[Después de un paréntesis forzoso, dictado por algunas agradables obligaciones, vuelve La Buena Letra. Si quieres escuchar el podcast, con entrevista al autor incluida, solo has de hacer clic aquí]

La pluma del arcángel, de Carlos Álvarez. Hora Antes Editorial, 220 páginas
En 2000 Alfaguara editó La pluma del arcángel, de Carlos Álvarez, una novela que había obtenido el Premio Benito Pérez Armas. Aquella edición se agotó pronto y esta historia ambientada en la Gran Canaria de 1520 ha permanecido descatalogada hasta este mismo mes, cuando Hora Antes ha vuelto a publicarla. Ocasión feliz, pues se trata, en mi opinión, de una de las mejores novelas históricas escritas en Canarias en las últimas décadas.
El asunto: a la isla de Canaria llega un nuevo inquisidor, Fernán Ximénez, un tipo austero, ambicioso, intransigente y amargado. Y esa llegada va a desordenar todos los muebles en la incipiente, heterodoxa y próspera sociedad isleña, en la que conviven en armonía cristianos nuevos y viejos, amancebados y prostitutas, aventureros y librepensadores, lejos de la alargada mano del Santo Oficio, en lo que es parte de la primera colonia española en ultramar.
A ese mundo diferente y tolerante, ese experimento social en el que conviven tantas culturas y formas de vivir, llega Ximénez con sus ínfulas y su intolerancia, para amargarle la vida a todo Dios: a Martín Toscano, judío converso que había venido a Canarias precisamente huyendo de Ximénez (que también es mala pata); a la vieja Farfana, hechicera, alcahueta y prostituta a sus horas; al teniente Múxica, mujeriego y valiente; o al mismísimo Diego de Herrera, el gobernador civil, con quien, desde el comienzo, el inquisidor entablará una la discordia que estallará necesariamente en un enfrentamiento entre la justicia civil y la eclesiástica.
Este conflicto es la espina dorsal de esta novela que, aunque breve, es populosa en personaje, tramas y subtramas, en historias dentro de historias, que entran con naturalidad en ella: cuentos de piratas; engaños tramados por alcahuetas y sirvientes (en divertidísimos guiños a la novela picaresca); historias de tesoros ocultos y apariciones del Diablo, de aventuras bélicas pero también de faldas, y muchos pasajes erótico-festivos, en los que no se salvan ni las cabras. Y, sobre todo, hay personajes, de todas las procedencias y clases sociales (aparte de los mencionados, están el pescador Antón Carreño, el pregonero Nemesio Quiroga, Alonso de las Hijas y el mismísimo Cairasco de Figueroa, a través de cuya mirada se hace la luz sobre muchos de los aparentes misterios que se suceden en la novela). Todo eso la convierte en un prisma en el cual vemos los muchos colores de una sociedad de una riqueza inabarcable, que se abre a la modernidad, amenazada por el oscurantismo y la intolerancia medievales que se ciernen sobre ella y que Ximénez personifica.
Una novela histórica es aquella que, como quiso Walter Scott, indaga en el pasado sobre preguntas que afectan al presente, en una ficción verosímil en la que, junto a personajes históricos, aparecen otros surgidos de la imaginación del autor. No puede ser nunca (como sucede con cierta frecuencia) una colección de datos eruditos ni una sucesión de diálogos que se tornan artificiosos e increíbles porque intentan demostrar el esfuerzo que ha hecho su autor al documentarse (la documentación en una novela es como los efectos especiales en el cine: si está bien hecha, no se nota). La novela histórica en y sobre Canarias ha conocido muy pocos títulos de interés, pues muy pocos han sido los autores que la han cultivado con acierto. Carlos Álvarez es uno de ellos. Conoce muy bien el oficio y sabe contar historias sin que los datos eruditos, la excesiva información estorbe el estilo, los diálogos o, en fin, las sucesión de estaciones del nudo, que son las cosas que hacen que un lector de novelas disfrute de la literatura.
A La pluma del arcángel le seguiría (años después) La Señora, Beatriz de Bobadilla, Señora de Gomera y Fierro, de la que ya se habló aquí, otro título estupendo para entender de dónde venimos y, acaso, adónde vamos. Ambos libros se leen muy bien juntos, aunque la anécdota y el periodo que abarca la segunda sean más amplios.
Carlos Álvarez es muy conocido también por sus libros criminales (Negra hora menos y Si le digo le engaño) y sus trabajos cinematográficos (fue guionista de Mararía y de Ciudadano Negrín, codirigiendo esta última), y aunque leonés, siempre ha estado muy vinculado a la vida cultural de las Islas. De hecho, él mismo bromea con el hecho de que «habla godo, pero escribe en canario».
En cualquier caso, La pluma del arcángel es una excusa estupenda para iniciarse en su obra o proseguir frecuentándola, porque es uno de esos libros que nos gustan: para leer rápido y pensar despacio.