Los nombres prestados

17 01 2022

El próximo 26 de enero llegará a las librerías Los nombres prestados. Publica Siruela (que ya ha tratado maravillosamente bien otros libros míos) y se trata de una novela que obtuvo el año pasado el Premio de Novela Café Gijón. Ya he explicado públicamente lo que ha significado (significa) este premio para mí. Para quien se ha formado en la artesanía literaria y ha conseguido cierta popularidad cultivando un género cuya etiqueta lleva pegada siempre, una distinción como esta, dedicada a premiar la literatura (sin adjetivo), supone un espaldarazo y una verdadera puesta de largo. Al pensar en esto, siento que siempre estoy empezando, aunque sea a los cincuenta años y veintitantos libros después. Y, se me ocurre, esa es una manera perfecta de mantenerme joven.

Los nombres prestados se presentará en Cartagena, el miércoles 2 de febrero, a las 20:00 horas, en la Biblioteca Josefina Soria de El Luzzy, en una conversación con el escritor y sin embargo amigo Antonio Parra Sanz. En Gran Canaria, la presentación consistirá en una lectura que tendrá lugar en la Biblioteca Insular, el viernes 18 de febrero, a las 19:00 horas.   

Como a ti, que frecuentas este blog ya tan poco frecuentado, te considero persona amiga, creo que este es el espacio adecuado para hablarte de ella.

Me gustaría pensar que Los nombres prestados es una novela distinta dentro de mi producción, en el sentido en el que son distintas muchas de mis últimas novelas, porque obedecen a esa necesidad de salirme de la zona de confort, de experimentar formalmente, de mudar de estilo y de razones. 

Transcurre a mediados de los años ochenta en Nidocuervo, un lugar inventado en un país que sí existe y que responde muy bien a eso que se denominaba entonces la España profunda, la que llamamos hoy vaciada, y que mañana estará olvidada como lo ha estado siempre. Uno de esos villorrios buenos para perderse y, por tanto, perfectos para encontrarse. Por exigencias argumentales, sus personajes son gente de la Península, aunque la voz del narrador siga siendo la de un canario, la de este canario, que se niega a negarse.

En cuanto a la cocina, el proceso de escritura, uso mis diarios para recordar y contarte que los primeros apuntes datan de junio de 2013 y no tuvo un original más o menos definitivo hasta septiembre de 2020. Suelo preguntarme por qué algunas novelas las escribo en seis meses y, en cambio, otras se pasan años entrando y saliendo del cajón, avanzando a ratos, soportando versiones y reescrituras antes de estar más o menos presentables. El caso es que Los nombres prestados es de estas últimas.

Comenzó a surgir tras una visita con Thalía Rodríguez a una feria canina, donde conocimos a unos jóvenes que adiestraban a perros para usarlos en terapias con niños y niñas que tenían problemas con las habilidades sociales. Esa tarde, tras una conversación en casa, apareció, como germen de esta historia, una imagen muy clara que hoy es el primer capítulo del libro: el encuentro entre un perro y un adolescente en medio del campo.

Luego, como digo, pasaron años, a lo largo de los cuales le fueron ocurriendo cosas a este país. Por ejemplo, la revitalización de la reflexión en torno a la memoria, la polarización del debate político, la tendencia a la cosificación del otro y la desaparición cada vez más notable de la compasión en ese ámbito. Esos fenómenos, unidos al hecho ineluctable de que me he ido haciendo mayor (y leyendo libros y más libros cada día) y mi manera de ver el mundo ha ido evolucionando, fueron convirtiendo esta novela en lo que es: una historia sobre la identidad, el dolor, las relaciones siempre complejas entre víctimas y verdugos, la compasión y la posibilidad de redención. Al final hay otro tema que se fue colando con fuerza: el de la fe. Y eso es curioso, si tenemos en cuenta el ateísmo que constituye una de mis pocas convicciones firmes.

