Aridane Criminal, un festival al golpito

25 01 2021

La idea era sencilla y, a la vez, presentaba sus complicaciones: organizar un encuentro de novela negra y policiaca en la periferia y que saliese al mundo; atendiendo a la historia pero a la altura de los tiempos; de humildes pretensiones aunque con la ambición de hacerlo todo lo mejor posible. Y, además, buscando contacto, intercambio y calidez en tiempos marcados por bichos, distancias sociales y mascarillas.

El resultado ha sido Aridane Criminal, un pequeño festival celebrado en Los Llanos de Aridane, en la mágica isla de La Palma, a lo largo de tres jornadas que han permitido a público y autores el contacto, el debate, el conocimiento y hasta la profundización en estos géneros literarios, lo cual supone, evidentemente, el contacto, el debate, el conocimiento y la profundización en el hecho literario.

Esta fiesta de la palabra arrancó el pasado jueves a las cinco de la tarde, cuando Rosa Ribas entró en un aula en la que predominaba el alumnado joven y femenino para impartir un taller sobre estructura del relato, y finalizó el sábado, a la una y media de mediodía, cuando el Cristóbal Montesdeoca Quartet interpretó “Mac the Knife” para dar fin al Letras a tiros, un concierto leído en el que Carlos Álvarez hizo un recorrido por la novela negra desde Black Mask hasta nuestros autores de la transición. Entre uno y otro momento, hubo actos con diferentes formatos: la conferencia dictada por Yanet Acosta con apoyo plástico de Ari Acosta sobre los Lugares y no lugares de sus novelas; el debate Échale mojo, entre la propia Yanet, Carlos Álvarez y José Luis Correa (tan canarios y tan distintos todos), moderados por Eduardo García Rojas, quien condujo también un encuentro con José Luis Correa sobre su extensa obra, titulado Novela negra con Blanco; una mesa que podríamos describir como semi-virtual, pero también como histórica, en la que Alicia Giménez Bartlett (a través de las redes) y Rosa Ribas (en persona) charlaron con Marta Marne sobre su Literatura más allá del género; y, hubo un encuentro directo del público con la obra de estos autores y autoras, escuchadas de su propia voz, en una lectura colectiva que quisimos llamar Dímelo en la calle (Todo esto pudo seguirse a través de las redes sociales del festival e irá apareciendo en estos días en el canal de Youtube de Aridane Criminal).

Hoy, nuevamente en casa, con el agotamiento y la satisfacción entremezclándose, me llega, como director del encuentro (y, también, como persona, por eso lo hago en este blog del cual soy el único responsable), el momento de agradecerles a todos ellos, a todas ellas, su labor y su disposición para involucrarse en esta pequeña locura en estos tiempos de pandemia. Pero también, a todas y cada una de las instituciones, organismos y empresas que lo han hecho posible. Y, sobre todo, a los seres humanos que hay detrás y que son lo que me importa. En primer lugar, al Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane y a Noelia García Leal por dar cabida al festival. A Charo González Palmero, quien decidió confiar en mí para este encuentro tan exclusivo como inclusivo, celebrado precisamente en esta semana para conmemorar el centenario de la gran Patricia Highsmith (lo cual supone una declaración de intenciones). A Guacimara León (siempre metida en la oficina para que todos gocemos en la calle), y al extraterrestre Ricardo Suárez, el hombre que hace que es capaz de conseguir desde un alfiler a un elefante y que es uno de los mejores programadores y gestores que he conocido en mi vida (aparte de haberse convertido ya, para mí, en un hermano). A las librerías Ler, El Estudiante y Arcoiris, que se mudaron durante esos días a nuestra carpa de Juan Pablo II. A los equipos técnicos de SonoArte y SixtyMedia, auténticos artistas implicados mucho más allá del estricto cumplimiento del deber y a quienes he propuesto matrimonio en repetidas ocasiones. A Naira Gómez e Iriome del Toro, que crearon este fantástico téaser que nos envolvía en su atmósfera antes de cada evento y a Nano Barbero, que hizo para nosotros ese estupendo cartel con la gran PH y su gago. A Julia Rivero Padilla, quien aparte de responsabilizarse de las redes sociales, ejerció como mi ayudante (nunca había tenido ayudante; creo que no quiero volver a tener otra que ella). A Andrew Gallego, cuya cámara estaba siempre preparada para captar lo que se perdía el ojo. A quienes velaron por que se cumplieran todas la medidas y protocolos de seguridad general y sanitaria en particular, los equipos de la Agrupación de Protección Civil AXER Los Llanos de Aridane y el CECOSEM (Domingo y Gabriel, los quiero aunque no me dejen fumar en el recinto, porque es muy hermoso que quien ha de reconvenirte para que te portes bien lo haga con un sonrisa y un gesto amable). A David Dorta y los hosteleros y restauradores del municipio, que nos alojaron y alimentaron como lo habrían hecho nuestras madres. A Sergio Gisbert, nuestro chófer de lujo, nuestro protector y guía por los senderos infinitos de La Palma.

