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La Buena Letra de esta semana es un ensayo de José Ovejero titulado Escritores delincuentes. Publicado en 2011 por Alfaguara, el libro repasa las obras y vidas de un gran número de autores de todas las épocas que tienen en común el haber estado en prisión.
Pero no por cualquier motivo. Ovejero restringe bastante su definición de escritor delincuente, diciendo: “un escritor delincuente será aquel que ha cometido delitos tipificados en el código penal, sin intencionalidad política declarada, y que ha pasado por ello un tiempo prolongado en la cárcel, siempre que el delito o sus consecuencias, también las penales, hayan tenido una influencia considerable en la vida o la obra del escritor”.
Por eso quedan fuera no solo los presos políticos, sino los delincuentes demasiado pequeños, como O’Henry, en cuya obra no influye en absoluto su pena por desfalco, o Álvaro Mutis, quien estuvo en la prisión de Lecumberri por malversación.
Pero los demás, están todos: François Villon, el poeta fundacional francés, que fue clérigo y bandolero; Anne Perry, quien, en la adolescencia, mató junto a una amiga a la madre de esta (hay una película que lo cuenta: Criaturas celestiales); Karl May, que fue condenado por robo y estafa; Jimmy Boyle y Hugh Collins, gánsters escoceses que acabaron convirtiéndose en escritores; las chilenas María Carolina Geel y María Luisa Bombal, que disparan, con veinte años de diferencia, sobre sus respectivos amantes; William Bourroughs, que jugó a ser Guillermo Tell con su mujer Joan Volmer Adams o, en fin, Chester Himes, atracador que comenzó a escribir en la cárcel y se convirtió en un verdadero maestro de la novela policiaca.
Con estos nombres (y muchísimos más), partiendo de cierta confesa curiosidad morbosa, Ovejero acaba haciendo un serio estudio sobre la verdad y la ficción, la influencia biográfica o no en las respectivas obras de estos autores, y una larga reflexión sobre la justicia, la culpa y la posibilidad de la rehabilitación que, más allá de aquel morbo inicial que suscita el tema nos lleva a terrenos éticos que nos afectan a todos. Y, además, desgranando las biografías de estos autores (algunos de ellos mediocres; otros, magistrales), Ovejero nos lleva a un viaje por la historia de la literatura, especialmente la contemporánea, que comienza en la curiosidad y acaba en el asombro. Mientras nos enteramos de los méritos y las pequeñas o grandes mezquindades de autores que conocíamos o nos sonaban, Ovejero demuestra que se pueden escribir ensayo produciendo páginas bellamente literarias.
José Ovejero nació en 1958 y es madrileño, aunque ha vivido en diferentes lugares de Europa y ahora reside, principalmente, en Bruselas. Ha publicado dos libros de poesía, cuatro volúmenes de cuentos y siete novelas, la última de las cuales La invención del amor, obtuvo el Premio Alfaguara de Novela en 2013. Como ensayista obtendría, además, el mismo premio en la categoría de ensayo, en 2012 por La ética de la crueldad. Así que, en mi opinión, estamos ante un crac, un escritor total, buen narrador, y ensayista fino que no solo saber olisquear el aire y encontrar buenos temas, sino también ejecutar interesantes desarrollos para estos.
Así pues, para pasárselo pipa golijineando en las biografías de algunos escritores talegueros, pero también para preguntarnos dónde acaba la vida y empieza la literatura, Escritores delincuentes, de José Ovejero, publicada en Madrid por Alfaguara, 326 páginas de delitos, pero también de redención.