En la víspera de su cumpleaños, soñó que leía un libro escrito por un ciego. El libro trataba sobre sueños y en él leía un cuento sobre un hombre que fallecía de una apoplejía mientras leía un libro sobre sueños escrito por un ciego. Al día siguiente, durante el almuerzo, su mujer y su hija organizaron la previsible celebración sorpresa, con tarta y regalos. Su hija le regaló un dibujo que le representaba en su biblioteca, con un libro en la mano y un reloj, evidentemente comprado por su mujer. Su mujer le regaló un suéter y una edición de lujo de El libro de los sueños, de Jorge Luis Borges. Logró disimular su inquietud durante la sobremesa pero, cuando por la tarde salieron y se quedó solo en su biblioteca, contempló por última vez los anaqueles atestados de volúmenes y, sentándose, abrió el nuevo libro, preguntándose, resignado, qué iba a ser de ellas.
El misterio
8 07 2009Clara y yo tuvimos diez años felices. Después llegó El misterio y todo se pudrió.
Empezó con un mero correo electrónico, enviado por una de esas amigas divorciadas e insatisfechas porque no saben qué hacer con su libertad.
Clara comenzó entonces a frecuentar una página web que contenía los secretos de El misterio. Luego compró libros de iniciación, asistió a reuniones, compró libros avanzados y, un buen día, descubrí que no hablaba de otra cosa: era capaz de relacionar absolutamente cualquier tema (desde la crisis económica a la mecánica cuántica, pasando por la ornitología y los Juegos Olímpicos) con las supuestas enseñanzas de esos libros y ejercía esa capacidad con obstinación de tábano tropical.
En realidad, El misterio no era más que una mezcla cómoda, facilona y consoladora de sentencias tomadas aquí y allá; un batiburrillo puesto al servicio de cualquiera que estuviese lo bastante descontento consigo mismo o lo suficientemente aburrido como para tragárselo.
En las explicaciones que Clara (proselitista inconsciente) me daba, llegué a captar fragmentos (no atribuidos, por supuesto) de Platón, Aristóteles, Confucio, Nietzsche, Martin Heidegger, Wittgenstein, Cioran y San Agustín, entre otros, quienes eran introducidos con calzador en un discurso plagado de contradicciones internas. Pero, cuando se las hacía notar, me espetaba: “Deberías ser menos incrédulo y leer estos libros. Crecerías y hallarías todo eso que hay en tu interior. Porque todo, absolutamente todo, está en ti. Sólo tienes que visualizarlo”.
Unos meses más tarde, le hice visualizar los papeles del divorcio.
Con Susana todo era al contrario que con Clara. No existía equilibrio: la vida era continuo movimiento, intensidad, pasión incansable. Me sentía más joven, más vigoroso. Mas, una tarde de verano, después de hacer el amor en su cocina, Susana me recomendó El misterio.
Ya nada fue igual. Comenzó a hablar a todas horas de lo mismo y, al mismo tiempo, empecé a sentir una abulia mortal. No tardé en conocer a Ana y refugiarme en su compañía. Lentamente, charla sobre El misterio a charla sobre El misterio, fui alejándome de Susana, hasta que de ella sólo quedó un eco enloquecido, que me gritaba que era un imbécil, que la felicidad estaba ante mis narices y que no sabía visualizarla.
Ana era todo lo que se puede pedir. Filóloga, trabajaba desde hacía años como asesora de una editorial. Libre, culta, inteligente, generosa, segura de sí misma, sensual. No tenía problemas de autoestima ni parecía una persona susceptible de ser embaucada por cuatro desaprensivos. Nos vimos unas cuantas veces, pasamos algunos fines de semana juntos y sentí que era ella la mujer con quien quería estar. Hasta el lunes pasado, día de mi cumpleaños, cuando, además de una estilográfica y una camisa, me regaló, con una sonrisa en la que se mezclaban el placer y la suficiencia, el libro que más éxito tiene de los del catálogo de su editorial. Ese libro está ahora sobre mi escritorio. Antes de sentarme a escribir, releí su dedicatoria:
Para que descubras todo aquello que hay en tu interior.
