroy. Según él, ellos y sus hijos (naturales o espirituales) hace años que aprendieron a aparentar tolerancia (para que los demás fueran tolerantes con ellos), a fingir que solo les movía el deseo de paz y buena convivencia, a simular que el pasado no existe, que la tabula rasa es posible. Aprendieron a introducirse subrepticiamente en partidos democráticos de corte centrista, democristiano o, incluso, nacionalista (sí, porque si del cielo te caen limones habrá que hacer limonada y, en el fondo, la diferencia entre ser nacionalista español o serlo catalán, vasco o canario es una mera cuestión de grados, no de acceso personal al poder), cuando no a liderar movimientos que se declaran apolíticos o que se apresuran a decir que «ellos no son ni de derechas ni de izquierdas». Aprendieron también cómo funciona la propaganda, que el control de los medios de comunicación de masas era mucho más útil que el control de los ejércitos, porque una palabra puede ser más útil que una bala, y encima resulta siempre más rentable. Así, se tatuaron en las meninges el manual de falacias completo y se hicieron expertos en el argumentum ad hominem, la petición de principio, la generalización abusiva.

Le digo que siempre han estado ahí, que jamás cambiaron y que, aprovechando el asunto de la crisis, aprovechando el descontento, salen de sus cuevas, afilando sus sables. “Mira, si no, ese teniente coronel retirado, el amigo Francisco Alamán”.

Al oír esto, me mira aguantándose la risa.

—Coño, Ravelo, tú pareces gilipollas. Eso de los militares no va a ningún lado. Los que me dan miedo son los otros: los que se disfrazan de centristas, de reformistas, de liberales y, al final, no son más que la misma mierda de siempre. Ese teniente coronel está más pasado de época que las cintas del Fary. El problema no es la vieja guardia. Esos no engañan a nadie. El problema son los que aprendieron y los hijos de los que aprendieron, los que se pasan la vida con la constitución en la mano para defender la “indisoluble unidad” y la corona, pero la pisotean para todo lo demás; los que, cuando se habla de defender a las minorías, solo piensan en la minoría privilegiada; los que, en materia de educación, cuando dicen “excelencia” piensan en “elites”, y no precisamente intelectuales; los que claman por la laicidad siempre que afecte a los musulmanes y no a los católicos; los que aprovechan la indignación de la gente para colarle la cadena perpetua y hacerse con un código legal que les permita reprimir a todo aquel que les toque los humildes. Esos son los que me dan miedo. A un militar cabreado, se le quita la pistola y se le manda al calabozo. Pero ¿a un facha involucionista disfrazado de centrista reformista, qué puedes hacerle? ¿Eh? ¿Qué vas a hacer contra estos, que son los realmente peligrosos?

Me quedo un momento en silencio, pensando. Se cansa de esperar y está a punto de sacudirme por los hombros.

—Pero, melón, ¿todavía no lo sabes? Desobedecer.





Nueva temporada

13 09 2012

Llega la mitad de septiembre. O hemos llegado a mitad de septiembre, pues, si hay algo que aún no he aprendido a determinar si el tiempo viaja por nosotros o nosotros por el tiempo. En cualquier caso, de nuevo están ahí el curso escolar y el curso político, la amenaza de la nebulosa futbolística (que todo lo fagotiza) y los nuevos lanzamientos editoriales, que no siempre literarios. Este otoño, frente a un montón de estupideces, me dicen los medios y algunos pajaritos bien informados que vuelven algunos de los buenos: habrá libros de Marías o de Landero y se reeditará todo Carvalho, cosa que los más jóvenes, los coleccionistas y los lectores (entre los cuales me incluyo) de Vázquez Montalbán agradecerán como se merece.

Manuel Vázquez Montalbán. Fuente: http://www.trabalibros.com

Para mí septiembre llega como casi cualquier mes: cargado de trabajo. Sin embargo, es momento de aprovechar para renovar contenidos de iniciativas que ya estaban ahí. En estos días, mientras aún preparo la publicación digital de las prácticas de los participantes en Factoría de Ficciones y en el Laboratorio Creativo Anroart de la pasada edición (el verano ha sido corto, duro, caluroso y laborioso), ultimo el programa y el calendario de este último, que daremos a conocer dentro de poco. De ambas cosas (publicaciones digitales y programa y calendario del Laboratorio) daré aviso, esperemos que en breve, aquí mismo. Además, vuelve, renovado en contenidos, el Taller de Introducción a la Narrativa en Unibelia. La presentación tendrá lugar la próxima semana, en una charla gratuita que Unibelia anuncia, con su habitual optimismo, como «amena». No sé si lo será, pero intentaré que pasemos un buen rato.

