Inocencias presuntas

31 01 2013

Bienvenido al mundo de los billetes metidos en sobres, bolsas de plástico y cajas de zapatos. En este mundo, ayer mismo, escuché decir a un tertuliano que esos billetes eran de «dudosa procedencia». Y recordé un viejo cuento: el de un miembro de un prestigioso círculo mercantil que pretendía entrar a una fiesta en la sede de ese club acompañado de dos prostitutas. Ante la negativa del portero, que argüía que aquellas dos señoritas parecían ser de «dudosa moral», el calavera respondió: «No, estas dos muchachas son putas. De dudosa moral son las que están ahí dentro».

500euros

Todo esto viene a cuento de que me niego a regalarle la presunción de inocencia a ninguno de los sinvergüenzas que han participado en este expolio: ni políticos ni empresas ni intermediarios ni medios de comunicación. Todo aquel que saca dinero de este país o permite que alguien de fuera venga a sacarlo o lo permite a cambio de participar de las migajas es enemigo de España, aunque luego venga con su banderita, su desfile de las Fuerzas Armadas y su constitucionalismo de garrafón a llenarse la boca con solemnidades huecas, sus amnesias generales y sus defensas de las instituciones cuyas sedes llena de estiercol.

Piénsalo: no se merecen nada. Porque te engañaron.

Te engañaron.

Unos decían defender España, su soberanía, su unidad, su decencia. Prometían reformas que acabaran con los desmanes. Te invitaban a dejarlo todo en sus manos, porque ellos sí-sabían-lo-que-debían-hacer. Otros ocultaban sus rostros, pero sembraban el país (y lo que no es el país) con sus logos, sus anagramas, los nombres comerciales de sus grupos empresariales. Algunos, seguramente, permanecían aún más en la sombra, en sus mansiones suburbiales. Acaso eran los mismos que bajaban de cuando en cuando a la Milla de Oro para intercambiar bolsas de dinero en efectivo con maleantes chinos. Hoy por hoy ya me lo creo todo. Había varios, sí, que daban la cara, acaso excesivamente, desde sus tribunas mediáticas, voceando contra viejos monstruos que ya no dan miedo, contra la iniquidad de sindicatos y demás agresores de la patronal y contra la supuesta desidia de los funcionarios, en una frenética orquesta de bombos y platillos cuyo ruido acallara el frufrú que hacen los billetes de quinientos al cambiar de mano.

Pero te engañaron. Ellos, que veían enemigos de España por todos lados, llevan años saqueándola desde todos los puntos de vista (económica, social y hasta espiritualmente) o poniéndoselo fácil a otros para que hagan lo propio. Mientras criminalizaban a los parados, a los perroflautas, a los funcionarios, a los trabajadores que se negaban a tolerar el abuso, a todos aquellos que reclamaban justicia y democracia (porque para ellos solo existe la democracia liberal, esa que proporciona libertad para depredar impunemente), negándoles toda legitimidad (porque para ellos la única legitimidad es la de unas urnas amañanas por las listas cerradas y un sistema electoral absurdo) iban dando mordidas al Estado, contrayendo en tu nombre deudas infames y pasándose cajas de zapatos preñadas de billetes.

Hoy sus nombres aparecen en la prensa. Hoy comienza a haber evidencias de lo que nos olíamos hace mucho. Y sabemos (no está probado en sede judicial, pero cuando veo un líquido blanco saliendo de una vaca no hay dios que me convenza de que no es leche) que tras el auge de determinados grupos empresariales había juego sucio (esas corporaciones no dan nada a cambio de nada y a estos individuos les dieron mucho). Que tras las privatizaciones había (era imposible que no hubiera) algo podrido. Que se llevaban dinero (mucho dinero) cada vez que daban negocio a costa nuestra (y me es indiferente que hayan declarado a Hacienda el contenido de sus sobres; a nadie se le esconde que es precisamente así como se blanquea el dinero: introduciéndolo en el sistema). Que en el desmantelamiento paulatino del Estado había trampa.

Mientras veías el fútbol, mientras flipabas con Nadal, mientras soñabas con comprarte esa casa que ahora estás a punto de perder, te engañaron. Me engañaron. Nos han engañado a todos. Pero hay un proverbio que dice: La primera vez que me engañes, la culpa será tuya; la segunda, será mía.

Así que ahora que las cosas van quedando claras, o, antes bien, ahora que sabemos que estaban muy turbias, me niego a regalarle la presunción de inocencia a estos individuos y grupos, que llamaban «chorizos» a quienes sacaban comida de los supermercados para dársela a quienes la necesitaban, mientras ellos sacaban la riqueza de este país y se la llevaban a sus paraísos fiscales.

Soy ciudadano de este país y no quiero pactos inútiles ni comisiones de investigación estériles ni ver las declaraciones de IRPF en las que los trepas declaraban el dinero que nos habían robado a todos. Lo que quiero son dimisiones.

Porque yo formo parte de este pueblo y ellos son enemigos de este pueblo. Y, al enemigo, ni agua.