No quiero contarte nada del argumento (ya la sinopsis de contraportada cuenta más de lo que yo habría querido) para no destriparte la historia. En cuanto al género, no sé si es una novela de género. Probablemente, el resultado final responda más a la estructura de un western que a la de un thriller o una novela negra clásica (si es que existe algo que podría ser denominado así). Yo, en todo caso, mientras la escribía, pensaba en un relato alegórico, o en las novelas de fuerte tesis política de Leonardo Sciascia o Jean-Patrick Manchette. Sea como fuere, da igual: ahí estará en breve, ya publicada y a tu disposición. Te la ofrezco para que la goces y la sufras como te apetezca. De las etiquetas y los géneros ya se encargarán los críticos y los estudiosos, que también tienen que comer.





Los milagros prohibidos

22 02 2017

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Siruela publica ahora Los milagros prohibidos. La semana que viene llegará a las librerías y, como siempre, tendrá defensores, pero también detractores. Es inevitable, porque nadie ni nada es monedita de oro (salvo las moneditas de oro) y, al fin y al cabo, una vez publicado, el libro ya no es del autor, sino de cada lector, que es quien decide.

En Los milagros prohibidos he trabajado durante los dos últimos años, tras aproximadamente cuatro años de documentación previa. Está escrita contra el silencio, contra el olvido y desde el margen de las grandes páginas de la Historia (esa que se escribe así, con mayúsculas). Por supuesto, mis amigos se saben el argumento de memoria: durante estos seis años la he contado una y otra vez, en cuanto el vino y la tertulia me daban una oportunidad. Pero si no hemos compartido vinos y tertulias en los últimos tiempos, aquí va un resumen: Agustín Santos, un maestro, ha sustituido el libro de texto por un revólver, y vaga por el monte huyendo de las autoridades. Su mujer, Emilia Mederos, ha tenido que volver a casa de sus padres y allí espera noticias suyas, intentando sobrevivir en un ambiente cada vez más represivo. Mientras tanto, en las partidas de búsqueda se ha integrado Floro el Hurón, un tipo brutal que estuvo siempre enamorado de Emilia y que tiene, en esta situación, la oportunidad perfecta para llevarse por delante a Agustín. Así pues, un triángulo amoroso clásico. Una historia de duelo entre dos hombres que han de perseguirse hasta la muerte. Pero esta historia no ocurre en cualquier lugar o en cualquier época. Ocurre a comienzos del invierno de 1936 en la isla de La Palma.

Poco difundido fuera de las Islas es el hecho de que el 18 de julio de 1936, los progresistas palmeros pudieron adelantarse a los militares y, sin derramar una sola gota de sangre, mantuvieron la isla fiel a la República hasta el día 25, cuando arribó al puerto de Santa Cruz de La Palma el cañonero Canalejas con órdenes de someter la capital insular, bombardeándola si se hacía necesario. Todavía menos conocido es que (para evitar una confrontación en la ciudad y creyendo que los refuerzos gubernamentales llegarían pronto a socorrerles) estos milicianos huyeron al monte y allí, atrapados en la isla pero protegidos por su orografía, resistieron todo lo posible, convirtiéndose de facto en los primeros partisanos (o maquis) del país.

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En ese contexto es en el que desarrolla Los milagros prohibidos, que comenzó a ser escrita como una novela histórica que contara un suceso de la Guerra Civil en Canarias (bien documentado gracias a los libros de Salvador González Vázquez, Alfredo Mederos y Pilar Cabrera Pombrol, pero poco ficcionado) y acabó convirtiéndose en otra cosa muy distinta, pues, como fui comprendiendo, los sucesos históricos les suceden a seres humanos, como tú y como yo, que se ven inmersos en ellos y se ven obligados (como nos vemos todos cada día) a elegir.

El resultado es una novela de acción que habla sobre lealtades y traiciones, amores y odios, injusticias y venganzas, gestos de solidaridad o egoísmo, todo ello en el paisaje de la isla, que, como quiso Pedro García Cabrera, es siempre doga, grillete. También (resulta inevitable, dado su asunto) es una novela sobre el sentido de determinados procesos históricos, sobre cómo a veces no es la razón sino el azar lo que interviene en ellos, determinando el resultado y condicionando así el porvenir de generaciones. Y, corriendo los tiempos que corren, tampoco me fue posible aislar lo que cuento en esa novela de lo que cada día veo a mi alrededor y leo en los periódicos, esa mezcla de esperanza y desilusión en la que se ha convertido la corriente supuestamente progresista del país en el que habito.