Con amor, Ana.
Ana acaba de enviarme un correo electrónico, preguntándome si ya he comenzado a leerlo. Hace un rato borré los veinte o treinta correos de hoy (llegan a docenas cada día), enviados por amigos y conocidos, que incluían referencias a El misterio. Esta mañana, en una tertulia radiofónica, uno de los tertulianos peroró durante un cuarto de hora sobre los saberes que esconde este extraño culto para pequeños burgueses con problemas de autoestima. Me siento sitiado, aislado, completamente rodeado de personas que se empeñan infructuosamente en aparentar felicidad y, lo que es peor, que insisten en que me una a ellos. Como en una película de invasores extraterrestres, clamo en un desierto de frías sonrisas impertérritas, que persisten en el interior y la visualización. Sólo me quedan un par de soluciones. Una, hacerme pasar por converso. Quizá, así, pueda dejar de oír hablar, aunque sea durante diez minutos, de El misterio. Pero, si estás leyendo esto, es que he optado por la otra solución, acaso desmedida, pero de eficacia indudable.
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Para hallar la felicidad en el siglo XXI
5 07 2009Deje de fumar (exceptuamos los cigarros puros, por motivos de elegancia y distinción).
No trasnoche (no hay necesidad de cerrar todos los bares de la ciudad, ni de pasear bajo la luna).
Deje de consumir estupefacientes.
Levántese temprano (las primeras horas del día son las más importantes).
Deje de sumarse a causas minoritarias.
Deje de leer libros escritos por gente que se ha muerto.
Haga voto útil.
Reenvíe masivamente todo correo electrónico en el que se pida su apoyo a la defensa del medio ambiente, la adopción de cachorritos, la erradicación del hambre en el mundo, la paz, la libertad o cualquier otra causa tan justa como abstracta.
Deje de participar en iniciativas no virtuales de apoyo a la defensa del medio ambiente, la adopción de cachorritos, la erradicación del hambre en el mundo, la paz, la libertad o cualquier otra causa tan justa como abstracta (se evitarán, especialmente, manifestaciones y otras acciones colectivas).
Deje de leer clásicos (basta con que los compre y los muestre en sus anaqueles; cualquier resumen será suficiente para dar cuenta de su contenido y podrá fingir que los ha leído, ahorrándose auroras de dedos rosáceos y mentidos robadores de Europa).
Interésese por el fútbol.
Entérese de todo lo relacionado con el fútbol.
Deje de flirtear (en todo caso, puede desear secretamente, pero no flirtee. El onanismo moderado es buena solución en caso de tentación irresistible).
Ame el fútbol (cualquier otro deporte en el que sus compatriotas compitan como nunca y pierdan como siempre es susceptible de ser amado; lo importante es pertenecer a algo que le permita sufrir impunemente).
Hágase un plan de pensiones.
Deje de decir lo que piensa y comience a pensar en lo que dice. La sinceridad y la franqueza están sobrevaloradas.
Deje de una vez los estupefacientes.
Deje de leer libros que no lee nadie.
Acuda al gimnasio.
Elija alguna persona confiable que esté dispuesta a sacrificar una sexualidad libre a cambio de una periodicidad razonable en sus encuentros sexuales.
Deje de pensar en el presente.
Lábrese un futuro.
Deje de leer libros que le hagan plantearse preguntas. Lea los libros de los que todos hablan, los publicitados en las bolsas de papel de las ferias del libro. Seguro que son más placenteros y menos incómodos que esas cosas que usted lee. Lea a Osho, a Jorge Bucay, a cualquier tratadista de Feng Shui, Tai Chi, I Ching, Reiki o asunto similar. La novela histórica también es buena opción, pero solo si trata temas de extremado interés: construcción de catedrales, amantes de Alejandro Magno, poetisas griegas que jamás existieron. Olvide a Yourcenar. Olvide a Robert Graves.