Entre la calima: seis cuentos made in Canarias

29 01 2013

En su momento, apareció en papel el volumen Taller de cuentos, un libro en el que recogíamos el trabajo de los participantes en el primer Factoría de Ficciones en la Biblioteca Pública del Estado (cuando las aguas vuelvan a sus cauces presupuestarios, seguramente será posible hacer algo similar con los talleristas de las siguientes ediciones); también, hace algún tiempo, publicamos digitalmente un curioso trabajo: Las voces de Lázaro, una relectura del clásico anónimo escrita colectivamente por la primera promoción del Laboratorio Creativo Anroart. Aunque este foro cesó en su actividad el curso pasado (por el momento) sus integrantes continúan trabajando y algunas talleristas de la segunda promoción andan aún enfrascadas en un proyecto ambicioso: la escritura de una novela que mantiene el título de Los rostros de Miranda. Mientras, hemos podido maquetar y publicar digitalmente (por el mismo medio empleado para difundir Las voces de Lázaro), Entre la calima, un volumen colectivo escrito por los integrantes del Taller de Introducción a la Narrativa de aquel Laboratorio.

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Entre la calima utiliza como pretexto narrativo ese periódico y notable fenómeno tan característico del ámbito geográfico que habitamos. Con ese leit motiv, seis autores de edades, formación y estilos muy distintos han hablado de paisaje, pero, sobre todo, de seres humanos,  ofreciendo, a través de sus ficciones, seis miradas distintas y peculiares a una misma realidad. El resultado final combina el humor, la intriga, el erotismo, la reflexión y la sorpresa, en cuentos que surgen del asombro frente al mundo, de la fascinación ante lo cotidiano.

Si quieres leer este libro breve pero intenso, solo has de hacer clic aquí. Algunos de sus autores ya han publicado textos e, incluso, recibido algún premio. Otros han sido hasta hoy escritores y escritoras clandestinos. Pero todos y cada uno se me antojan voces interesantes,  frescas y significativamente competentes, acaso mucho más que algunas firmas de las que pueblan los escaparates de las librerías.

Personalmente, me siento muy orgulloso de todos y cada uno de ellos, de su trabajo humilde, serio y constante a lo largo de los meses en los que trabajamos juntos y, sobre todo, me siento muy honrado por haber tenido la oportunidad de convivir con ellos en ese espacio lleno de análisis, debates y literatura.





El caso N’Gustro, Manchette más vivo que nunca

23 01 2013

RBA ha recuperado para su Serie Negra El caso N’Gustro, de Jean-Patrick Manchette. A cuentagotas, pero parece que se están reeditando por fin las obras de este francotirador, pionero del neo-pólar, esa nueva novela negra francesa que en los años setenta se inclinaba implícitamente hacia el compromiso político, y muy olvidado durante años en las librerías de segunda mano.

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El caso N’Gustro, de Jean-Patrick Manchette, Barcelona, RBA, 187 páginas.

El caso N’Gustro apareció en la mítica Série Noire, de ediciones Gallimard en 1971, y, sin embargo, leyéndola en estos días en que llegan tantas noticias relacionadas con luchas en África y con nacionalismos y neocolonialismos sigue, por desgracia, muy vigente.

Un ejemplo de actualidad podría ser el siguiente pasaje:

Hubo un momento en el que me creí que podía existir algo así como una idea de nación que fuese tan real como un objeto, pero me equivoqué. No me había fijado bien en ese pequeño y apestoso hormiguero que es la Tierra. Hay fronteras, ciertamente, pero solo sirven para que ganen dinero los dirigentes, pues estos siempre se enfrentan entre ellos en broma y oponen el interior al exterior, y el exterior es el Mal; así pues, inducen a todos los del interior a unirse contra el Mal a sus órdenes. Y así es como conservan el poder, los muy mamones.

Quien así opina es el protagonista, Henri Butron, que muere en las primeras páginas: la novela está contada a través de una cinta que ha grabado justo antes de que dos individuos irrumpan en su despacho y lo finiquiten a tiro limpio, mientras el mariscal George Clemenceau Oufiri, siniestro militar de la africana República de Zinzabul (país inventado) que es quien ha ordenado el asesinato de Butron, la escucha antes de volverse a su país.

Butron no es ningún héroe. Más bien es un sociópata descontrolado, más temerario que valiente y mucho menos inteligente y atractivo de lo que él cree que es. A través de su relato (que comienza en su juventud y acaba con su intervención en el caso N’Gustro) asistimos a los convulsos años cincuenta y sesenta en Francia, esa época marcada por la Guerra de Argel y el proceso de descolonización, por las luchas entre extremismos de todo corte y color, y por un malestar en la cultura que culminaría en mayo del 68. Butron se mueve en ese ambiente como pez en el agua, trabajando como sicario para la extrema derecha, escritor para la extrema izquierda, pornógrafo para millonarios americanos y traficante de armas para guerrillas centroafricanas. Y es así como acaba siendo utilizado como señuelo para atraer a N’Gustro, un notable líder socialista panafricano, hasta las garras de sus enemigos políticos, con la colaboración de la policía francesa y la connivencia de los servicios secretos norteamericanos.