Por tanto, una novela sobre seres humanos y una novela política. Una novela sentimental y una novela sobre violencia. Una novela sobre la desilusión y una novela sobre la esperanza.

Una novela, en fin. Una novela, que no es poco.

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Calendario de presentaciones

Escribir un libro es una cosa. Darlo a conocer, otra muy distinta. El calendario de las primeras presentaciones es el siguiente:

Madrid: 1 de marzo, a las 19:00, en la Librería Rafael Alberti, con Juan Carlos Galindo.

Salamanca: 2 de marzo, a las 19:30, Librería Letras Corsarias, con Javier Sánchez Zapatero.

Plasencia: 3 de marzo, a las 19:00, en La puerta de Tannhäuser, con Álvaro Muñoz Guillén.

Segovia: 4 de marzo, Intempestivos, con Juan Carlos Galindo.

Las Palmas de Gran Canaria:

Presentación oficial: 10 de marzo, a las 19:00 en la Fundación Juan Negrín, con Israel Campos y Sergio Millares.

Presentación oficiosa (sí, la del vino, con lectura y a pecho desnudo): 17 de marzo, a las 19:00 en Librería Canaima.

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Además, a lo largo de la primavera, hay otras presentaciones previstas en otros lugares, de cuyos detalles ya iré avisando a medida que se confirmen. Pero, si vives en alguna de estas ciudades, en esos días y en esos lugares estaré esperándote, por si te apetece acercarte y compartir un ratito.





Comerse las uñas

3 06 2016

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Vuelvo al blog varias semanas y diversos hoteles con mala conexión a Internet más tarde. Tengo unos cuantos libros pendientes de reseñar y diversas entradas en la cabeza que acaso no escriba nunca. En estos días ando enfrascado en el cierre de una novela y el comienzo de otra, además de preparar un par de proyectos nuevos. Y, al mismo tiempo, procuro ponerme al día con la lectura y alterno ensayos de Virginia Woolf con los espléndidos cuentos de La manzana de Nietzsche, de Juan Carlos Chirinos (Ediciones La Palma, 2015) y varios textos más, entre los que está Correspondencia (1940-1985) de Italo Calvino (selección de Antonio Colinas y traducción de Carlos Gumpert, Madrid, Siruela, 2010), medito sobre cuáles son las posibilidades actuales de la literatura en general y de la novela en particular (lo cual es acaso bastante estúpido, porque equivale a intentar retransmitir el Tour de Francia mientras asciendes el Tourmalet) tras debatir con amigos y compañeros sobre esto y sobre lo difícil que es hoy en día publicar cuento y vender cuento y, en suma, vivir del cuento. Y justo tras esas charlas y esos debates (algo etílicos, en ocasiones, todo hay que decirlo) me topo con una página en la que Calvino le escribe a Silvio Micheli en 1946:

Confiaba en sacar un librito de cuentecitos, muy bonito y conciso, pero Pavese ha dicho que no, que los cuentos no se venden, que lo que hay que hacer es una novela. La verdad es que no siento necesidad de escribir una novela: a mí me gustaría escribir cuentos toda mi vida. Cuentos bien concisos, de esos que no puedas empezar sin llegar hasta el final, que se escriban y se lean sin tomar aliento, plenos y perfectos como un montón de huevos, que si quitas y añades una sola palabra, todo se hace pedazos. La novela, en cambio, siempre tiene puntos muertos, puntos que sirven para unir un trozo con otro, personajes que no sientes. Hace falta un aliento distinto para la novela, más reposado, no contenido y apretando los dientes como el mío. Yo escribo comiéndome las uñas. ¿Tú escribes comiéndote las uñas? Los escritores se dividen entre quienes escriben comiéndose las uñas y los que no. Hay quien escribe chupándose un dedo.

Y entonces me miro las manos y descubro que mis dientes no han dejado ni una uña sana, pese a que últimamente me dedico sobre todo a la novela. Todo esto durante unos instantes, los suficientes para poder tomar aliento y seguir pedaleando.

En la próxima parada escribiré esas reseñas. Palabra.





Sobre «La otra vida de Ned Blackbird»

24 02 2016

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La otra vida de Ned Blackbird, Madrid, Siruela, 2016, 181 páginas.

