La parcela de Dios. El improbable oro de los Walden

25 10 2014

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La parcela de Dios, una de las obras mayores y más originales de Erskine Caldwell, es una historia de sexo y violencia que transcurre entre las abandonadas plantaciones de Georgia y las ciudades fabriles devastadas por la Gran Depresión Norteamericana de los años treinta.

La parcela de Dios, de Erskine Caldwell, Barcelona, Navona, 244 páginas

La parcela de Dios, de Erskine Caldwell, Barcelona, Navona, 244 páginas

Ty Ty Walden, desde siempre, destinó un acre de su finca a Dios: decía que lo que diera esa parcela lo donaría a la Iglesia. Pero hace tiempo que Ty Ty y sus hijos no cultivan nada. Se dedican a horadar el suelo, cavando zanjas y más zanjas, buscando un improbable filón de oro. Absurdamente, prefieren gastar su tiempo y su esfuerzo en la búsqueda de una quimera, en lugar de hacer algo productivo. Cuando comprueban que en una de las parcelas no hay nada, buscan en otra. Y así, cavando aquí y allá en la finca, cuando quieren perforar en la parcela para buscar oro, la cambian de sitio. Sería tremendo que el oro apareciese precisamente en la parcela de Dios.

Con este arranque, Erskine Caldwell nos va a contar la historia coral de Ty Ty y sus hijos: Darling Jill, una chica coqueta y promiscua; Jim Leslie, que dejó la casa familiar e hizo fortuna como prestamista y especulador; Rosamund, que vive está casada con un obrero de las hilanderías, Will Thompson, implicado en la lucha de los obreros por apoderarse de las fábricas y fundar una cooperativa y que cobrará un inesperado protagonismo hacia la mitad de la novela; y Buck, casado con Griselda, cuya belleza va a provocar la desgracia cuando entra en contacto con Will y con Jim Leslie.

Como en La ruta del tabaco, un erotismo animal e incontrolable recorre toda la novela, de tal forma que la concupiscencia va a generar la mayor parte de los muchos conflictos que nos encontramos en ella. Como dice el propio Ty Ty:

Alguien nos ha jugado una mala pasada. Dios nos puso en cuerpos de animales, pero quiso que nos comportáramos como personas. Ese fue el principio de todos los males. Si Él nos hubiera creado como somos, y no nos hubiera llamado personas, hasta el más tonto de nosotros sabría vivir.

Además del erotismo y de presentar a la clase rural de Georgia envilecida por la inactividad y la ignorancia, La parcela de Dios se introduce en el proletariado urbano, mostrando la devastación social producida por el capitalismo. Pese a la aridez general de su estilo, Caldwell alcanza altas cotas de un raro lirismo en las páginas dedicadas a esas poblaciones del valle, donde “la belleza mendigaba y la sed de los hombres fuertes resonaba en el vacío como el gimoteo de mujeres maltratadas”.

No es de extrañar que la novela, publicada en 1933, fuese inmediatamente perseguida. En Georgia fue prohibida y en Nueva York autor y editor se enfrentaron a juicios por inmoralidad. Después de todo, La ruta del tabaco ya le había puesto en el punto de mira de la censura más conservadora. Pero, igual que ocurrió con esa novela inmediatamente anterior, La parcela de Dios también fue un rotundo éxito de ventas.

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Erskine Caldwell nació en 1903 en Moreland (Georgia), hijo de un pastor presbiteriano y pasó su infancia viajando con su padre por el Sur de Estados Unidos. Pero parece ser que en Georgia, en su tierra, no podían ni ver a este individuo que, en sus novelas y cuentos, describía con pelos y señales la miseria, el machismo y el racismo de una sociedad ignorante y prejuiciosa, envilecida por el hambre y la anomia.

Caldwell trabajó en diferentes oficios manuales y eso le permitió conocer muy bien la vida de la clase trabajadora, que es la que plasma en sus novelas. Sus primeras novelas fueron El bastardo y Pobre loco (que ya tuvieron problemas con la censura), pero la que realmente le consagró fue El camino del tabaco, que conocería una exitosa adaptación teatral y una cinematográfica, dirigida por John Ford.

A La parcela de Dios le seguirían otros títulos también estupendos, como Tumulto en Julio, El predicador o Tierra trágica.

Pero esas novelas tardaron mucho en publicarse en España, a causa de que en su momento no pasaban la censura franquista y luego, en los años ochenta, Caldwell parecía haber pasado de moda. La parcela de Dios, por ejemplo, solo fue publicada en España en 2008, traducida por Vicente Campos.

Escribió unas cuarenta novelas, además de ensayos y libros de relatos.

Así pues, para esta semana, esta novela llena de humor negro, denuncia social y erotismo animal: La parcela de Dios, publicada en Barcelona por Navona (nunca les agradeceré lo suficiente sus rescates), 244 páginas brutales, puestas al servicio del ser humano.





