Nominaciones

16 02 2018

No suelo llevar bien eso de la competitividad. En mi oficio, prefiero emplear mi energía en intentar ser competente en lugar de competitivo. Sin embargo, a veces las circunstancias me sitúan en situaciones en las que, se supone, he de competir. En esos casos, normalmente, me tiro al suelo y me hago el muerto. No obstante, esas situaciones también tienen algo bueno: la coincidencia con otros a los que les ocurre algo similar. Me explico: El peor de los tiempos está nominada a dos premios inminentes. El Premio Ciudad de Santa Cruz 2018, que se concede en el marco del Festival Atlántico del Género Negro Tenerife Noir y el Premio Novelpol, que esa asociación concede cada año coincidiendo con la celebración de algún festival (este año será en el propio Tenerife Noir). El primero de los premios tiene una dotación de 3000 euros. La del segundo es más comestible: consiste en un queso manchego (de los de La Mancha de verdad, traído directamente de Ciudad Real) y una botella de vino de la misma zona. Pero ambos son certámenes de esos a los que no te presentas, sino en los que eres seleccionado por otros autores, por críticos y expertos en el género, lo cual supone que quienes entienden de esto se hacen con un ejemplar de tu libro, lo leen y deciden que ha de estar entre los finalistas. De ahí que me sienta muy honrado y agradecido a los comités de lectura y/o los jurados por haber tenido en cuenta a mi última criatura. Vamos, que el hecho de estar en esas listas ya te enorgullece.

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En ocasiones similares, mi estrategia de hacerme el muerto me ha traído suerte: en el Dashiell Hammett de Gijón, en Valencia Negra, en el Tormo de Las Casas Ahorcadas, en el propio Novelpol, en el año 2014, ex aequo con Rosa Ribas y Sabine Hofmann (no tuvimos que compartir el queso, porque la Asociación Novelpol, generosamente, dobló la dotación y el queso y el vino se multiplicaron). Pero, aunque suene a falsa modestia, daría igual haber ganado o haber perdido (ganar y perder son dos verbos que, aplicados a la escritura, no son de mi agrado), ya que lo bueno de estos premios es estar nominado, no solo porque sea una muestra de que se valora tu trabajo sino también, y sobre todo, porque esa nominación te permite relacionarte con autores (y detrás de los autores hay personas) que valen la pena.

Quiero decir: algunas de las personas con las que competía en esos casos eran buenas amigas o acabaron siéndolo tras nuestro encuentro en los respectivos certámenes: Rosa Ribas, Eugenio Fuentes, Marcelo Luján, Empar Fernández, Jon Arretxe, Javier Valenzuela, Horacio Convertini (a los dos últimos los conocí, de hecho, con ocasión de estar nominados a los mismos premios) son gente a la que respeto y admiro y cuya amistad no me ha fallado nunca. Se me queda algún nombre porque cito de memoria, pero el caso es que en esas ocasiones en que he asistido a algún festival nominado para uno de estos premios críticos, siempre he regresado a casa, ganara o no, con un buen número de nuevos amigos y de textos que valía la pena leer.

Creo que en esta ocasión me va a ocurrir igual. Para el Premio Ciudad de Santa Cruz están nominadas también La mala hierba de Agustín Martínez, Sucios y malvados de Juanjo Braulio y Ya no quedan junglas adonde regresar de Augusto Casas. Para el Novelpol, además de las mencionadas (que también hacen doblete), Taxi de Carlos Zanón y Conduce rápido de Diego Ameixeiras. Salvo en el caso de Zanón (a quien aprecio y cuya última novela me ha gustado mucho), no conozco personalmente a los demás compañeros, pero amigos que están al día me hablan muy bien de sus respectivos títulos. Y la experiencia me dice que, gane o pierda, me traeré de Tenerife un buen puñado de nuevos textos y, con suerte, de nuevas amistades regadas con buen vino de Tenerife (o de La Mancha).

Sé también que habrá algunos que dirán que digo (escribo) esto para curarme en salud, que todo esto es puro buenrollismo (o cualquier otro neologismo barato que se les ocurra para definir aquellas actitudes que son incapaces de comprender), que en realidad, por detrás de las bambalinas, los autores nos llevamos a matar. Pero qué se le va a hacer, gente mezquina hay en todos lados y en las redes no escasea, precisamente.

