La sangre y la tinta

12 12 2016
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Sangre en los estantes, de Paco Camarasa. Barcelona, Destino, 454 páginas

Una amiga mía decía siempre: “Los mejores amantes son los buenos libros, porque no te exigen fidelidad, sino promiscuidad”. Esto es, todo buen libro te lleva a otros libros, es una llave para recorrer caminos que aún no has explorado. Sangre en los estantes, de Paco Camarasa, es el ejemplo perfecto. Puede ser leído de un tirón, disfrutándolo como una novela (así lo leí yo la primera vez, hace solo unas semanas, cuando apareció). Puede releerse luego buscando capítulos y pasajes favoritos (así he vuelto a leerlo para preparar esta entrada). Y sospecho que puede tenerse luego a mano para consultarlo cuando haga falta (para eso estará, a partir de ahora, cerca de mi escritorio). Porque es de esos libros que contribuyen a aclarar el caótico mapa de la novela negra y criminal, que, aunque ha gozado de ensayos y estudios importantes en los últimos años[1], sigue precisando de luz y cierto orden.

Camarasa no es un escritor de ficción. Tampoco es crítico, periodista o profesor de universidad. Ni siquiera es editor. Es, como él mismo se define en el prólogo, un “librero que se ha especializado en un solo género: el negrocriminal”. Durante años, ejerció ese oficio que consistía en disponer de una buena selección de libros, de saber no solo cuáles valían la pena y cuáles no, sino cuál era el que le podría gustarle a cada lector. Además, su librería no era una librería cualquiera: incardinada en el centro de La Barceloneta, Negra y criminal acabó convirtiéndose en uno de los epicentros del género en España (y muy posiblemente de Europa). Allí, él y Montse Clavé reunían a los mejores autores nacionales e internacionales en míticas presentaciones de sábado por la mañana en las que abundaban el vino, los mejillones y el trato directo. Pero no solo eso: también durante años, Paco Camarasa ha dictado conferencias sobre novela negra y policiaca, tanto en la Escuela de Letras del Ateneo de Barcelona como en diferentes foros de todo el país. Esto es: Paco Camarasa sabe de lo que habla.

Adoptando el orden alfabético (con el que juega al desorden, al azar, casi a la serendipia), en capítulos breves en los que se dibujan escuetas fichas biográficas, Camarasa ejerce la prescripción con esa eficiencia que siempre tuvo, huyendo de tópicos, para mostrarnos esos lados de sombra que los resúmenes apresurados suelen obviar. Eso, de por sí, ya sería una delicia, pero Sangre en los estantes se ve, además, enriquecido por un sinfín de anécdotas y recuerdos personales, que nos hacen reír o descubrir los aspectos más humanos de nuestros escritores admirados. Anécdotas que, a veces, ilustran mejor la importancia de un autor o un texto que cientos de páginas de sesudos ensayos.

Con ligereza, con consistencia, Camarasa establece un mapa del territorio negrocriminal, llevándonos a sus capitales importantes, pero sin dejarse atrás las aldeas, los villorrios, los rincones con encanto. Despacha, en solo tres páginas, la tan traída y llevada distinción entre novela negra y novela enigma, que tantos ríos de tinta ha hecho correr (en la sección “«H» de hastío, de hartazgo de explicar que Agatha Christie no es novela negra”) o defiende como autores de género a Dürrenmatt y Sciascia, pero tiene tiempo para secciones como “«A» de amores y desamores entre los estantes”, en la que cuenta amores fecundos o efímeros que comenzaron o acabaron en su librería o de explicar por qué Jim Thompson es la paloma o de por qué Andreu Martín era considerado el escritor de guardia de la librería.