Y, claro, aunque se trata de una obra de ficción, el caso de N’Gustro se parece llamativamente al caso Ben Barka, el líder socialista panafricano marroquí de la época de los años de plomo, secuestrado en 1965 exactamente mediante el mismo procedimiento descrito en la novela.

En fin, con ese estilo suyo tan rápido y plástico, tan lleno de humor negro, haciendo buena literatura con un lenguaje cercano a lo coloquial, en el cual se cuela constantemente la referencia culta, Manchette nos cuenta esta historia de violencia, conspiraciones y preguntas acerca de cómo deberían ser las cosas y cómo son realmente.

MANCHETTE Jean Patrick

Manchette nació en 1942 y murió en 1995. Conoce bien el mundo del que habla, porque él mismo militó en un grupo armado de oposición a la Guerra de Argel, aunque luego comenzó a trabajar como guionista de cine y, finalmente, se lanzó a la novela, que es donde realmente destaca. Como dije, hace tres años ya celebramos que RBA rescatara Nada y yo, personalmente, me quedo esperando a que pase lo mismo con Fatal, que, en mi opinión, es la mejor de sus novelas.

Pero, mientras ocurre todo eso, si deseas comenzar por el principio (esta fue su primera obra en solitario) leyendo una buena novela negra, aquí tiene, por fin en España, El caso N’Gustro, de Jean-Patrick Manchette, editada en Barcelona por RBA, 187 páginas de neo-pólar en estado puro.

[Si quieres escuchar el podcast de La Buena Letra, con el debut de nuestra nueva colaboradora, y, de paso, de La Butaca, solo tienes que hacer clic aquí].





Nuevos libros, nuevos talleres

17 01 2013

Como el nuevo año se me presenta cargado de nuevas actividades, creo que tú, que visitas este blog, mereces ser la primera persona en enterarte.

Esta misma semana se abre la inscripción para Cómo contar una historia, el primer módulo del Taller de creación literaria Museo Poeta Domingo Rivero. Desde que supe de la existencia de esa casa dedicada a preservar y prolongar la memoria de este poeta secreto, he deseado participar en las actividades que desarrolla. Ahora, gracias a un acuerdo alcanzado con su director, José Rivero, podemos presentar esta primera iniciativa: un taller de narrativa estable articulado en diferentes módulos.

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Este módulo supondrá un primer acercamiento a la disciplina, mostrando herramientas útiles en la construcción de un relato. El programa es el siguiente:

1.     Puntos de partida: el extrañamiento y la magia de lo cotidiano: la ficción en germen.

2.     Líneas de fuerza del relato. Objetos, estribillo, postergación. Comienzos y desenlaces.

3.     Diálogos y monólogos. Construcción y estilos.

4.     La palabra exacta. Escrituras mínimas.

El taller dará comienzo el 31 de enero y las sesiones se celebrarán los martes y jueves, de 19:00 a 20:00 horas.

La inscripción tendrá lugar en el propio Museo Poeta Domingo Rivero (c/ Torres, 10, 1º. Teléfono: 928 370221), los días 17, 22, 24 y 29 de enero, de 18:00 a 19:30 horas.

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Los interesados pueden ampliar la información o aclarar cualquier duda enviando un correo electrónico a alexisravelo@gmail.com.

Por otro lado, continúan en Unibelia, ese mágico centro de estudios, los talleres de narrativa. Además del taller que se celebra actualmente, dedicado a la narrativa en general, comenzamos en febrero con los talleres específicos que ya habíamos anunciado.

Y lo hacemos con una de las tendencias más populares (y populosas) dentro de la narrativa contemporánea: la novela negra. Es un taller monográfico destinado a interesados en el género, tanto desde el punto de vista crítico como desde el creativo, y el programa previsto es este:

  • El historial del sospechoso. Asesinando a Agatha: Novela negra versus novela de misterio. Algunos títulos imprescindibles.
  • La invención y la trama. Inspiración: crónica negra, tratados de ética, politología, el barrio. El argumento: el conflicto como columna vertebral. Estructura y composición. Tiempo y espacio de la ficción. Manejo del tiempo y los puntos de vista. Los recursos de la intriga.
  • Quién es quién y cómo dice qué. Personajes circulares / Personajes lineales. Estereotipos. Diseño de personajes: importancia de la intrahistoria. Qué mostrar y qué no. Diálogos.
  • Es un trabajo duro, pero alguien tiene que hacerlo. Descripción de ambientes y personajes. Cómo convertir un borrador en una novela: las sucesivas etapas del proceso narrativo.

Quien desee matricularse u obtener más información puede dirigirse a info@unibelia.es o llamar al teléfono 928 270538.

Y mientras, Morir despacio, la cuarta de Eladio Monroy sigue viajando de las librerías a tu biblioteca y, de ahí, a las redes, donde se le mima bastante. Pero en febrero aparecerán dos libros muy distintos y a los que tengo mucho cariño por diferentes motivos.

El primero es un infantil, Las pruebas de Maguncia, que sale a principios de mes, editado por  Anaya en su colección El Volcán, ilustrado por Eugenia Ávalos.

