Esta semana te traigo un libro contra el correctismo, contra el aburrimiento y, sobre todo, contra la mala literatura: El discurso del cuerdo, de Luis Arencibia, con prólogo, nada más y nada menos, que de Luis Alberto de Cuenca. No sé si era Alfred Jarry quien decía que sabemos menos de la realidad por sus reglas que por sus excepciones. En eso, creo, está la raíz de toda la literatura del absurdo, en una línea que parece nacer con el propio Jarry (aunque ahí estaba ya Rabelais, por ejemplo) y que prosigue con Ionesco, Samuel Beckett, Raymond Queneau o Juan José Arreola. Y en esta línea podría insertarse perfectamente este libro de relatos breves (muy breves) de Luis Arencibia. Son 26 cuentos salvajes por los que pululan funcionarios que mantienen relaciones carnales con máquinas de escribir, beatos de dos cabezas, mujeres que intentan dar calor a sus caniches metiéndolos en el microondas y autoridades municipales que convocan concursos de ataúdes. Esto por citar las historias menos truculentas. Estos argumentos contrastan con la prosa elegante, culta y eficiente mediante la cual están desarrollados. El resultado es un libro ágil e irreverente, original y tremendamente plástico, con un rabioso humor negro que oscila entre el expresionismo y el surrealismo.
Los relatos van, además, acompañados por ilustraciones del propio autor, quien se encargó, además, del diseño de cubierta. En el prólogo, Luis Alberto de Cuenca compara a Luis Arencibia con Roland Topor, de quien ya recomendé aquí El quimérico inquilino. La comparación es pertinente, no solo por su estilo ácido y macabro, sino porque, como Topor, Arencibia pertenece más a la plástica que a la literatura. Porque, claro, estoy refiriéndome todo el rato al escultor Luis Arencibia Betancort, nacido en la ciudad de Telde pero que reside desde los años setenta en Leganés y cuyas obras embellecen las plazas de media España (un ejemplo es el Monumento a las víctimas del 11M, situado en la plaza del Agua, de Leganés). Además, hay obras suyas en el Senado, en la Biblioteca Nacional o en el Museo Postal de Estrasburgo. Bueno, pues este Luis Arencibia escultor también ha resultado ser un escritor interesantísimo y, sobre todo, divertido. Y lo demuestra en este libro cáustico e inteligente que, te aseguro, no deja indiferente a nadie.
Así pues, para esta semana, El discurso del cuerdo, de Luis Arencibia, en Anroart Ediciones, 152 páginas de humor descarnado, fogonazos estéticos y bofetadas a eso que los burgueses llaman “la realidad”.