Los nombres prestados

17 01 2022

El próximo 26 de enero llegará a las librerías Los nombres prestados. Publica Siruela (que ya ha tratado maravillosamente bien otros libros míos) y se trata de una novela que obtuvo el año pasado el Premio de Novela Café Gijón. Ya he explicado públicamente lo que ha significado (significa) este premio para mí. Para quien se ha formado en la artesanía literaria y ha conseguido cierta popularidad cultivando un género cuya etiqueta lleva pegada siempre, una distinción como esta, dedicada a premiar la literatura (sin adjetivo), supone un espaldarazo y una verdadera puesta de largo. Al pensar en esto, siento que siempre estoy empezando, aunque sea a los cincuenta años y veintitantos libros después. Y, se me ocurre, esa es una manera perfecta de mantenerme joven.

Los nombres prestados se presentará en Cartagena, el miércoles 2 de febrero, a las 20:00 horas, en la Biblioteca Josefina Soria de El Luzzy, en una conversación con el escritor y sin embargo amigo Antonio Parra Sanz. En Gran Canaria, la presentación consistirá en una lectura que tendrá lugar en la Biblioteca Insular, el viernes 18 de febrero, a las 19:00 horas.   

Como a ti, que frecuentas este blog ya tan poco frecuentado, te considero persona amiga, creo que este es el espacio adecuado para hablarte de ella.

Me gustaría pensar que Los nombres prestados es una novela distinta dentro de mi producción, en el sentido en el que son distintas muchas de mis últimas novelas, porque obedecen a esa necesidad de salirme de la zona de confort, de experimentar formalmente, de mudar de estilo y de razones. 

Transcurre a mediados de los años ochenta en Nidocuervo, un lugar inventado en un país que sí existe y que responde muy bien a eso que se denominaba entonces la España profunda, la que llamamos hoy vaciada, y que mañana estará olvidada como lo ha estado siempre. Uno de esos villorrios buenos para perderse y, por tanto, perfectos para encontrarse. Por exigencias argumentales, sus personajes son gente de la Península, aunque la voz del narrador siga siendo la de un canario, la de este canario, que se niega a negarse.

En cuanto a la cocina, el proceso de escritura, uso mis diarios para recordar y contarte que los primeros apuntes datan de junio de 2013 y no tuvo un original más o menos definitivo hasta septiembre de 2020. Suelo preguntarme por qué algunas novelas las escribo en seis meses y, en cambio, otras se pasan años entrando y saliendo del cajón, avanzando a ratos, soportando versiones y reescrituras antes de estar más o menos presentables. El caso es que Los nombres prestados es de estas últimas.

Comenzó a surgir tras una visita con Thalía Rodríguez a una feria canina, donde conocimos a unos jóvenes que adiestraban a perros para usarlos en terapias con niños y niñas que tenían problemas con las habilidades sociales. Esa tarde, tras una conversación en casa, apareció, como germen de esta historia, una imagen muy clara que hoy es el primer capítulo del libro: el encuentro entre un perro y un adolescente en medio del campo.

Luego, como digo, pasaron años, a lo largo de los cuales le fueron ocurriendo cosas a este país. Por ejemplo, la revitalización de la reflexión en torno a la memoria, la polarización del debate político, la tendencia a la cosificación del otro y la desaparición cada vez más notable de la compasión en ese ámbito. Esos fenómenos, unidos al hecho ineluctable de que me he ido haciendo mayor (y leyendo libros y más libros cada día) y mi manera de ver el mundo ha ido evolucionando, fueron convirtiendo esta novela en lo que es: una historia sobre la identidad, el dolor, las relaciones siempre complejas entre víctimas y verdugos, la compasión y la posibilidad de redención. Al final hay otro tema que se fue colando con fuerza: el de la fe. Y eso es curioso, si tenemos en cuenta el ateísmo que constituye una de mis pocas convicciones firmes.

No quiero contarte nada del argumento (ya la sinopsis de contraportada cuenta más de lo que yo habría querido) para no destriparte la historia. En cuanto al género, no sé si es una novela de género. Probablemente, el resultado final responda más a la estructura de un western que a la de un thriller o una novela negra clásica (si es que existe algo que podría ser denominado así). Yo, en todo caso, mientras la escribía, pensaba en un relato alegórico, o en las novelas de fuerte tesis política de Leonardo Sciascia o Jean-Patrick Manchette. Sea como fuere, da igual: ahí estará en breve, ya publicada y a tu disposición. Te la ofrezco para que la goces y la sufras como te apetezca. De las etiquetas y los géneros ya se encargarán los críticos y los estudiosos, que también tienen que comer.