Pero hay otras actividades que también estrenan temporada. Por ejemplo, la banda de .38, capitaneada por Ricardo Bosque y que se dedica a divulgar impunemente lo negrocriminal, regresa este otoño con fuerzas renovadas y el claro compromiso de gastar un poco más de mala baba, después de que sus miembros decidiéramos unánimente hacer más daño, ya que, tras hacer autocrítica, descubrimos con sorpresa que habíamos sido demasiado buenos.

También (y ahí entono el mea culpa), hemos sido demasiado buenos en La buena letra, ese ratito que pasamos una vez a la semana en el Hoy por Hoy de SER Las Palmas, antes o después del cine, con Francisco Melo Junior. Eva Marrero me ha tirado personalmente de la oreja y yo, en venganza, añadiré a la ya habitual recomendación literaria de la semana, una desrecomendación en toda regla, principalmente de algunos de sus libros favoritos. Además, no será esta la única de las novedades que perpetraremos esta temporada. El espacio, por cierto, vuelve a su día habitual, los viernes, aunque comenzaremos algo más temprano, sobre las 12:20. Si no dispones de transistor, puedes oírlo aquí.

Comenzamos mañana mismo, con una desrecomendación y una recomendación. Y la recomendación, por cierto, es una absoluta primicia: una novelaza que dará mucho que hablar, el primer estreno de la temporada literaria en Canarias, que ni siquiera se ha presentado aún y al cual he tenido acceso gracias a mis malas artes. Así que, si yo estuviera en tu lugar, no me perdería mañana el programa que conduce Eva Marrero, y sus dos últimas secciones: La buena letra y el cine con Junior.

Y, además de todo esto, ya sabes, si sigues este blog, que dentro de poco aparecerá Morir despacio, la cuarta novela de la Serie Eladio Monroy.

Así pues, trabajo no falta, pero eso no es excusa para dejar de estar donde hay que estar: ahí, en la calle, defendiendo esos derechos que nos van quitando a golpe de asustarnos con el coco de  rescates y primas de riesgo. Por ejemplo, este mismo sábado, 15 de septiembre.

Mientras tanto, seguimos trabajando, viajando por el tiempo que, lo acabo de pensar, siempre es mejor que dejar que el tiempo viaje por nosotros.





Morir despacio

3 09 2012

Si eres parte del puñado de noveleros y noveleras (dicho sea en la mejor de sus acepciones) que siguen las andanzas de Eladio Monroy, ya sabrás que llevo intentando cargármelo desde 2006 y que no hay manera. El muy cabezudo vuelve siempre. Ahora le ha dado por reaparecer, en una última entrega cuya edición se encuentra ahora mismo en preparación y que aparecerá, impresores mediante, en octubre.

Esta cuarta novela se titula Morir despacio y arranca con el descubrimiento del fiambre de un aparente suicida. A petición del padre del finado, Monroy acepta echarle un vistazo al asunto. Y, por supuesto, cuando huele a podrido suele ser porque hay algo pudriéndose. En este caso, los cadáveres de un par de chanchullos.

Como siempre, mala leche, energúmenos que se arrastran por la ciudad y hostias como panes para intentar leer derechito en los torcidos renglones de la realidad más cercana.

Y como en Ceremonias la fidelidad se paga, aquí tienes una primicia solo para ti: dos paginitas iniciales para que las consumas, si te apetece, como aperitivo.