Yo repito lo antedicho: lo bueno de estos premios no es ganarlos, sino compartir su posibilidad con gente que merece la pena y que luego, con suerte, seguirá ahí mañana, compartiendo sendero, haciéndote sentir que no estás solo en este oficio tan solitario.





Nnegra de Arona 2015

11 05 2015

El miércoles, día 13, a las 18:00, en el Centro Cultural Los Cristianos comienzan las Jornadas Nnegra de Arona. No son las más multitudinarias ni las que ocupan mayor espacio en la prensa. Ni siquiera son las que reúnen a mayor número de autores. Pero desde hace ocho años llevan reuniendo en Los Cristianos a lo mejorcito de la novela negra en español y por ella han pasado autores como Andreu Martín, Juan Madrid, Lorenzo Silva, Raúl Argemí, Antonio Lozano, Luis Gutiérrez Maluenda o Eugenio Fuentes, junto a otros más jóvenes como José Luis Correa, Yanet Acosta, Susana Hernández o Javier Hernández (cito de memoria y solo por dar una muestra, por lo cual es muy posible que se me olvide alguno). El encuentro suele desarrollarse a lo largo de tres jornadas vespertinas, combinadas con un taller de mayor duración que se celebra en los institutos del municipio y que culmina en la jornada matutina del viernes, consistente en un encuentro entre uno de los autores invitados y los talleristas.

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El programa de este año es algo apretado, pero completo. El miércoles, a las 18:00, tras la inauguración, me toca a mí dar el pistoletazo de salida con una conferencia titulada «El historial del sospechoso», que pretende ser un rápido recorrido histórico-analítico por el género, antes de la proyección de El último refugio, un peliculón absoluto de Raoul Walsh.

Al día siguiente, siempre a partir de las 18:00, haré una lectura presentación de Las flores no sangran, como telonero de uno de los platos fuertes de esta edición: la presentación de Subsuelo, de Marcelo Luján.

subsuelo

Luján no solo ha escrito novelas excelentes (La mala esperaMoravia), sino que además es un gusto oírlo hablar. Y esta vez lo hará con Eduardo García Rojas, uno de esos tipos de los que uno aprende algo en cuanto abre la boca.

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El viernes 15, por la mañana, tendrá lugar el acto Descuartizando a Rosa Ribas. Será en el Auditorio de La Camella y los descuartizadores serán los integrantes del alumnado de los institutos de Arona que han participado en el taller literario en torno a La detective miope.

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Y por la tarde, nuevamente en el Centro Cultural de los cristianos, antes de una mesa redonda acerca de la actualidad del género, habrá un encuentro entre Rosa (ese encanto de mujer, esa cabecita tan bien amueblada) y el público adulto, también moderado por Eduardo García Rojas, en el que se hablará de la obra de Ribas, desde El pintor de Flandes Miss Fifty, pasando por las historias protagonizadas por Cornelia Weber Tejedor y las recientes novelas escritas a cuatro manos con Sabine Hofmann, Don de lenguas y El gran frío.

El gran frío - Rosa Ribas - Sabine Hofmann

Así que ya ves, las jornadas Nnegra de Arona 2015 vienen cargaditas y con autores que pisan por primera vez Canarias. Una oportunidad única de conocerlos y acercarte a su obra de primera mano. Si vives en Tenerife y te interesan las últimas tendencias de la novela negra, yo, en tu lugar, no me lo perdería. Pero tú verás lo que haces. Luego no vengas a quejarte.

[Coincidencias de la vida: el sábado, Marcelo, Rosa y yo nos vamos juntos desde Arona directamente para Valencia Negra, donde Luján y yo nos enfrentamos a cara de perro con Empar Fernández, Eugenio Fuentes y Javier Valenzuela por un premio. Como se puede votar por Internet, yo ya he votado. Por la novela de Marcelo, por supuesto].