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Es una atípica historia de hadas, porque las hadas de este libro no tienen alitas ni van por ahí esparciendo polvos picapica. A estas puedes encontrártelas cualquier día por la calle, en la guagua o en el supermercado. El hada protagonista, en concreto, circula a toda velocidad con una vieja Vespa, trabajando como hada prima segunda (algo así como una becaria de las hadas madrinas) intentando solucionar diversos casos realmente complicados.

El segundo es un libro del que estoy muy orgulloso (sí, orgulloso):

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La estrategia del pequinés es la primera novela que publico con Alrevés, una editorial catalana galardonada recientemente en Leemisterio por su colección de novela negra y que cuenta en su catálogo con firmas como las de Víctor del Árbol, Susana Hernández, Carlos Quílez, Gonzalo Garrido o nada menos que Andreu Martín.

Es una historia de violencia sobre narcotráfico, blanqueo de capitales y atracos, pero, sobre todo, es una novela sobre seres humanos que se han quedado solos en un mundo del que Dios ha decidido tomarse unas largas vacaciones. Un cuento canalla sobre prostitutas, camellos, sicarios, polis corruptos, blanqueadores y algo más del que dentro de poco podré darte más detalles (y hasta puede que algún fragmento).

Así pues, se presenta un febrero movidito. Por eso he querido avisártelo a ti, que lees este blog, antes que nadie, para que luego puedas decir: «Sí, yo ya lo sabía». Esa es una de las pocas cosas que puedo hacer para agradecerte que te pases por aquí a celebrar conmigo estas ceremonias.





Luis Natera Mayor, poeta del alba, la bruma y el naufragio

15 01 2013

Por Berbel y por Antonio Arroyo Silva, de N.A.C.E., me entero de una triste noticia: el fallecimiento de Luis Natera Mayor, poeta, profesor, activista cultural y, sobre todo, uno de esos hombres cuya cercanía enriquece. Descubrí su poesía en los años ochenta, con un libro breve, sensual y vitalista (y, para mí, aún hoy día, exquisito) titulado Únicamente el alba. Cuando años más tarde le conocí personalmente  por mediación de Domingo Fernández Agis, de quien yo era alumno y él buen amigo, Luis era un poeta mucho mayor, había obtenido el Premio de poesía Tomás Morales, por su excelente Agrimensores de la bruma, y llevaba ya cierto tiempo vinculado a proyectos de divulgación cultural como las revistas Doxa y Cendro o las jornadas de literatura y pensamiento que se celebraban anualmente en la Casa de la Cultura de Telde.

Luis Natera Mayor con Adolfo García en la presentación de su libro "Náufrago, muerto". Foto: Luis Ruiz Mesa. Fuente: http://www.teldeactualidad.com

Luis Natera Mayor con Adolfo García en la presentación de su libro «Náufrago, muerto». Foto: Luis Ruiz Mesa. Fuente: http://www.teldeactualidad.com

Decía Monterroso que el conocimiento directo de los escritores es decepcionante. Si eso es una regla, Luis era una excepción. Su afabilidad, su inteligencia, su discrección, esa cordialidad suya que le llevaba a situarse automáticamente a la altura de sus interlocutores te hacían pensar que no todo es infierno, que hay personas cuyo trato siempre te enriquecerá.

Con Luis tuve el honor de participar en muchos actos públicos y de colaborar como editor de un volumen en el que estudiantes y profesores indagábamos en la obra de Pedro García Cabrera. A mí, en aquellos tiempos en que yo iba descubriendo (gracias a Domingo y a él) autores, ideas, herramientas útiles para escribir y para pensar, tratar a Luis Natera me resultó benéfico y fecundo. Recibí tanto de él que tenía la sensación (sigo teniéndola ahora) de que jamás podría corresponder a su generosidad intelectual y a su calidez humana. A él le debo, de entre muchos descubrimientos, el de Lautréamont. Y los lectores de los Cantos de Maldoror lo sabemos: a quien te descubre a Lautréamont le debes la vida.

Desafortunadamente, en los últimos años nuestros caminos se habían separado. Sin embargo, siempre que me encontré con él (en paseos casuales, en la playa o, sobre todo, haciendo lo que más parecía gustarle: divulgar conocimiento y literatura en actos públicos) me saludaron su sonrisa y su gesto cariñoso.

Ayer se nos fue este poeta necesario, este activista de las letras que con sutileza y a media voz hacía mejores a aquellas personas que tenían la suerte de tratarle, pero también a sus lectores, a quienes mostraba cuáles son los resortes abren los vasos comunicantes entre la geografía, el cuerpo y el espíritu, esos resortes que solo se activan mediante la palabra.

Ojalá esta nota dedicada a Luis no fuera tan apresurada; ojalá no estuviera dictada por esta muerte inesperada. Sé que a él, amigo del rigor, le hubiera resultado incompleta e inexacta. Pero sé, también, que luego la hubiera visto con buenos ojos, porque era de los que saben encontrar siempre una buena intención tras las acciones más imperfectas.





Snuff. Cuando la literatura es cosa de valientes

12 01 2013

A veces pienso que la verdadera literatura es cosa de valientes, solo apta para aquellos que tienen el valor de mirar al abismo y permitir que este les devuelva la mirada. Este podría ser el caso del libro que elegí esta semana para La Buena Letra, una novela escrita con las tripas, literatura de alto voltaje que Barthés hubiera incluido entre los que el llamaba «textos de gozo» y que es como esos programas sobre enfermedades embarazosas: te da repelús pero no puedes dejar de mirar.