En otros lugares he hablado del afecto que siento por Paco Camarasa y Montse Clavé, de lo mucho que les debo y lo importantes que son para mí. Sin embargo, no escribo sobre todos los libros de las personas a las que quiero. Si lo hago hoy es porque la aparición de este libro me parece un acontecimiento. Lo he gozado como uno de esos textos que te hablan con nuevas perspectivas de cosas que ya conoces y te descubren textos y autores que te eran desconocidos. Es un libro llave, uno de esos amantes que te exigen promiscuidad. No sé si se trata de un libro imprescindible (no sé si hay algún libro que realmente lo sea), pero sí sé que es un libro de esos que te hacen disfrutar además de ampliar tus horizontes, mostrándote, al mismo tiempo, lo pequeños y lindos que somos los seres humanos, aunque escribamos sobre violencia.

[1] El género negro: de la marginalidad a la normalización (compilado por Álex Martín Escribá y Javier Sánchez Zapatero), Literatura del dolor, poética de la bondad de Eugenio Fuentes y Cómo escribo novela policíaca de Andreu Martín.

 





Cierra Negra y Criminal

1 09 2015
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Con Paco Camarasa y José Luis Ibáñez Ridao. No quiero engañarme, pero juraría que veo en primer plano el perfil de Jokin Ibáñez y, al fondo, se atisba el ala del sombrero de William C. Gordon

La primera vez que presenté un libro fuera de Canarias fue en la librería Negra y Criminal, que Montse Clavé y Paco Camarasa han regentado en la calle de La Sal en Barceloneta (Barcelona) desde 2002. Allí he tenido siempre mi casa y allí conocí o acrecenté mi amistad con muchos de los que hoy soy grandes amigos. José Luis Ibáñez, Gloria Blanco, Andreu Martín, Raúl Argemí, Rosa Ribas, Carlos Zanón, Cristina Fallarás, Empar Fernández, Leo Coyote, José Andrés Espelt, Jokin Ibáñez, Anna María Villalonga, Lorenzo Silva, Carlos Quílez (son muchos más, escribo de memoria). Y allí compartí vino y mejillones (y ron y queso canario, si se terciaba) no solo con muchísimos lectores sino con gente de la que yo era lector (como de algunos de los anteriores): Jaume Ribera, Anne Perry, Petros Márkaris, William C. Gordon (nos veo a ambos compartiendo una botella de vodka que él había traído para la firma). Allí me sacó fotos Anna Portnoy. Allí ambienté un pasaje de una de mis novelas (pero muchos años antes, cuando Paco y Montse aún no habían nacido) y a ellos, a Montse y a Paco, los incluí en la dedicatoria de mi última novela. Allí conocí a Ella Sher (que hoy es mi agente) y me consta que Paco Camarasa tuvo mucho que ver en que Alrevés (Gregori Dolz, Josep Forment, Ilya Pérdigo) apostaran por adoptar la estrategia del pequinés.

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He tenido la suerte de curarme de las resacas con los caldos de Montse (a los que nunca faltó su poquito de apio), de discutir horas y horas con el corso Maurizio Pisu y de que Paco acabara echándome diciendo que yo ya era el último, que tenía que cerrar, que me fuera a seguir la juerga a otra parte.

Ahora sí que me tengo que buscar otro sitio para hacer amigos o codearme con los autores que admiro, otro sitio donde beber vino, conocer a mis lectores o hacer lectores nuevos, porque a partir del 3 de octubre, Negra y Criminal cierra sus puertas. Y me gustaría ser el último al que Paco corriera también esta vez de la librería. Pero no va a poder ser, así que, hazme el favor: si estás por allá, ve y dales la lata y píllate un último libro y diles que se les quiere y se les necesita, como yo lo haría de estar en tu lugar.

En este enlace están aquellos autores que pasaron por Negra y Criminal a lo largo de 13 años. Solo faltas tú. Hasta el día 3 de octubre, si estás en Barcelona, tienes tiempo de pasar por allí y demostrar que los lectores no somos tan desagradecidos. Por lo que fue. Por lo que siempre será: la casa de todos los canallas buenos, de todos los rufianes lindos.