Siempre me habían dicho que era muy difícil dirigir un festival. Ahora sé que, con personas así alrededor, en realidad es todo muy sencillo.

El año que viene volveremos. Volveremos porque, si hemos podido nacer en estos tiempos de bichos y mascarillas, vamos a poder crecer mucho cuando nos hayamos librado de ellos. Así que volveremos con las secciones fijas y con otras nuevas. Intentaremos abrirnos a otros territorios, a otras disciplinas, a otras realidades, a otros espectros de edad. Ya estamos trabajando en ello, ahí, a nuestro estilo, al golpito.

Y sí, volveremos y todo será igual de bueno. O será mejor. Porque, con suerte, el año que viene podremos abrazarnos. 





Una novela nutritiva

25 05 2013

Abandonadito tenía Ceremonias. Y abandonadita tenía también La Buena Letra. Son épocas de trabajo, de muchos viajes, de hoteles en los que no hay buena conexión a Internet, te falta tu biblioteca para consultar citas o no hay tiempo de sentarse a escribir. Aunque también son días de debate y reflexión sobre el oficio, de conocimiento de nuevos textos y nuevos autores y autoras, de pequeños y grandes descubrimientos.

Por ejemplo, la semana pasada estuve por Tenerife, en las VII Jornadas de Novela Negra de Arona, que estos años estaban dedicadas a la narrativa negrofemenina. Y allí, entre libros de Rosa Ribas, Patricia Highsmith, Susana Hernández y Cristina Fallarás se habló de este libro que te traigo hoy, publicado por Ediciones Amargord en su colección Negra, Urbana y Canalla, dirigida por Carlos Salem, una pequeña joyita policíaco-culinaria que se titula El Chef ha muerto y que fue la primera novela de la narradosta y periodista Yanet Acosta.

El Chef ha muerto, de Yanet Acosta, Madrid, Amargord, 211 páginas.

El Chef ha muerto, de Yanet Acosta, Madrid, Amargord, 211 páginas.

Probablemente por culpa de Vázquez Montalbán, en la novela negra mediterránea y atlántica (frente a la centroeuropea, la nórdica y la anglosajona), los personajes no paran de comer. Es un lugar común que en cada entrega de serie, los protas se ceben con platos locales de los sitios en los que investigan. A veces, el autor tiene conocimientos más o menos refinados sobre carnes, vinos, aceites o pescados. Otras, en cambio, se limitan a dar cuenta de recetas o caldos locales. En unas y otras ocasiones la gastronomía es más una nota de color, una excusa para hacer guiños más o menos explícitos, y un medio para dar corporeidad a unos personajes que siempre corren el riesgo de convertirse en marionetas sin alma si no evidenciamos sus funciones corporales. Esto se ha vuelto tan común que en algunos autores resulta burocrático y aburre. Confieso que en muchas ocasiones, yo me salto la comida, porque no me aporta nada: ni calorías ni literatura.