Se trata de Snuff, del niño terrible Chuck Palahniuk, quien hace literatura de primera división pero llevando la incorrección política hasta límites insospechados.

Snuff, de Chuck Palahniuk, Barcelona, Mondadori DeBolsillo, 197 páginas.

Snuff, de Chuck Palahniuk, Barcelona, Mondadori DeBolsillo, 197 páginas.

Un vídeo snuff, como sabes, es uno de esos vídeos que, al parecer, presentan escenas de tortura y muerte real. Conocemos bien el concepto por películas como Tesis o Asesinato en 8 mm. Pero esta novela no trata sobre vídeos snuff, sino sobre la industria del porno, con todo lo que tiene de cosificación, de degradación y de camino a la perdición.

Snuff transcurre en una sala de espera donde 600 individuos esperan en calzoncillos para participar en la última película de Cassie Wright, una estrella hardcore que piensa retirarse de la industria batiendo el record mundial de gang bang (que, por cierto, está en 251, que ostenta la actriz Annabell Chong).

600 individuos convocados en casting público esperando turno para ir de tres en tres a fornicar con Cassie Wright. Pero los protagonistas de la novela son cuatro personas: el señor 600, un actor porno ya cuarentón que ha rodado ya muchas veces con ella, el señor 72, que sospecha que es hijo de la actriz (hay toda una leyenda urbana sobre los bebés porno que son concebidos en los rodajes y luego abandonados al nacer), el señor 137, un actor de televisión homosexual que acaba de ser despedido y Sheila, la ayudante personal de Cassie Wright que es quien tiene que organizar a estos 600 berracos.

La novela está contada en primera persona, pero de forma coral, porque las voces de estos personajes se van alternando, ofreciendo así puntos de vista complementarios a la acción y desvelando u ocultando los detalles que harán que finalmente se dé la vuelta. Porque, como en todas las buenas novelas, en Snuff nada es lo que parece y la historia dará un giro imprevisible.

Cassie Wright, en cambio, apenas tiene voz en la novela. Para unos es una obsesión, para otros un recuerdo doloroso, para la mayoría una cumbre inalcanzable, mas, para todos ellos, una suicida que ha elegido la más singular forma de inmolación.

Con una cruel mirada a las miserias humanas y valiéndose de una prosa de tendencia expresionista y oral que ya quisieran para sí muchos autores de esos que intentan ser “elegantes”, Palahniuk consigue que esta historia sórdida y provocadora adquiera una enorme profundidad, elaborando un hábil retrato de la soledad, la desesperanza y los rincones más oscuros del abismo de las relaciones humanas, en una novela corta que acaba convirtiéndose en un drama familiar con un final digno de una tragedia de Shakespeare.

Como en todas las novelas de Palahniuk, hay muchísimo humor negro, largos e inteligentes monólogos y digresiones sobre anécdotas de la cultura pop que mezclan los hechos reales y la leyenda urbana, relacionados, en este caso, con la industria del cine en general y del cine porno en particular.

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Chuck Palahniuk nació en Pasco, Washington, en 1964 y se crió entre un remolque y el rancho de sus abuelos. Es periodista y saltó a la fama con su primera novela publicada, El club de la lucha, que, aunque al principio se vendió muy poco y dio pie a una película que fue un fracaso comercial, pronto se convirtió, arrastrada por la película en un título de culto.  Después ha escrito once novelas más (de las que falta una por publicarse en España) varios libros de cuentos y volúmenes de reportajes y ensayo. Pero las que han ganado a los lectores son, por supuesto, sus novelas, entre las que hay que destacar, además de la que nos ocupa y El club de la lucha, Asfixia y Nana. Se le considera heredero natural de Bukowski y de William Burroughs y muy cercano al estilo de otros escritores salvajes, como Bret Easton Ellis (American Psycho) o de Irving Welsh (Trainspotting).

Snuff es una de las más recientes (se publicó en 2008 y se tradujo en 2011) y de las más breves, no desentona con el resto de su obra y resulta una buena introducción a este escritor brutal y, en mi opinión, tremendamente poético, pero, en cualquier caso, completamente auténtico que es Palahniuk. Así pues, para esta semana, Snuff, de Chuck Palahniuk, publicada en Barcelona por Mondadori De Bolsillo, 197 páginas de frases como puñales que no dejan indiferente absolutamente a nadie.

[El podcast completo de La Buena Letra de esta semana, que incluye la desrecomendación del Premio Planeta 1996, además de La Butaca de Francisco Melo Junior, con las nominaciones a los Oscar, el repaso a la cartelera y hasta un incencio, está disponible haciendo clic aquí]





Olvidado M. A. West

10 01 2013

Es posible que solo en librerías de segunda mano y ocasión sea posible conseguir en España un ejemplar de El viento y la sangre, de M. A. West (nada que ver con el Morris West de Las sandalias del pescador). Se trata, al parecer, de su segunda, publicada en 1951, después del relativo éxito cosechado ese mismo año por Sentimental Journey, aún inédita en España.