Gijón, una hora antes

7 07 2014

Desde el pasado viernes hasta el próximo domingo se está celebrando ya la Semana Negra de Gijón 2014, la única semana que dura nueve días.  Tú ya sabes lo que es la Semana Negra: una fiesta de la palabra, un continuo ir y venir, correr de un acto a otro porque no llegas a la charla, la presentación, la mesa redonda o la actuación musical que no quieres perderte, un encontrarse y reencontrarse con escritores, lectores, críticos, periodistas, editores y demás gente de mal vivir que celebran, una vez al año ese encuentro calidoscópico que se realiza puntualmente cada verano gracias a unos anfitriones de lujo.

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Y este año, como el anterior, hay presencia canaria. No solo está por allá el poeta y cantautor Diego Ojeda, sino que hoy y mañana presentan libros dos tipos peligrosos que, si andas cerca, no deberías perderte. Esta misma tarde, a las 18:30,  José Luis Correa presenta El verano que murió Chavela.

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Y ya está preparado: míralo en la foto, ante la carpa, bebiéndose el último Drambuie que dejó el año pasado en la botella  en el bar del Hotel Don Manuel.

Y mañana, a las 20:15, Javier Hernández Velázquez hace lo propio con Un camino a través del infierno, la novela en la que Matt Fernández viene a tocar los humildes a Gran Canaria.

Además, por si no fuera bastante con la proverbial peligrosidad de estos dos sospechosos habituales, se hacen presentar por dos fuera de serie del asunto negrocriminal: Carlos Salem y Paco Gómez Escribano, respectivamente, harán de padrinos en sentido estricto.

Yo, por desgracia, no voy a coincidir con ellos, porque llego más tarde. Me toca estar el jueves y el viernes, para vivir unos cuantos momentos felices. El jueves, la entrega del Premio Novelpol, del que me toca un 33,33 por ciento, ya que las novelas premiadas este año por esos locos maravillosos son la estupenda Don de lenguas, de Rosa Ribas y Sabine Hoffman y La estrategia del pequinés. Y, esa misma tarde, se presentará allá La última tumba. Pero lo mejor es que la presentación correrá a cargo del cappo di capi en Barcelona, hombre de respeto y ron añejo: nada menos que don Paco Camarasa.

Y el viernes por la tarde me junto con otro de los buenos, el argentino Fernando López, a quien acompañaré para presentar su reciente y fantástica Odisea del cangrejo, un novela tensa, densa y devorable, de esas que te hacen creer en que el oficio no se agota.

Aparte de eso, La estrategia del pequinés anda (y muy bien acompañada) entre los finalistas al Dashiell Hammett, y uno debería andar  por allí tenso como escolar en reválida. Pero, al fin y al cabo, es una historia sobre perdedores, así que a lo que me voy a dedicar es a pasármelo pipa, porque no solo voy a ver al cariñoso equipo de Gijón, sino que, me consta, ya están allí o acercándose los cronopios de Novelpol, y, además de la canaria, las embajadas leonesa, madrileña, catalana, conquense, vasca, mexicana, argentina, venezolana. Sí: Gijón y todo lo que lleva dentro espera allá, más al norte, y yo ando loco preparando las maletas con cuidado de que quede sitio para todos los libros que me traeré a la vuelta. Por el espacio para atesorar los ratos buenos no temo: en un corazón canario cabe mucha gente.





El pequinés, de paseo por la Península

2 05 2013

Este fin de semana, si estás en Barcelona, nos vemos en Negra y Criminal (Sal, 5), esa aldea resistente regentada por Montse Clavé y Paco Camarasa. La cita es el sábado 4 de mayo, a las 13:00. ¿Asunto? Presentación de La estrategia del pequinés. Edita Alrevés. Y presenta, nada más y nada menos, que el maestro Andreu Martín, que no solo ha tenido la generosidad de leerme (esto para un tipo como yo ya es un regalo) sino que además se ha prestado a apadrinar a la criatura.