A partir de mañana comenzará a estar en las librerías La otra vida de Ned Blackbird. Editada por Siruela y con esa ilustración de Ana Bustelo que no me canso de contemplar y que, por cierto, ha sido galardonada por Communication Arts en su edición de este año.

No es, por una vez, una novela negra. En ella apenas hay violencia explícita, no hay un recorrido por el otro lado de la legalidad, las muertes son naturales y no hay compromiso alguno con el realismo social.

Sí que hay, como siempre, intriga, algunos misterios, y una tendencia al extrañamiento ante la realidad, una atención constante al viejo dicho de Jim Thompson de que las cosas no son lo que parecen.

La excusa argumental es la llegada de Carlos Ascanio a la ciudad de Los Álamos para ocupar interinamente una plaza como profesor de filosofía en su universidad. Como su estancia no va a ser larga, alquila un viejo apartamento cuya inquilina, una maestra retirada, ha fallecido recientemente. En cuanto Ascanio se instala, comienza a sentir curiosidad por la anterior ocupante del piso, cuyas paredes parecen querer susurrarle sus secretos.

Seguro que has leído muchas novelas que comienzan así. Y me gustaría poder decirte por qué luego la cosa cambia (porque cambia, y mucho) con respecto a historias similares, pero no podría explicártelo sin estropearte la novela. Solo puedo decirte que la cosa va sobre amores epistolares y escritores clandestinos, sobre la identidad y la memoria, sobre nuestra percepción del mundo y nuestro lugar dentro de él, sobre el olvido y la culpa, sobre el alcance de las rebeliones íntimas y los límites de la libertad de la mujer en una sociedad patriarcal, sobre el coste de nuestras elecciones y las oportunidades perdidas.

Por ahora ya hay quien la ha leído y le ha regalado su elogio. Uno de los primeros ha sido Sebastià Bennasar, que ha sabido ver en ella cosas que hasta a mí se me habían escapado, creo.

En Canarias, la primera presentación pública del texto tendrá lugar el viernes 11 de marzo, a las 19:00 en Librería Sinopsis. Como en otras ocasiones, consistirá en que tú y yo tomemos un vino y leamos algunos pasajes.

Hasta aquí la información más o menos objetiva, la que podrá tener todo el mundo a través de los medios de comunicación.

Pero como tú lees este blog y, por tanto, eres de los íntimos, puedo contarte, si te quedas aquí un par de párrafos más, algunas cosas acerca del origen de esta novela. No explicará nada (ya sabes que Cortázar decía que en algún sitio ha de haber un basural al que van a parar las explicaciones), pero, al menos, sabrás más que esa gente que necesita ponerle etiquetas a todo para despacharlo y archivarlo rápidamente, sin fijarse en lo que hay más allá.

Hacia 2009, en un acto público, tuve la suerte de conocer en persona a la escritora María Dolores de la Fe. Aquel encanto de mujer me contó que a ella siempre le habían gustado las novelas policiales y me regaló una hoja mecanografiada (que conservo como oro en paño) con un arranque argumental. Me dijo que, si quería, podía utilizarlo. Nunca lo hice, sobre todo por respeto. Pero aquel gesto y aquella página pasada por el rodillo de la máquina de escribir me hicieron pensar en su oficio de escritora y periodista, desempeñado durante muchos años, en ocasiones de manera casi secreta. También por esos días, escarbaba en las obras de Francisco González Ledesma, que antes de ser el creador de Méndez, había sido Silver Kane, Taylor Nummy y hasta Rosa Alcázar. Y, al mismo tiempo, reflexionaba sobre algo que me ocurría a mí mismo, que había ingresado en la escritura a través del cuento literario de corte fantástico pero llevaba desde 2007 sin publicar un volumen de este género, porque en este país resulta muy difícil conseguir que un editor se suicide publicando libros que nadie leerá y aquí los cuentos no los lee nadie. De ahí que, desde 2006 yo estuviera inmerso en la escritura y publicación de novelas negras, género que amo pero que (tal y como yo lo entiendo) exige un realismo insobornable. Por estas y otras razones (algunas muy personales, demasiado íntimas hasta para este blog), a partir de 2009 comencé a jugar con la idea de escribir una novela que hablara de escritores clandestinos y en la que pudiera trabajar con ese estilo, tan distinto al de mis ficciones criminales, que uso cuando escribo cuento fantástico. Luego fueron surgiendo otros temas, otras preocupaciones, otras experiencias vitales (y en ellas incluyo mis experiencias como lector) que poco a poco fueron haciendo de esa novela lo que es hoy. El texto inicial fue escrito en pocos meses, entre noviembre de 2010 y marzo de 2011, y luego fue sometido (como siempre) a sucesivas fases de reescritura y corrección. Aunque creo que siempre conservó sus orígenes iniciales, que continúan ahí para quien quiera rastrearlos.