Wind And Blood, de M. A. West

Wind And Blood, de M. A. West

Como aquella, y como las otras diez que West firmaría entre ese año y 1980, Wind and Blood es una novela corta, rápida y violenta.

La acción arranca en Marksonville, adonde Danny Morton llega con un revólver, una botella de bourbon y un maletín que contiene 20 000 dólares, para intentar reconquistar a su antiguo amor, Lorna Moore, que ha dejado la prostitución y vive una vida honorable en ese pueblecito de Dakota del Sur, cercano a Rapid City. En pocos capítulos averiguamos que el dinero es el rescate por el secuestro de la hija de Nigel Donaldson, hombre de negocios de Chicago y testaferro de Conrado Bonazzo, quien ha encargado la resolución del secuestro a Rudy Bambridge, su hombre de confianza. Bambridge se enfrentará a un asunto mucho más enrevesado de lo que a primera vista parece.

Aparentemente, una novela de gánsteres más. En realidad, una novela estupenda que, muy probablemente, se adelantó a su época en muchos aspectos: el tratamiento de los personajes, la tendencia al crudo realismo que, sin embargo, no traiciona a los estereotipos del género, la violencia crudelísima de algunos de sus pasajes (la novela, como otras del mismo autor, fue tachada de inmoral e incluso, absurdamente, de pornográfica), pero, sobre todo, el discurso implícito acerca de las pasiones humanas, hacen que, aún sin salirse de los cánones establecidos por el mercado de su tiempo, El viento y la sangre presente una vigencia de la cual carecen muchas de sus coetáneas y resulta ser una prueba evidente de que la novela negra es algo más que novela sobre crímenes, sino un tipo de relato que habita en ese territorio gris donde nos preguntamos una y otra vez por cuáles son los límites de la moral en un mundo donde el hombre está solo porque Dios no existe. Con una narración elíptica, veloz, por lo general, aunque dilatando la intriga de forma morosa, West lleva con pulso firme al lector desde la primera página hasta la última, en esta historia en la que prostitutas, matones del tres al cuarto, violadores, discapacitados psíquicos, grandes jefes, cocineros de pasado oscuro y extorsionadores de todo calibre nos muestran sus facetas más violentas o más tiernas, sin que jamás se sepa con seguridad cuál de ellas será la que surja en cada momento.

El caso extremo de este tratamiento de los personajes es Rudy Bambridge, quien ya había protagonizado Sentimental Journey y que aparecería aún en tres títulos más. Bambridge, más astuto que inteligente, más frío que temerario, es el prototipo de héroe calculador e individualista, capaz de sorprendentes gestos de generosidad, pero también de los actos de más extrema violencia, incluida la tortura. Veterano de guerra, leal servidor de Bonazzo, pero de una independencia a prueba de lealtades, este «solucionador de problemas» que parece lejanamente inspirado en el Ned Beaumont de La llave de cristal cuenta entre sus recursos con una extensa agenda de contactos, unas envidiables dotes interpretativas, una serenidad infinita y una gran habilidad para pelear sucio. Para aquellos casos en que estas virtudes no bastan, lleva siempre al alcance de la mano un Colt M1911.

De Martin Aloysius West se sabe en realidad bien poco, salvo que nació en Cincinnati en 1923, que comenzó a publicar en 1951 y que su última obra, Scissors, data de 1980. Se ha especulado con la posibilidad de que tras ese seudónimo se escondiese algún autor «serio» que escribiera esas novelas de manera alimenticia o de que fuese un hombre tímido, al estilo de B. Traven. En todo caso, Étienne Brehier escribió sobre West: «tiene la frialdad de McCoy, la crueldad de Thompson, la inteligencia de MacDonald y el pesimismo de Cain».  Y Harold Diamond Scofield le dedica algunos pasajes muy elogiosos en su libro Dark Writers, destacando, entre sus novelas, esta. Dice el ensayista canadiense que sumergirse en sus páginas es «hacer un viaje a la violencia y la degradación moral, pero también a la cara B del disco del Capitalismo, en la que se halla grabada la cantinela de los perdedores, las víctimas anónimas del sueño americano».

Otras opiniones (según señala el propio Scofield) no fueron tan favorables. En su momento, muchos críticos le consideraron un escritor de segunda o tercera fila, uno de tantos autores pulp que no lograron brillar con la misma fuerza que los grandes iconos del género. Del argumento de Sentimental Journey se dijo que plagiaba el de Cosecha roja. De casi todas sus novelas, que sentía una morbosa tendencia a la violencia gratuita.

Hoy casi nadie le recuerda. Injustamente, ha ido a parar a ese limbo donde Goodis o Manchette habitaron durante años. Y ahí está ahora: esperando el rescate.





¿Quién tiene derecho a leer a Rosalía?

8 01 2013

Una mujer a quien respeto y que dedica su vida al estudio de la literatura da cuenta de una polémica virtual un tanto absurda. Esta profesora de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, de origen polaco, vindicó desde su perfil en una red social la figura y la obra de Rosalía de Castro (la cual maneja, conoce y disfruta en galego original) y acabó teniendo que defenderse de una usuaria gallega (presuntamente también amante de la autora de Follas Novas) que llegó a decirle, al parecer, que, aunque la leyera en galego, «es imposible que uno que no es gallego, que no sienta la lengua gallega y no conozca el sentir gallego y no entienda el alma gallega, pueda entender todos los matices de su poesía».