La estrategia del pequinés, Barcelona, Alrevés, 312 páginas.

La estrategia del pequinés, Barcelona, Alrevés, 312 páginas.

Y la semana próxima le toca el turno a Madrid. Allí estaré acompañado por otra persona generosa que también sabe mucho de esto de los libros de semen y sangre, Paco Gómez Escribano. Será en Estudio en Escarlata, (Guzmán el Bueno, 46), el martes 7, a las 19:00.

Confieso que estoy muy nervioso e ilusionado por estar allá, volver a ver a los viejos amigos y conocer a otros nuevos que ya me regalan su afecto a través de las redes y hasta por vía telefónica. Y, por supuesto, también a ti, si estás en alguna de esas dos ciudades y te apetece que pasemos un ratito juntos. Entre libros. Como debe ser.





Los días de mercurio se puso de largo

28 02 2010

Foto: Thalía Rodríguez

Foto: Thalía Rodríguez

Ya está, ahora sí: Los días de mercurio (La iniquidad II) ha sido presentada en sociedad. Ya existe públicamente.

Ocurrió ayer sábado, 27 de febrero a las 13:00, en Negra y Criminal, la emblemática librería de la calle Sal, en Barcelona. Hubo vino y mejillones al mojo rojo (cortesía de Montse Clavé, la librera, de quien estoy degustando Manual práctico de cocina Negra y criminal), palabras de aliento por parte del librero, Paco Camarasa (quien decidió acompañar la presentación con una proyección de Casablanca, porque decía no disponer de nada más africano, pese a que yo no me parezco a Bogart ni Raúl a la Bergman) y apadrinamiento de lujo por parte del maestro Raúl Argemí. Además, otros amigos (Cristina, Gloria, Ibáñez, Salva, Chiki) contribuyeron a que este escritor afro-canario (según término políticamente correcto acuñado para la ocasión) se sintiera como en casa, o, para ser exactos, mejor que en casa. En el hecho de que se presentara en Negra y Criminal influye una circunstancia: uno de los pasajes del libro se desarrolla justamente allí, en ese edificio que fue, durante la posguerra, vivienda y almacén de un contrabandista, anécdota que conozco gracias a José Luis Ibáñez, quien sabe más que nadie que yo conozca de la historia de esa ciudad única que es Barcelona (por cierto, José Luis anda preparando un nuevo Ferrer. Si no has leído los anteriores deberías ir poniéndote al día).

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Así que Los días de mercurio ya está ahí. Esta semana llegará a las librerías de Canarias y, dentro de muy poco, se presentará en otras ciudades, comenzando por Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife.

Por si te has perdido noticias anteriores: es una novela publicada por Anroart Ediciones (esa editorial pequeña, pero valiente), la segunda de la serie que se inició con La noche de piedra, titulada La iniquidad. Se trata de una historia ambientada en una anónima ciudad de provincias durante los años cincuenta.  Su protagonista es un camarero de pasado turbio y presente agrio que extorsiona a un jefe local de Falange.

Aprovecho esta entrada para dar las gracias a todos aquellos que hicieron posible esta presentación (con la cual se cumple una de mis íntimas ilusiones): al Gabinete Literario de Las Palmas de Gran Canaria, que gestionó desinteresadamente la beca que hizo materialmente viable el viaje, a los amigos catalanes que me trataron tan bien como si yo fuera buena gente y a los canarios (Alberto, Rafa, Helba, Thalía) que también estuvieron allí, apoyando, como si yo les mereciera.  Hoy domingo, contento, orgulloso (y algo resacado) cuelgo esta entrada con agradecimiento, cariño y algo ya parecido a la nostalgia. También incluyo foto, con Paco y Raúl (y Salva y Casablanca al fondo) durante la presentación.