Y sí: volveré a la novela negra y volveré a las novelas de semen y de sangre. Pero necesitaba dar a la luz este texto y ver cómo lo aceptarías tú, que has tratado tan bien a los otros.

Así que ahí, a partir de mañana, estará, esperándote, La otra vida de Ned Blackbird. Y yo, como siempre, permaneceré expectante, deseando que funcione (como ha funcionado otras veces) esta máquina del tiempo que se llama libro y que (solo si tú quieres) nos une a ti y a mí allá donde (y cuando) estemos cada uno.

Mientras tanto, estaré escuchando esto. O algo muy similar.

 





Libros para un verano

26 07 2014

[Si te perdiste la sección y quieres escuchar el podcast, solo has de hacer clic aquí]

A petición popular, para el último espacio de La Buena Letra de esta temporada, traigo unas cuantas recomendaciones que den para todo el verano. Algunos son libros que hallarás en las mesas de novedades; otros salen con editoriales independientes y habrás de pedirlos en tu librería de confianza, pero te valdrá la pena la espera. Todos son recientes, todos son rica fruta del país y te prometo que no hay entre ellos ninguna comercialada.

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Foto: Verónica Iglesias

Pero primero vamos con el título del que queríamos hablar la semana pasada y que la rabiosa actualidad me impidió reseñar:

 Yonqui - Paco Gómez Escribano

 Yonqui, de Paco Gómez Escribano, Erein, 299 páginas.

En Canillejas, en 1978, el Botas no tiene muchas salidas: a su padre se le reventó el hígado en el bar del barrio; su hermano mayor murió de hepatitis; su hermana huyó de casa y su madre es alcohólica. Así las cosas, no es raro que el pibe ande todo el día metiéndose por las napias o la vena lo primero que encuentra, robando coches para atracar gasolineras o sacando la navaja a la primera de cambio. Con rapidez, con eficiencia, limitando su léxico al argot del personaje, Paco Gómez Escribano pinta un retrato acre y brutal de los barrios periféricos de Madrid durante la transición. Al Botas lo vamos a acompañar en su periplo por el infierno, desde su adolescencia hasta los veintipocos. Estaremos con él en sus palos y trapicheos, pero también en sus diferentes intentos por rehabilitarse y llevar una vida mejor. Y en su encuentro con Lola, otra chiquilla que no se resigna a ser una excluida. Yonqui es una novela sobre navajeros. También una Bildungsroman. Una historia de miseria y violencia con un vocabulario limitado al de su protagonista, lo cual la hermana con La naranja mecánica. Por último, es también el retrato de una época y, como ganancia secundaria para los nostálgicos, un repaso a la historia del rock español, pues el encuentro del Botas con la música supondrá una epifanía y en sus ensayos y tocadas se irá encontrando con Burning, Gabinete Caligari, Parálisis Pemanente o Antonio Vega. Por supuesto, los amantes de la acción y de las persecuciones no se van a sentir defraudados. Pero eso puede tenerlo cualquier novela. Tan buena literatura, hecha con palabras de la calle, no. Así pues, para empezar las vacaciones, sexo, drogas y rockanrrol con Yonqui, de Paco Gómez Escribano, publicada en Donosti por Erein, 299 páginas de alto voltaje.

 El gran frío - Rosa Ribas - Sabine Hofmann

 El gran frío, de Rosa Ribas y Sabine Hofmann, Siruela, 312 páginas.

