
El fondo de los charcos, de Javier Hernández Velázquez, Tenerife, Baile del Sol, 390 páginas.
El libro que te traigo hoy es la más reciente novela de Javier Hernández Velázquez, El fondo de los charcos, una de esas que nos gustan, con sexo y violencia, pero también con algo más. El fondo de los charcos toma su título de un verso de Domingo López Torres (sí, ese poeta a quien arrojaron al mar metido en un saco antes de cumplir los veintisiete y que llamaba a los retretes «violadas espirales de la prisa»), con quien se abre y se cierra el libro, como si se nos quisiera recalcar en su triste final que de aquellos polvos vinieron estos lodos.
Es una novela populosa no solo en personajes, sino también en argumentos y en géneros. Transcurre, principalmente, en tres momentos históricos diferentes y, a cada uno de ellos corresponde una novela distinta, que se entrevera con las otras a través de diversas líneas temáticas que vienen a confluir en un laberinto llamado Santa Cruz de Tenerife, por el cual seguimos a un tipo de pasado oscuro y futuro incierto llamado Héctor Vázquez. Me explico:
Por un lado, tenemos una novela negra perfectamente contemporánea, en la que hay crímenes, desapariciones misteriosas, una investigación policial y un juego de conspiraciones y verdades a medias. Por el otro, hay una novela acerca de lo que se dio en llamar la Facción Surrealista de Tenerife, la vanguardia histórica que fue una de las punta de lanza del arte y la literatura de la II República Española, aglutinada en torno a Gaceta de Arte y que fue cercenada por el Golpe de Estado de 1936. Y, por último, pero dando cohesión a toda la novela, la historia de una familia perteneciente a la burguesía santacrucera, los Sonseca, cuyo patriarca es una especie de gozne entre los Alzados y los vanguardistas y estará involucrado en el renacimiento cultural que prefigura la postmodernidad en épocas de la Transición.
Así pues, una novela del Siglo XXI, una novela de los primeros días de la guerra y una novela sobre la Transición. Los puntos de confluencia de estas tres historias son dos hechos delictivos: el asesinato de Víctor Sonseca, el nieto del patriarca de esa familia, y el robo de El señor de las tribulaciones, una valiosa talla que estuvo en manos de este último y que, como descubriremos, ejerció una influencia vital en la conducta de Francisco Franco en los días previos al 18 de julio.
A Vázquez se le descubre en las primeras páginas en un flashforward (o prolepsis, si se prefiere el término específicamente literario), un adelanto de los momentos previos al desenlace del conflicto. A partir de ahí, vamos a recorrer con él los 97 días de invierno que lo llevaron hasta ese momento en el que está esperando la muerte, 97 días de una investigación a lo largo de la cual descubrirá las relaciones de Víctor Sonseca con políticos, empresarios y periodistas de la Isla, sus negocios turbios en relación a los negocios inmobiliarios y, al mismo tiempo, el papel jugado por Antonio Sonseca, el patriarca, durante la guerra, la posguerra y la transición, siendo un factótum del Movimiento, pero intentando salvar las obras y, sobre todo, las vidas de los intelectuales de izquierda.
A lo largo de esta investigación, Héctor Vázquez va a reencontrarse con ese fantasma del pasado que fue el viejo Sonseca, pero también con otros fantasmas bastante más corpóreos, como la abogada Carla Bernal, la viuda de Víctor, o la seductora y peligrosa Cristina Weber, una escritora y ladrona de obras de arte de ascendencia irlandesa de quien se había enamorado en su juventud.
En resumen: una novela para leerla con placer, al mismo tiempo que descubrimos muchas cosas sobre nuestra literatura y nuestro arte, esos que el franquismo y el hecho periférico ahogaron en el olvido.
(El fondo de los charcos se presenta hoy, 14 de octubre a las 19.00, en el Salón de Actos del MAC (Mutua de Accidentes de Canarias). Calle Robayna, nº2 de Santa Cruz de Tenerife.
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