BCNegra, Islas Negras, gustazos.

5 02 2009

Foto: José Andrés Espelt 

Muchos de ustedes ya lo saben: el lunes, 2 de febrero, me di un gustazo. Estuve en Barcelona, con José Luis Correa, participando en Islas Negras, una de las mesas de la quinta edición de BCNegra, el ya clásico encuentro sobre novela negra que, vinculado a la mítica librería Negra y Criminal reúne durante una semana a los incondicionales del género. Este año están participando firmas como Michael Connelly, Roberto Saviano o Sue Grafton. Además, se homenajea a Vázquez Montalbán y a Leonardo Sciascia y hay muchas otras actividades atractivas, como la dedicada a analizar la relación entre boxeo y literatura, la exposición «Descubriendo a Debry» (sobre Franc Debry, un tinerfeño que fue un titán de la novela popular de quiosco), la dedicada al semanario «El Caso» o «La novela del tango», que une la voz del escritor Raúl Argemí con la de la cantante Elba Picó.

Parte del gustazo consistió en conocer personalmente (por fin) a Paco CamarasaMontse Clavé, verdaderos cronopios negrocriminales y, (aunque a Paco le joda), gente legendaria en esto del pulp, el Thriller, y lo policiaco; a José Andrés Espelt (incansable, entusiasta, activista, inabarcable) que lleva ya un buen par de años mimando mi trabajo desde Cruce de Cables junto a José Ramón Gómez  y Novelpol (esta vez no hemos coincidido, pero José Ramón sabe que sigue sentenciado a unas cañas) y a  José Luis Ibáñez, que leyó con cariño el trabajo de José Luis Correa y el mío y moderó la mesa de forma amena e interesante. Otra parte, reencontrar a buenos amigos, como José Carlos Cataño o Arianna Squilloni.

En Islas Negras se habló, sobre todo, de tópicos. Y del daño que hacen. De cómo las Islas son un lugar ideal para crear. De la recepción (mediatizada por la geografía) que tienen nuestros libros en Península. De la imposibilidad de hablar de grupo o generación. De cómo resulta más apropiado hablar de autores con edades, formaciones, lecturas, intereses, estilos e, incluso, concepciones radicalmente diferentes del género. De cómo Pepe Correa y yo no somos más que dos de los que trabajamos en este campo (se mencionó, por supuesto, a otros autores isleños, tanto actuales como de fechas pasadas).

Sobre todo, se propuso a los lectores de allí que se acercaran a los textos narrativos de los autores canarios sin miedo a aburrirse, porque ya ha pasado la época de los ombliguismos y los complejos (al menos para muchos de nosotros) y nuestros trabajos (me resisto a llamarlos obras mientras estemos vivos) compiten en condiciones cualitativas de igualdad con las de cualquier otro lado.

Aunque también se tocó el asunto de la dificultad para promocionar y difundir nuestros libros. De hecho, esta presencia de dos autores canarios en BCNegra (sabíamos que no estábamos solos, que aquí quedaban muchos, no solo de género negro, ya que en el fondo se habló de narrativa en extenso, cuya presencia flotaba en el ambiente del Palau de la Virreina) no hubiera sido posible sin el apoyo de la Consejería de Cultura del Cabildo Insular de Gran Canaria.

El último gustazo fue un pequeño capricho personal: recordar a un autor que fue punta de lanza de las Vanguardias y que fue olvidado y expulsado del canon surrealista español por causa de un cúmulo de injusticias histórico-geográficas. Sé que quizá no pintaba mucho en una mesa dedicada a la novela negra, pero me había prometido a mí mismo que lo haría, así que la mesa concluyó con la lectura de los primeros párrafos de Crimen, de Agustín Espinosa y el gustazo consistió no tanto en hacerlo, sino en observar las expresiones de asombro del público, al escuchar aquellas palabras escritas a principios de los años treinta.








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