Si últimamente escribo poco en este blog es porque viajo mucho. No lo creé para contar mis viajes (como viajero soy un desastre) y, además, son viajes breves, visitas de médico de uno, dos o tres días como mucho, a lugares más cercanos que lejanos. Y tienen que ver casi siempre con actividades públicas: encuentros literarios, talleres, charlas, mesas redondas. En general, son agradables, sobre todo porque casi siempre suponen un encuentro con los lectores. Y eso, el encuentro con el lector, es para mí el cierre del círculo de la escritura. Los escritores que publicamos en vida tenemos a veces la suerte de comprobar que el texto ha llegado a su destinatario, poder conocer en persona a ese alguien que no tiene rostro pero que es el motivo último de tus intentos creativos. Es un placer que jamás Kafka o John Kennedy Toole conocieron.
Ese placer se acrecienta más si cabe cuando gracias a esos encuentros te permiten tratar a gente que despierta tu admiración, cuando, donde menos te esperas, encuentras un núcleo de activistas que se niegan a dejar morir eso que convenimos en denominar cultura y que, en general, importa bien poco a quienes organizan el cotarro desde arriba, salvando unas cuantas honrosas excepciones.
Eso acaba de ocurrirme hace solo un par de días. El viernes 27 tuve la suerte de poder mantener un encuentro con tres clubes de lectura del municipio de Fuerteventura, a saber, Entreletras, La Luciérnaga y Raíz del Pueblo, que tuvo lugar en el centro cultural al que pertenece este último club. Si no has estado nunca en ese centro, no deberías perdértelo. Raíz del Pueblo es una asociación cultural que nació en 1967. Desde entonces, sus instalaciones son un verdadero centro neurálgico de la dinámica sociocultural de su municipio. Cuentan con diversas instalaciones (biblioteca, sala de teatro, espacios para talleres y exposiciones), además de salas polivalentes que ceden por convenio a instituciones y otras asociaciones. Hasta la cantina cuenta con su propia programación paralela, que incluye ciclos de cine, conferencias y conciertos de músicos locales.

Foto: Selena Chacón
Allí, en la biblioteca, pasamos casi dos horas charlando con lectoras y lectores de La última tumba, en una actividad coordinada por Selena Chacón y Juan Jesús Darias, dos elementos peligrosísimos (filósofa y bibliotecaria ella, profe de Historia y sospecho que escritor clandestino él) a quienes ya conocía de otras trincheras de la palabra excavadas con sangre, sudor y tinta en esas mismas latitudes, donde siempre han sido para mí los anfitriones perfectos. La guinda del pastel fue encontrarme en el mismo aeropuerto, al llegar, al compañero David Galloway.
Sabía ya que Fuerteventura es mucho más que ese sitio al que vas a pasar las vacaciones, que allí la cosa se mueve, que sus bibliotecas están vivas, que hay mucho interés por la cultura en general y la literatura en particular. Pero lo que no sabía era que existía un lugar como Raíz del Pueblo, ni gente como la que hace que siga vivo año tras año.
Y sí, viajo mucho últimamente y tengo muchos encuentros agradables y no siempre tengo tiempo de reseñarlos. Pero hoy, domingo por la noche, mientras preparo el trabajo de la semana que ha empezado hace ya un rato, mientras pienso en la maleta para el próximo viaje (donde seguramente encuentre a otros guerrilleros), he querido tomarme unos minutos para reseñar ese visita de médico a Corralejo y La Oliva, ese encuentro con los miembros de Entreletras, La Luciérnaga y Raíz del Pueblo, con Selena y con Juan Jesús, con todas esas personas que, como hormigas, están siempre haciendo cada uno su parte de un trabajo infinito cuyo resultado es que el mundo sea cada día un poco menos feo. Y para agradecerles que estén ahí, esforzándose por todos.