La mala espera, el buen encuentro

21 12 2013

[Si te apetece escuchar La Buena Letra mientras la lees, solo has de hacer clic aquí. De paso, puedes oír cómo Fortunata devora una hagiografía de Jaime Mayor Oreja, lo que tampoco es paja. Estamos a partir del minuto 39]

Tenía que haber descubierto antes a Marcelo Luján. Me refiero a sus textos literarios. De él había oído hablar muy bien y luego nos habíamos encontrado fugazmente en Barcelona, en Gijón, en Madrid, en encuentros en los que no hubo tiempo de hablar demasiado. No fue hasta hace poco que me senté a leer La mala espera, la novela con la que Marcelo ganó el Premio Ciudad de Getafe en 2009. Ahora sé que esperé demasiado para hacerlo.

La mala espera, de Marcelo Luján, Madrid, EDAF, 227 páginas

La mala espera, de Marcelo Luján, Madrid, EDAF, 227 páginas

La mala espera es una novelaza breve y brutal, de esas que huelen a cenicero y hablan del lado más oscuro del ser humano, una historia bien armada y, sobre todo, muy bien contada.

La protagoniza Rubén, el Nene, un argentino que lleva unos años en Madrid buscándose la vida en negocios sucios. Trabaja haciendo recados para Fangio, un cabecilla (entre otros cabecillas más grandes y más chicos) del crimen organizado. Las labores del Nene van desde fotografiar a empresarios en puticlubs para hacerles chantaje a organizar envíos trasatlánticos de droga. En una de esas, el Nene se ha puesto de acuerdo con Angie, otra de las empleadas de Fangio, para quedarse con las sobras de un envío de cocaína. El momento en el que arranca la novela es este: ya han dado ese palo y el Nene espera, disimulando, a que Angie se ponga en contacto con él para repartirse el dinero. Y, mientras tanto, va a cumplir un encargo de Fangio, que tiene que ver con un prostíbulo controlado por unos rumanos.

Hasta aquí, unos personajes y un argumento clásicos de cualquier buena crook story. Por supuesto, como manda el canon, nada será lo que parece y la historia se dará la vuelta de manera brutal.

Pero hay algo que singulariza esta novela: el punto de vista narrativo, la composición y el estilo que maneja Marcelo Luján convierten La mala espera en una absoluta delicatessen literaria.

Está contada en primera persona, en diez capítulos, cada uno de los cuales es un mazazo de realidad en los que la mente del Nene viaja entre lo que le está ocurriendo en esos días en Madrid (en realidad, el tiempo de ficción es de tres o cuatro días) y su pasado argentino. Y eso hace que la novela crezca con las reflexiones y los recuerdos del personaje, a través de ricos monólogos que se van interpolando en la narración directa.

Luján domina perfectamente el flujo del discurso, que es constante, la técnica del contrapunto, la digresión y el manejo del tiempo, desplegando con naturalidad elipsis, analepsis, digresiones y elementos oníricos que se incorporan al discurso otorgándole una densidad notable.

El resultado es una novela estructuralmente compleja, con una composición cuidada al detalle y un estilo realmente hipnótico que hace que no podamos dejar de leer.

Y eso es una alegría hoy en día, con las librerías plagadas de autores que se han apuntado a la moda de la novela negra pensando que no necesitan estilo ni destrezas especialmente literarias. Disfrutarán mucho La mala espera los lectores de novela negra, pero también aquellos que buscan buena literatura, LI–TE–RA–TU–RA con mayúsculas, en un mercado en el que lo predominante son los textos escritos sin gran pericia técnica, pensando más en la acción que en el estilo.

La mala espera es todo lo contrario y uno la disfruta con ese regusto que da leer a los buenos y siente que si aún se publican cosas así, todavía queda esperanza en medio de tanta mediocridad.

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Marcelo Luján es bonaerense, tiene cuarenta años y vive en Madrid desde 2001. Se ha dedicado especialmente al cuento. De hecho, acaba de publicar en Talentura un libro de cuentos titulado Pequeños pies ingleses. Antes han aparecido libros como Flores para Irene (el primero, que, curiosamente, fue premio Ciudad de Santa Cruz de Tenerife, en 2004) y Arder en el invierno, publicado por Baile del Sol.

Y en este año que termina, publicó su segunda novela, Moravia, editada por El Aleph y de la que no paro de escuchar maravillas.

Pero, por ahora, para leer en estos días en los que hay algo más de tiempo, yo recomendaría esta estupenda primera novela que publicó EDAF en 2009: La mala espera, de Marcelo Luján, 227 páginas que nos reconcilian con la buena literatura.

 








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