Una novela esperada: la segunda aventura de la periodista Ana Martí, protagonista de la estupenda Don de lenguas, que fue de lo mejor del 2013. Como la anterior es novela negra y como la anterior está ambientada en España en los años cincuenta. Pero esta vez la historia ya no transcurre en Barcelona, sino que a Ana la envían a un pueblito de Aragón para cubrir una noticia sensacionalista: la supuesta aparición de los estigmas de la Pasión en el cuerpo de una niña. Y allí va a descubrir un secreto que tiene que ver con un viejo crimen olvidado. Una historia negra en la España más profunda y oscura. Ribas y Hofmann crean personajes casi de carne y hueso, los introducen en una estructura firme que luego exponen con una prosa limpia y eficaz. Pero no solo eso, sino que sus retratos de época están perfectamente ambientados, con una ambientación que no nos da la lata intentando mostrar lo mucho que se han documentado (defecto frecuente en este tipo de novelas), con una mirada lúcida y sincera a la época y la sociedad que describen. Para amantes de la novela negra, de las novelas que hacen retrato de aquella sociedad y, en general, para pasárselo pipa durante tres o cuatro días, porque no te durará más.

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Edad de oro, de Fernando Fernández Rodríguez, Uno Editorial, 448 páginas.

Otra sobre historia contemporánea, pero esta vez una ópera prima y en una editorial pequeña. Fernández Rodríguez se estrena con una novela que trata un filón que solo en los últimos años hemos comenzando a explorar en nuestra narrativa: el de las Vanguardias Históricas en Canarias y el impacto del 18 de julio en las vidas de aquellos artistas. Edad de oro es un viaje desde la actualidad hasta la II República y la posguerra, siguiendo a quienes sirvieron de modelos a Néstor de la Torre para su Poema de la Tierra. Una digna primera novela y una buena oportunidad para acercarse a dos fenómenos sorprendentes: la Escuela Luján Pérez y la facción surrealista de Tenerife.

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Cioran, Manual de Antiayuda, de Alberto Domínguez, Alrevés Editorial, 265 páginas.

Con lúcida mala baba, el joven filósofo catalán Alberto Domínguez ha escrito un suculento ensayo sobre la obra de E. M. Cioran, planteado como una crítica frontal y devastadora a esos libros de autoayuda que suele devorar Fortunata. Una verdadera agresión al buenismo correctista new age y lobotomizado. Para entendernos: es el libro que regalarías a todos esos amigos y amigas que te envían postales con puestas de sol, bebés o cachorritos y mensajes positivistas rotulados con fuentes cursivas y problemas de sintaxis. Y también una amena manera de recordar a Cioran, ese francotirador del pensamiento. Una ganancia secundaria: que sientas ganas de leer o releer Breviario de podredumbre, La tentación de existir o En las cimas de la desesperación. Para lectores de Cioran, por supuesto, pero también para los que están hartos de que los traten como a tontos.

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Aquellos años del boom, de Xavi Ayén, publicado por RBA, 876 páginas.

Se está convirtiendo, quizá, en un fenómeno editorial. Y no es para menos: este extenso volumen cuenta la génesis y desarrollo del boom latinoamericano, huyendo de la hagiografía y del peloteo, y buceando en las vidas y obras de los autores que lo conformaron. Ayén, redactor de Cultura de La Vanguardia, examina, además, los rumores y leyendas sobre sus biografías, buscando la verdad que hay tras ellas. Por eso desvela alguna mentirijilla promocional, algún embuste del marketing. Y, por supuesto, no se olvida de analizar muy bien la figura de la todopoderosa Carmen Balcells, que fue al boom lo que George Martin a los Beatles: aquella que tomó aquellos diamantes en bruto y los engarzó en un collar fastuoso. Para amantes de la literatura hispanoamericana y, sobre todo, para quien quiera contextualizar más allá de querellas y estrategias de márketing, la génesis de algunas de las más grandes obras del Siglo XX.

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Me llamo Suleimán, de Antonio Lozano, Anaya, 197 páginas.