Piense en el futuro.
Cásese con esa persona confiable que esté dispuesta a sacrificar una sexualidad libre a cambio de una periodicidad razonable en sus prácticas sexuales.
Cambie pasión por cariño; intensidad por extensión; comprensión por deseo.
Crea firmemente que “democracia representativa” y “democracia” son sinónimos exactos. Confunda liberalismo con libertarismo. Sea tolerante, aun con los intolerantes (todo el mundo tiene derecho a intentar imponer sus convicciones a los demás, particularmente las éticas y religiosas. Y no se empecine en querer llegar a objetivas verdades históricas. Todo es relativo: incluso la ignominia, incluso el genocidio. Deje de preocuparse por el pasado. Piense en el futuro).
Sea razonable.
Tenga sentido común.
Piense en el futuro.
No se enamore. Amar es peligroso.
Defienda a las minorías (sobre todo si son las que detentan el poder económico; a las demás, apóyelas solamente en público y hasta cierto punto, especialmente si sus intereses entran en contradicción con los de las minorías que detentan el poder económico).
Oculte sus prejuicios tras un discurso adecuado (por ejemplo, aunque sea machista o machisto, puede permitirse dar patadas o patados al diccionario o diccionaria; lo importante es que nadie pueda acusarle de serlo).
Piense en el futuro (siempre hay un camino a la derecha).
Deje de creer en la lucha de clases (las clases no existen: como ya se le ha indicado, todo es relativo, hasta la ignominia).
Las posibles contradicciones internas en su discurso pueden fácilmente soslayarse (existen múltiples recursos, desde la falacia a la elevación de la voz), así que no se preocupe demasiado por lo que digan esos progres.
Ni se le ocurra enamorarse.
Ya se le ha advertido.
Piense en el futuro.
Evite los espejos.
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Para el verano
1 07 2009Llega el verano y se acaba el curso. Aquellos que tienen la suerte de tener pequeñuelos (esos que se pasan la vida diciendo que cuando son chicos te dan ganas de comértelos y después te arrepientes de no habértelos comido) y no saben qué hacer para canalizar sus energías, tienen, en primer término, la opción de adquirir un Baby H. P., genial invención del ingeniero Juan José Arreola. No suelo hacer publicidad en este blog, pero quienes deseen informarse acerca de sus muchas virtudes, pueden hacerlo pinchando aquí.
Otra opción, gratuita y, en mi opinión más interesante, es inscribir a los chicos en alguna de las varias actividades que las instituciones ofrecen, por ejemplo, el Campamento de Verano de la Biblioteca Pública del Estado o esta oferta que llega directa y calentita desde la Casa Museo de Colón.
Vacaciones en la Casa de Colón
21 julio – 27 agosto (cuatro turnos)
De 11,00 a 13,00 h.
Gratuitos (plazas limitadas)
La Casa de Colón organiza actividades americanistas destinadas a niños y niñas de vacaciones, con la finalidad de difundir de forma lúdica sus contenidos. Los talleres combinan actividades con visitas a las salas del Museo.
TALLERES
TURNOS
1º: 21, 22 y 23 julio
2º: 28, 29 y 30 julio
3º: 18, 19 y 20 agosto
4º: 25, 26 y 27 agosto
Más Información e Inscripción:
CASA DE COLÓN
Departamento de Educación y Acción Cultural
c/ Colón, 1. LPGC – 928 312 373/384/386 – deaccolon@grancanaria.com
http://www.casadecolon.com
Ya saben las mamis y los papis: Biblioteca, Casa de Colón o Baby H. P.
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Etiquetas: Arreola, Baby H. P., Biblioteca Pública del Estado, Casa de Colón
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