Para comenzar a descubrir a Erskine Caldwell

29 06 2013

La buena letra de esta semana es otra de sexo y violencia. Sexo larvado, sucio, nada sofisticado, animal, satisfecho como una necesidad fisiológica más. Y violencia igualmente inconsciente, esa del arrebato, la del hambre, la que tiene que ver con la otra, la invisible, la estructural. Una chica de cuerpo voluptuoso y labio leporino arrastrándose por el suelo hacia un tipo que tiene en sus manos un saco de nabos, ese saco de nabos cuya presencia desatará la violencia; una predicadora de mediana edad casándose con un adolescente al borde de la discapacidad psíquica; un automóvil en manos de un cretino que causa la muerte a quienes están a su alrededor. Y miseria y egoísmo y vileza, pero, al mismo tiempo, pura humanidad, siempre de la peor, en pequeñas explotaciones agrarias que salpican un vasto territorio olvidado por Dios y por el Capital hace mucho, mucho tiempo. Eso es, entre otras cosas, El camino del tabaco, de Erskine Caldwell. Una novela devastadora, brutal, escrita con elegante aridez y, en algunos momentos, con un humor y un erotismo salvajes.

El camino del tabaco, de Erskine Caldwell, Barcelona, Navona, 195 páginas

El camino del tabaco, de Erskine Caldwell, Barcelona, Navona, 195 páginas

Escrita en 1932 cuenta la última degeneración, los últimos pasos en la miseria de Jeeter Lester, un cultivador de algodón de Georgia que no cultiva nada desde hace unos años y que convive en su paupérrima hacienda con su mujer, Ada, y los dos últimos hijos que le quedan: un adolescente borderline  y una chica llena de volutuosidad, pero estigmatizada por su labio leporino. La otra hija que les quedaba en casa, Pearl, ha sido casada a los doce años con un carbonero. Pero no fue esta su única progenie:

Ada y Jeeter habían tenido diecisiete hijos. Cinco de ellos habían muerto y los restantes se habían dispersado en todas las direcciones, quedando en casa solamente Dude y Ellie May. Es cierto que Pearl estaba a solo tres kilómetros de allí, pero nunca había vuelto a visitar a sus padres y estos tampoco habían ido a verla. Los niños muertos habían sido enterrados en distintos lugares del campo y, como no se habían marcado sus tumbas y la tierra había sido arada después de ser enterrados, nadie hubiera sabido encontrarlos, de haberlo querido.

Como muchas otras familias de cultivadores, los Lester dejaron de poseer sus tierras cuando fueron adquiridas por grandes propietarios, y se convirtieron en paradójicos arrendatarios de sus propias granjas, pero fueron abandonados a su suerte por los latifundistas cuando el precio del algodón se desplomó a finales de los años veinte. Y ahora sobreviven ahí, en sus granjas aisladas a las que solo puede accederse a través de los caminos del tabaco trazados por sus antepasados, debatiéndose entre la indolencia, la miseria material y moral, la ignorancia y la pura apatía, que, combinadas, les impiden iniciar empresa alguna.

A lo largo de la novela, descubriremos que la vileza de Jeeter puede alcanzar límites insospechados, pero que su maldad no es ni siquiera productiva, sino que le depara un desastre tras otro, a él y a los que tiene a su alrededor, hasta adentrarse en el territorio de lo grotesco.

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Así las cosas, no es de extrañar que este libro fuera rápidamente prohibido en Georgia, como otros libros de Caldwell. Parece ser que allí, en su tierra, no podían ni ver a este individuo que, en sus novelas y cuentos, describía con pelos y señales la miseria, el machismo, el racismo y la vileza de una sociedad ignorante y prejuiciosa, envilecida por el hambre y la anomia.

Caldwell nació en 1903 en Moreland (Georgia), hijo de un pastor presbiteriano y pasó su infancia viajando con su padre por el Sur de Estados Unidos.

Trabajó en diferentes oficios manuales y eso le permitió conocer muy bien la vida de la clase trabajadora, que es la que plasma en sus novelas. Sus primeras novelas fueron El bastardo y Pobre loco (que ya tuvieron problemas con la censura), pero la que realmente le consagró fue esta, El camino del tabaco, que conocería una exitosa adaptación teatral y una cinematográfica, dirigida por John Ford.

Su siguiente novela, La parcela de Dios, vendió la friolera de 10 millones de ejemplares, pero también fue atacada y censurada. Éxitos y escándalos semejantes conocerían también Tumulto en Julio, El predicador o Tierra trágica.

Suele compararse a Caldwell con Steinbeck y con Faulkner. Los primeros amigos que me lo recomendaron (entre copas de vino y platos de jamón), me dijeron que era “una especie de Faulkner, pero con la puntuación en su sitio”. El estilo de Caldwell es, en efecto, más parco, más rápido, más convencional, sin grandes alardes formales: cuenta a los personajes desde fuera, con una frialdad que amplifica el patetismo de las vidas de estos.

Caldwell escribió unas cuarenta novelas, además de ensayos y libros de relatos. Conoció la admiración de Ezra Pound, Saul Bellow y el propio Faulkner.

Para quien ha leído a Faulkner, Steinbeck, Carson MacCullers, Flannery O’Connor o Truman Capote y gusta de novelas escritas con las tripas, con lucidez sorprendente, con sinceridad inmisericorde, adentrándose en el sótano de las pasiones humanas, se me antoja un autor imprescindible.

Así pues, esta semana de comienzos del verano, te propongo adentrarte en el deslumbrante y perturbador universo de Erskine Caldwell con El camino del tabaco, publicada en Barcelona por Navona (nunca les agradeceré lo suficiente sus rescates), 195 paginitas para leer rápido y pensar despacio que no dejarán indiferente a nadie.

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