Acostumbrado a la habilidad de Navona para ofrecernos pequeñas joyas no me sorprende que sea esta editorial la que publica en España El viajero involuntario, de Minh Tran Huy, una historia susurrada a través de tres continentes y de todo un siglo.

El viajero involuntario, de Minh Tran Huy, Barcelona, Navona, 2016
La anécdota comienza en 2012, cuando Line, una francesa hija de vietnamitas cuyo oficio consiste en grabar sonidos de ambiente —aunque prefiere grabar silencios—, se topa en una exposición neoyorquina con la historia de Albert Dadas, el primer dromomaníaco diagnosticado: ese humilde gasista de Burdeos se hizo célebre a finales del siglo XIX, cuando fue estudiado por el raro trastorno mental que lo obligaba a viajar compulsivamente. Interesada por su caso, Line le dedicará el resto de sus vacaciones neoyorquinas y, según indague en su historia, la irá entendiendo como metáfora de otros viajeros y viajeras involuntarios, como la atleta somalí Safia Yusuf Omar, ejemplo célebre y paradigmático de tantos migrantes desesperados tragados por el mar. Y, mientras cruza el Atlántico de regreso a su París natal, hará ella misma un viaje hacia sus recuerdos y su historia familiar, marcada por la guerra, la injusticia y la diáspora.
A partir de esta premisa —el interés de su protagonista y narradora por la vida singular de un personaje real— Minh Tran Huy va moviéndose desde lo histórico a lo global y de ahí a lo íntimo de las conmovedoras peripecias —que adivinamos de origen autobiográfico— de una familia rota por los diferentes conflictos que sacudieron Vietnam desde el comienzo de su periodo postcolonial. Perspectiva interesante, por cierto, para un lector occidental acostumbrado a ver la historia de ese país desde una perspectiva muy diferente que, en el mejor de los casos, desemboca en el paternalismo. Pero, más allá de coordenadas espaciotemporales, me interesan en El viajero involuntario la exploración de la nostalgia, el desarraigo y la búsqueda de un hogar, la indagación en torno a cómo los fenómenos que la Historia archiva fríamente en sus anales afectan a miles de seres humanos con nombre y rostro, lo dramáticamente sencillo que puede llegar a ser para cualquiera llegar a convertirse en extranjero en su propio país.
Inteligente, sentimental, tierna a ratos, con un estilo amable que huye de jardines y fuegos de artificio, El viajero involuntario es uno de esos textos que se gozan sufriéndolos, entre la curiosidad y el reencuentro con viejos temas caros a toda buena literatura.