Eladio Monroy visto por Fernando ‘Montecruz’

 

La pátina caliginosa cubría Las Palmas de Gran Canaria. Con nocturnidad alevosa, los vientos africanos habían transportado la calima hasta la isla durante el domingo, depositándola sobre la ciudad de la luz y los despojos. El lunes, al amanecer, se había precipitado ya sobre el paisaje: una capa de polvo amarillento lo cubría todo, empobreciendo colores, deshaciendo en una nebulosa unánime los contornos de edificios, muebles urbanos, semáforos y automóviles. De haber tenido la posibilidad, los habitantes de la ciudad se hubieran quedado en casa, escondidos en un cuarto en penumbra, con un ventilador y una botella de limonada cerca, soñando con una lluvia mansa e incesante que limpiara el aire y se llevara el polvo hasta el mar. Pero no era posible: la descarga eléctrica de cada día había vuelto a sacudir el hormiguero y, con la resignación que confiere el hábito periódico, la gente arrastraba por las aceras la disnea y el empanamiento, dirigiéndose, como todos los lunes, a sus quehaceres, porque las calimas de cada año no eran justificación suficiente para no ir a trabajar, a la compra, al colegio, a las gestiones burocráticas. Los alérgicos, los asmáticos, los afectados de migrañas sufrirían un tormento bíblico que quizá (solo quizá) les concediera una tregua a la caída del sol.

Eladio Monroy no era alérgico. Tampoco asmático. No padecía migrañas. A él, la polvajera simplemente lo ponía de mala hostia, como a todo dios. La sensación de cansancio, la abulia impenitente, la sequedad de mucosas y un exponencial aumento de su ya proverbial mala baba, aplatanada y pachorrienta eran las consecuencias del periódico e indeseable fenómeno atmosférico, ese anticipo del infierno que volvía cada temporada, el pago regular que hay que satisfacer por ser inquilino de un supuesto paraíso. Así, malhumorado y ceñudo, entró en el Bar Casablanca, ocupó su mesa y abrió el periódico mientras el tuerto Casimiro le traía el cortado de siempre en la taza cascada de costumbre.

Monroy no había dejado de acudir al Casablanca, pero sus visitas eran más breves que antes. Por un lado, el periódico resultaba cada vez menos interesante (la realidad, en general, lo era cada vez menos); por otro, desde que ya no se podía fumar en el local, tenía que elegir entre el cigarrillo y el café, y a él (como a muchos) lo que le gustaba era combinar ambos vicios. O ambos placeres, como se decía antes de que todo diera cáncer.

Casimiro, cuando endurecieron la normativa, pensó en instalar una mesa de terraza, pero tuvo que enfrentarse al escollo infranqueable de la estrechez de la acera de León y Castillo en la zona en la que el bar se hallaba enclavado. Acabó contentándose con poner un cenicero alto en la entrada. Por supuesto, hubo de soportar las quejas de los clientes y las tropelías de la muchachada, que se hacía un simpa (apócope de “me piro sin pagar”) con la excusa de salir a fumar un cigarrito. Los simpas los combatió cobrando al servir a todo aquel que no fuera cliente habitual (piñita asáa, piñita mamáa, solía decir Casimiro para describir el procedimiento). De las quejas lo libró el tiempo, la costumbre, esa habilidad incomparable de los canarios para habituarse a convivir con el absurdo.

Con todo, a Monroy también le quedaron pocas opciones: leer el periódico tomándose el cortado pero sin fumar o bien tomarse el cortado en la calle, en un vaso de papel, fumando su cigarrillo pero sin leer el periódico, lo cual no solo le restaba gracia al asunto, sino que le hacía pensar que era una gilipollez recorrerse media León y Castillo para pagar un cortado que tendría que tomarse en la puta calle como un paria, en lugar de quedarse tranquilamente en su casa y consumirlo como le saliera de las ingles.

Pero dejar de tomar allí sus cortados matinales, así como sus menos frecuentes cervezas vespertinas, hubiera sido lo más parecido a una deslealtad hacia Casimiro, cuyo negocio ya iba bastante mal antes de la Ley Anti-Tabaco, la crisis y la madre-que-parió-a-to-esto, expresión con la cual el tuerto solía referirse al estado de cosas originado cuando los efectos de la situación socioeconómica nacional llegaban hasta su pequeño mundo de vasos turbios, pan bizcochado y tapas de ropavieja.