No nos olvidamos de los jóvenes. Para ellos ha aparecido hace poco historia social, dura e interesante, firmada por el compañero y sin embargo amigo Antonio Lozano. Cuenta en primera persona la historia de un joven inmigrante ilegal maliense, su largo viaje desde su pueblo natal hasta Gran Canaria, un periplo en el que hay mafias, necesidades y peligros, traiciones y lealtades, cayucos y centros de internamiento. Una novela muy recomendable no solo porque está estupendamente escrita (de Antonio Lozano siempre nos llegan cosas buenas), sino porque nos acerca a una realidad que tenemos justo delante y que algunos no sabemos ver con claridad.

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Principito debe morir, de Carmen Moreno, Lapsus Calami, 178 páginas.

Y me dejo para el final una esta absoluta sorpresa: una novela de ciencia ficción planteada como una exégesis del clásico de Saint Exúpery. A partir de lo que podría ser una precuela de El Principito, Moreno hace una cosa divertida, ácida, conmovedora y curiosamente coherente, plagada de guiños a la cultura pop y de sátira sociopolítica. Este es para forofos de El principito, para amantes del buen Sci Fi y, en general, para los buscadores de prodigios imaginativos (digamos que si las últimas novelas que has leído te parecen más de lo mismo, deberías dar una oportunidad a este libro fresco y lleno de sorpresas: es muy posible que te reconcilie con la ficción).

Foto: Verónica Iglesias

Foto: Verónica Iglesias

Aquí acaba la lista. Por supuesto, me han caído en las manos otros muchos libros interesantes en lo últimos tiempos (me dejo atrás, por ejemplo, Sylvia, de Howard Fast, publicado por Navona y del cual te prometo reseña), pero no todo cabe en una sección ni en una entrada (esta, de hecho, ya se ha hecho larga hace un par de pantallas). En cualquier caso, aunque no tengamos La Buena Letra en el aire hasta septiembre, Fortunata y yo seguiremos hurgando en las estanterías y trayéndote títulos a Ceremonias, para que los leas a solas o, mucho mejor, los compartas con los tuyos, porque ya sabes: la familia que lee unida…





Filológicamente demostrado: Don de lenguas, de Ribas y Hofmann

22 06 2013

Rosa Ribas y Sabine Hofmann firman esta delicia que te traigo hoy: Don de lenguas, editada hace un par de meses por Siruela, y que está dando mucho que hablar.

Don de lenguas, de Rosa Ribas y Sabine Hofmann, Madrid, Siruela, 408 páginas

Don de lenguas, de Rosa Ribas y Sabine Hofmann, Madrid, Siruela, 408 páginas

Como Tu nombre envenena mis sueños, de Joaquín Leguina, o Beltenebros, de Muñoz Molina, Don de lenguas transcurre en la posguerra, a principios de los cincuenta y comienza según mandan los cánones: aparece muerta Mariona Sobrerroca, una viuda de la alta sociedad barcelonesa. El caso hay que resolverlo rápidamente, porque está a punto de celebrarse en Barcelona el Congreso Eucarístico y hay que dar una imagen impoluta de cara al extranjero. El encargado de la investigación será el inspector Isidro Castro, de la Brigada de Investigación Criminal, perro viejo de la temible policía franquista.

Pero el protagonista no es Isidro Castro. En realidad, las protagonistas serán dos mujeres. Una veinteañera, Ana Martí, periodista hasta entonces confinada en la sección de ecos de sociedad para La Vanguardia e hija de un jefe de redacción depurado, a quien se le dará la oportunidad de cubrir la noticia. Ella encontrará nuevas pistas que la llevarán a consultar a la otra prota de la novela, Beatriz Noguer, una eminente filóloga, también depurada, a la que le pide que analice el contenido de unas cartas.

Creo que estas dos mujeres brillantes y luchadoras en medio de una sociedad mediocre que castiga la lucha, la brillantez y lo femenino, verán en este asunto algo así como una vía de escape a la gris opacidad a la que les ha condenado esa sociedad. O acaso, un medio para intentar hacer algo de justicia, aunque sea poética, en un mundo injusto.