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Esto me ha hecho pensar (una vez más) en aquello de lo local y lo universal, en las polémicas que durante la Segunda República tuvieron los surrealistas tinerfeños sobre el universalismo y el cosmopolitismo y en algo que me enseñaron algunos amigos mayores y más sabios cuando yo aún era joven y peinaba flequillo: hay que crear desde lo cercano para ser universal: solo lo que llega a ser universal es arte. Con el tiempo, esa idea (que es más una intuición que algo que pueda deducir lógicamente de una serie de premisas) se ha ido ampliando, conforme llegaban a mis manos textos de todas las latitudes y épocas, hasta construir esta creencia no menos intuitiva: solo el texto literario que trasciende más allá de tiempos y geografías, solo aquello que puede conmover estéticamente (en el sentido que fuere) a cualquier lector en cualquier tiempo y lugar es digno de ser llamado literatura.

Esta creencia (insisto: no es fruto de una reflexión seria, sino más bien una opinión que surge a lo largo de una larga experiencia lectora) se ve confirmada día a día, texto a texto, y choca frontalmente con aquellos y aquellas que confunden el amor a la patria (grande o chica) con el amor a la literatura.

Pero, para no apuntarnos a brutos, pongamos a prueba el argumento. Supongamos que es cierto que solo el compatriota de un autor puede entenderlo y disfrutarlo plenamente.

Se supone (desde un punto de vista kantiano) que la universalización de un argumento es una prueba de su validez. Así pues, debería poder decirse lo mismo de otras obras y autores, resultando así que solo los lectores de Jalisco pueden disfrutar a Rulfo; solo los de la Gomera pueden emocionarse con García Cabrera.

Por supuesto, está también el problema de la traducción (y este ya es problema complejo, que crea verdaderos bandos enfrentados entre traductores y que involucra nombres como el de Octavio Paz, que a mí, personalmente, me aburren nada más mencionarlos) y, qué duda cabe, un lector que la conoce, preferirá siempre disfrutar una obra en la lengua original en que fue vertida en lugar de en una traducción, por buena que fuese. Pero, en caso de no disponer de esos conocimientos, ¿debe el lector dejar de acercarse a una obra? La pregunta es seria, porque, de ser la respuesta afirmativa, un buen lector debería estar obligado a manejar a la perfección multitud de idiomas, con sus dialectos y variantes, entre los cuales se contarían, por ejemplo y para empezar, el griego clásico y el latín, el inglés, el francés, el portugués, el alemán, el ruso, el serbio, el japonés, el euskara, el catalá, el galego (ya mencionado), el chino y el sumerio, so pena de perderse a Sófocles, a Virgilio, a Shakespeare, a Stendhal, a Sa-Carneiro, a Böll, a Dostoyevski, a Pavic, a Murasaki Shikibu, a Atxaga, a Pla, a Celso Emilio Ferreiro o las deliciosas Sueño del aposento rojo y Epopeya de Gilgamesh, respectivamente. No imagino a nadie tan tolete que se arriesgue a perderse las novelas de Kadaré por no saber albanés. Así las cosas, yo pienso, con Augusto Monterroso, que siempre será preferible una mala traducción de Chejov a no leer a Chejov.

Hay algo bastante estúpido en esa idea de que solo puede disfrutar de los textos de un autor quien comparte una lengua o una geografía con él, porque quienes así piensan, al mismo tiempo que ensalzan las virtudes del autor patrio le niegan aquello que le hace grande: la universalidad. No hay más que imaginar las consecuencias de que ese criterio patriotero se impusiese: a Miguel Hernández, solo se le leería en Orihuela; a Miguel de Unamuno, en Bilbao o, como mucho, en Salamanca y, acaso, en Fuerteventura.

Pero hay algo todavía más absurdo: los lectores «dignos» de Galdós, ¿quiénes serían? ¿Los madrileños, los cántabros o los canarios? ¿Y los de Beckett, quien comenzó a escribir en inglés, luego desarrolló su obra en francés y regresó al inglés en su poesía postrera? ¿Y los de Kundera? ¿Y los de Nabokov? ¿A quién pertenece la propiedad «sentimental» de Los miserables: a los franceses o a los belgas? ¿Solo los dublineses tienen derecho a disfrutar de Joyce? ¿Los triestinos no?

En fin, el asunto da para bastante, pero el hecho de que una persona que intenta utilizar las redes para un buen fin, esto es, ensalzar a una autora que reivindicó su lengua y la enriqueció con su poesía (eso es lo que hacen siempre los buenos poetas con las lenguas en las que escriben), se vea atacada por quien supuestamente reivindica a esa autora como suya, con un cerrado sentimiento localista, arguyendo algo así como que «solo los de su pueblo la pueden entender», me lleva a la siguiente conclusión, meditada durante la noche seria, detenida y ponderadamente: ¿estamos tontos o qué?