En El Chef ha muerto la cosa va bastante más allá y con grandes beneficios para el lector, porque, como ya nos indica su título, la gastronomía no es algo que pase por allí y decore más o menos anecdóticamente, sino que es el leit motiv central del argumento.

Es una novela negra con muerto al principio. Y el muerto es el mejor chef del mundo, que ha fallecido en Corea. Se ha tragado un pulpo vivo y se ha asfixiado. El mundo gastronómico está consternado. También lo está la agencia de seguros del chef, que debe averiguar si se trata de un homicidio, un suicidio o un accidente laboral. Por eso el asunto acaba llegando a las manos de Ven Cabreira para que averigüe si hay que pagar indemnización o no. ¿Quién es Ven Cabreira? Pues Ven Cabreira es un antiguo agente del CESID que, entre otras cosas, fue enviado en su momento a EEUU como enlace con la CIA. Su aventura americana consistió, principalmente, en repartir perritos calientes en la central de la agencia yanqui. Ahora Ven para por Montera, hace trabajos para el Jeta, un antiguo compañero que tiene una agencia de investigación, y comparte su vida, sus latas de fabada y sus botes de Nesquic con un gato, única compañía en un pisito proletario que alberga su colección de Barbies. Sí, Ven Cabreira colecciona Barbies porque eran la pasión de su difunta y esas muñecas son lo único que le queda de ella. Hay otro rasgo muy peculiar en Cabreira: padece ageusia, un trastorno que le impide captar ningún sabor. Y este investigador que colecciona Barbies, es adicto al White Horse (de hecho, no conoce la diferencia entre un malta y un blended) y a quien le saben igual la fabada y una gamba de Huelva, es quien tiene que internarse en el selecto mundo de la alta gastronomía y contarnos su cara B: la de las rivalidades, los enfrentamientos entre tendencias, los críticos engreídos, los negocios sumergidos y el miedo al fracaso que se esconde tras los menús de cinco platos y los experimentos gastronómicos.

Hay otros dos personajes muy interesantes que compiten en protagonismo con Ven. Uno es Lucy Belda, una periodista gastronómica que también es de gato, de vivir sola y de empinar el codo, aunque ella es mucho más sofisticada y tiene muy buen gusto (no solo para la comida). El otro personaje es Linda Meyer, de quien no voy a explicar nada para no destripar algunos de los mejores momentos de la novela. Solo avisaré de que no hay que despistarse con ella, porque da muchísimo juego y, lo digo desde ya, se ganará casi inmediatamente las simpatías de cualquier lector.

Ellos, Cabreira, Belda y Meyer, son las tres patas de este hermoso artefacto que es El Chef ha muerto, una novela rápida y por momentos hilarante, de frase corta y elipsis bien manejada, que enseguida, casi desde las primeras páginas, se convierte en una sátira cruel y muy divertida sobre ese baile de egos y de cifras que es la alta gastronomía, pero  que, no obstante, es también una historia muy tierna sobre humanos que siguen buscando la belleza, la libertad y el amor en medio de toda esa frivolidad.

Yanet Acosta lleva muchos años en Madrid, pero nació en Garachico, en 1975. Es periodista, especializada en gastronomía y nutrición, sobre lo cual ha escrito para El Mundo y Público, aparte de trabajar como redactora para la Agencia EFE. Además de muchos textos académicos, ha escrito series de reportajes sobre sus viajes, porque se ha pateado medio mundo probando todo tipo de platos (incluidos pulpos vivos). No puedes dejar de visitar su blog, donde fusiona literatura y cocina con la misma soltura que en la novela. Está a punto de lanzar un libro de cuentos, Noches sin sexo, mientras trabaja (espero) en una nueva novela con el mismo personaje de Ven Cabreira. Porque Ven Cabreira me parece un personaje digno de una serie, con sus modales cutres, sus excentricidades, su sarcasmo y su tierna soledad.

Mientras tanto, para esta semana, la recomendación es esta: El Chef ha muerto, de Yanet Acosta, editada por Amargord, 311 páginas de verdadera pesadilla en la cocina.








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