Sean cuales fueren los motivos, son muy interesantes en esta novela los métodos, porque es a partir de la intervención de Beatriz cuando la lingüística (la hermenéutica, diría yo) comienza a cobrar una gran importancia en la resolución de los enigmas. El amor por la palabra, el respeto por el lenguaje, recorre todo el libro sin que en ningún momento resulte forzado, con esa naturalidad con la que los marineros hablan del mar, en esta novela negra se habla mucho de literatura, de lenguaje, de variantes léxicas y de idiolecto, hasta el punto de que algún personaje llega a justificar uno de sus descubrimientos diciendo que ha sido filológicamente demostrado.

Hay dos tipos de intrigas criminales: las que te dan una sorpresa al final y las que te dan sorpresas casi a cada página. Don de lenguas, por suerte, es de esta última clase, así que no puedo contar mucho más sobre el argumento. Pero, fíate de mi palabra: Rosa Ribas y Sabine Hofmann han perpetrado, en mi opinión, una estupenda novela filológico–policiaca. Nos dan lo que espera cualquier buen lector de novela negra: una buena trama policial, personajes aparentemente arquetípicos pero en realidad novedosos, un argumento que se va enredando sobre sí mismo y funciona como una máquina perfectamente engrasada, imitando verosímilmente los azares de la vida y, sobre todo, buena, excelente literatura.

Así, Ribas y Hofmann nos llevan de la mano hasta esa Barcelona (esa España) de los cincuenta, la España del estraperlo y la leche en polvo, de las hieleras y las esquelas, del jabón el Lagarto y los concursos radiofónicos, que es también la España de las rencillas, los gobernadores civiles y la inmisericordia con los perdedores; la España del machismo y la homofobia, la de los represaliados y la de los falangistas de primera y segunda hora que hacen maridaje con los privilegiados de toda la vida. Y pueblan el recorrido con personajes de toda calaña, donde hay criadas, porteras, serenos, abogados y periodistas afectos al Régimen o no, policías de los malos y de los no tan malos (en esa época no hay ninguno bueno), estafadores y ladrones con encanto, como el Boira o Pepe el Araña, tipo, este último, de quien me declaro fan absoluto.

Rosa Ribas es una vieja conocida nuestra. Catalana de nacimiento, alemana de adopción, vive en Frankfurt del Meno y es muy conocida por sus novelas de la comisaria Cornelia Weber–Tejedor (Entre dos aguas, Con anuncio, En caída libre), aunque ha firmado otras cosas estupendas, como La detective miope o Miss Fifty.

Sabine Hofmann es alemana y está especializada en filología Románica y Germánica. Ahora vive en el sur de Alemania, pero trabó amistad con Rosa cuando ambas impartían clases en la Universidad de Frankfurt.

Parece ser que escribieron la novela con un método muy peculiar: cada una de ellas tomaba la perspectiva de uno de los personajes y escribía el capítulo en su lengua materna. Luego la otra leía el capítulo y lo traducía a su propio idioma, retocándolo inevitablemente. Por tanto, al finalizar el trabajo, tenían en las manos dos originales: uno en alemán y otro en castellano.

Lo hermoso es que han conseguido una sola voz, rica en matices y giros. Y el resultado es una novela llena de intriga, de Historia y de verosimilitud, de reflexión sobre la lengua y la literatura y de personajes de los que uno se enamora irremediablemente.  Reunir todas estas cosas en un solo libro, trabajando, además, a cuatro manos es muy difícil y, de hecho, muchos han fracasado al intentarlo. Pero estas mujeres no: ellas han conseguido una novela estupenda, que puede leerse por mera fruición (porque es muy divertida) o de forma más reflexiva, pues, como todo buen libro, presenta diferentes niveles de interpretación que, creo, la hacen merecedora de relectura.

Así pues, para esta semana, Don de lenguas, de Rosa Ribas y Sabine Hofmann, editada en Madrid por Siruela, 408 páginas de buena novela negra y, en todo caso, estupenda literatura. Y eso es un hecho filológicamente demostrado.

[Si te apetece escuchar el podcast y averiguar, de paso, por qué Fortunata, nuestra cabra galdosiana, devoró esta semana Los hombres son de Marte, las mujeres, de Venus, solo tienes que hacer clic aquí. Ya sabes que, además de La Buena Letra, tienes La Butaca, con Francisco Melo Junior y todo ello en SER Las Palmas de Gran Canaria, a las órdenes de Eva Marrero]








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