Ajetreos

30 05 2012

Ahora que estamos solos, aprovecho un rato de relax durante el Día de Canarias, para contarte estos, para mí, han sido días de mucho ajetreo y mucho trabajo público (y con público), pero sarna con gusto no pica, aunque sea a costa de tener algo abandonado este blog. Por lo pronto, en las últimas semanas Factoría de Ficciones ha alcanzado ya su ecuador (comienzan a aparecer algunos de los cuentos en el blog correspondiente) y ambos grupos del Laboratorio Creativo Anroart se encaminan ya hacia el desenlace de esos talleres que venimos desarrollando  en las instalaciones de la ULPGC desde el otoño pasado.

Por otra parte, también ha habido muchos contactos con colegios e institutos. Los más recientes: un taller en torno a El corazón delator, de Edgar Allan Poe, en el Colegio Oficial Alemán en Las Palmas de Gran Canaria y un taller de cuento literario en el IES Teror. Los resultados de este último irán apareciendo también en un blog abierto ya hace algún tiempo por anteriores almnos y alumnas de ese mismo centro.

Con los talleristas del IES Teror. La foto es de Toñi Ramos, activista literaria oficial.

Y, a todo esto, viene a sumarse una nueva actividad: un taller de introducción a la narrativa que tendrá lugar en Unibelia. Comenzaremos la próxima semana (el 7 de junio), pero mañana jueves tendrá lugar una primera actividad, abierta al público en general (aunque, por motivos de aforo, es necesario hacer reserva previa).

Por la foto y el enunciado parece que soy un escritor serio y sesudo, pero tú ya sabes que prefiero la artesanía. Así que, si te apetece pasar un rato tratando sobre artesanías narrativas, ya sabes dónde nos vemos.

Además de todo esto (y de algún otro proyecto que está a punto de comenzar), aprovecho que estamos en la intimidad para contarte que también sigo trabajando en casa y que ando enfrascado en una nueva novela de la serie de ese cascarrabias que tantos enemigos me crea, el viejo Eladio Monroy. Y, ya lo sabes, guerra avisada…

 

 





El dichoso Eladio

17 06 2011

Yo le digo que Geronimo Stilton, Kika Superbruja y hasta el mismísimo Bob Esponja (a quien pienso seguir proponiendo como Presidente del Gobierno) llevan toda la temporada visitando centros comerciales y ferias del libro para encontrarse con los seguidores de sus aventuras.

Pero Eladio Monroy responde que Stilton es un odioso capitalista, que pertenece a la patronal y que al enemigo ni agua. Que Kika Superbruja aún no acaba de convencerle como modelo. Y Bob Esponja, últimamente, es demasiado «popular» para su gusto. Vamos, dice que no son ejemplos, que ya viajó lo suyo cuando andaba en la mercante y que para él todo viaje es largo, aunque sea aquí al lado, a la isla hermana. Por lo tanto, concluye que no, que no se mueve de la calle Murga, que todo eso de presentar los libros le resbala, que me busque la vida.

Así que me toca a mí pasearlo. Amén de la local (a la que tampoco fue, porque había quedado con Gloria) en los últimos tiempos ha habido presentaciones y encuentros sobre Los tipos duros no leen poesía en Arona, Bruselas y Madrid, si mal no recuerdo, por estricto orden cronológico.

Eso sí, salgo ganando. Si Monroy prefiere quedarse en casa, él se lo pierde, porque en cada viaje me encuentro con gente fantástica que me trata estupendamente y que me arropa haciendo subir los termómetros de la amistad muchísimo más de lo que nunca hará él, que es un borde y un melón. Así que él se pierde, por ejemplo, el encuentro que tendremos hoy, a las 20:30 en Las noches de Mistério, una velada de las que organiza la banda de la Librería Mistério, en La Laguna.  Y se pierde, también, el ratito agradable que pasaremos mañana, a partir de las 12:00, en la caseta de ese misma librería en la Feria del Libro de San Cristóbal de La Laguna, en la plaza del Adelantado.

Sé que allá habrá amigos y amigas viejos o nuevos, interesándose por las cosas que le ocurren a este sujeto tan poco interesante, mientras él se queda aquí, jodiendo la marrana y frecuentando a quien no debería frecuentar. Pero, qué se le va a hacer, cada palo que aguante su vela. Después que no me diga eso de que «todo lo bueno se lo pierde». Y, por supuesto, no pienso traerle ni un mísero marcalibros, así que de la botella de vino de Tacoronte que me pidió, que se vaya olvidando…

 








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