Morir despacio se vende rápido

2 01 2013

Una confesión personal: los libros siempre son mejores en tu cabeza que cuando los has escrito. Desde que comienzan a gestarse, desde que una buena idea, o varias malas ideas, plantan en tu mente la semilla de eso que acabará siendo un libro, uno sostiene variadas y cambiantes relaciones de amor-odio con el texto. Hacia el final, en esas semanas de correcciones de las últimas versiones, ya maquetadas, predomina el odio, la decepción, las dudas acerca de que el fruto de tanto tiempo de trabajo haya merecido la pena, las preguntas sobre si estás haciendo eso que te proponías hacer cuando eras un pibe y deseabas dedicarte a escribir y sobre si lo estabas haciendo correctamente. Finalmente, cuando el editor te hace llegar los primeros ejemplares, acabas resignándote a que la suerte ya está echada, a que ya nada tiene remedio, a que lo único que te queda por hacer es defender con amor de padre abnegado eso que has hecho, mientras esperas a las reacciones de críticos y lectores, a quienes, secretamente, prometes aquello que prometió Borges al exiguo número de compradores de su primer libro de poemas: hacerlo mejor la próxima vez.

Y cuando estas reacciones llegan, es el contacto con el otro lo que te salva del infierno de las dudas, lo que mejora tu autoestima y te dice que eras tú, como siempre, quien se equivocaba; que, aunque todo es mejorable y no se es monedita de oro, el libro no puede ser tan malo si la gente lo adquiere y lo lee y lo disfruta y lo recomienda.

Eso me ha ocurrido absolutamente con todas las novelas que he publicado: han sido los lectores quienes han reivindicado los posibles valores de mis historias ante mis ojos de padre insatisfecho y exigente.

Morir despacio no ha sido una excepción.

Portada de Fernando 'Montecruz'

Portada de Fernando ‘Montecruz’

El libro, que tenía que haber salido en noviembre para competir con otros títulos durante la campaña navideña, no se presentó hasta el día 5 de diciembre, en la víspera del puente de la Constitución, en el Museo Domingo Rivero, donde los asistentes al acto agotaron las primeras existencias.

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Y por esas cosas de los trámites y el calendario de días hábiles o inhábiles, no entró en distribución en Canarias hasta la semana siguiente. Esto es: comenzó a venderse en librerías el día 12. Lo que nadie (ni el impresor ni los libreros ni el editor ni yo mismo) esperaba era que esa primera impresión del libro se agotara en la mayoría de las librerías de Gran Canaria una semana más tarde, el día 19. Ahora mismo está a punto de llegar a las librerías de esta isla una segunda impresión, que se distribuirá este viernes 5 de diciembre, aunque en muchas librerías ya hay listas de reserva (si eres de quienes lo estaban buscando, ya sabes que puedes reservar tu ejemplar a tu librero o librera de confianza). Y justamente esta semana llegará también a las librerías de la Península. Ya se sabe: por eso de las diferencias horarias, en Canarias siempre vamos un paso por delante. En el Continente no ha llegado al distribuidor (Maidhisa) hasta esta semana. Mercurio no es uno de esos grandes sellos que pueden poner en el mercado decenas de miles de ejemplares para abarrotar escaparates y mesas de novedades y ocultar al resto de los títulos. Amén de grandes libreros, si estás por allá, puedes conseguir Morir despacio en libreros especializados en el género (Negra y Criminal en Barcelona; Estudio en Escarlata en Madrid) o hacer lo propio: solicitarlo en tu librería.

Desde su aparición –mediante las redes sociales o el correo electrónico o este blog o incluso a través de SMS enviados desde números desconocidos–, me llegan amables opiniones acerca del libro, reacciones favorables, noticias de que Papá Noel se lo ha dejado a alguien en el calcetín o de que a los Reyes Magos les ha gustado y piensan meterlo en el saco de Baltasar. Librerías como Sueños de Papel, Canaima o La isla lo recomiendan y algunos portales, sitios webs, periódicos digitales y blogs (como los de Juan García Luján, Leandro Pinto o Gabriel Barameda) dan su beneplácito al texto e incluso muestran su simpatía por el arriba firmante, quien en realidad es tan antipático (sobre todo cuando está en copas). También compruebo que el argumento de Morir despacio provoca debates y reflexiones más importantes que la novela, cosa que me llena de alegría, porque ese es uno de los propósitos más o menos ocultos de las novelas: ir más allá de la ficción, donde está la realidad.

No siempre me resulta posible agradecer individualmente o a tiempo todas esas atenciones, así que aprovecho la oportunidad para hacerlo: gracias a quienes están leyendo o han leído o piensan leer Morir despacio, por mostrarme las virtudes (si es que las tiene) de ese vástago benjamín mío y enseñarme que hay que querer a las cosas que uno hace, aunque solo sea porque se hicieron con buena voluntad o, como en este caso, con una rabia contra la realidad que esconde (muy secretamente, como si eso fuera motivo de vergüenza) una pizca de esperanza, de fe en que la realidad puede ser mejor si nos juntamos y le arreamos un buen par de patadas y la echamos abajo y volvemos a crearla.