Ni bajo el agua

2 09 2009

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Hoy hace exactamente tres años que colgué mi primera entrada en Ceremonias. Fue Contestación, que posteriormente apareció, como tantas otras de estas ceremonias, en Algunos textículos.

Tres años de blog: 159 cuentos, 34 recuentos, medio centenar largo de noticias y algunos desórdenes; 1.919 comentarios y unas 63.200 visitas (comencé a contarlas a finales del año pasado), no solo desde todo el Archipiélago y el resto del país, sino desde lugares tan lejanos como Bélgica, Alemania, Suiza, Marruecos, Honduras, Panamá, Estados Unidos, México o Argentina.

Tres años de blog y, mientras tanto, seis libros, unos cuantos talleres para adultos, decenas de talleres infantiles, varios espectáculos teatrales, un programa de televisión, trabajo diario, duro y absorbente, enseñándome, día a día, que tengo que seguir aprendiendo y debo aprender a hacerlo mejor. Siempre.

Tres años de blog y un montón de nombres que no intentaré escribir aquí porque son tantos que se me olvidaría alguno: tantos blogueros amigos echando una mano para difundir los cuentículos de este pobre grafómano; tantos amigos nuevos que llegaron para quedarse; y tantos otros que ya estaban ahí pero que no han fallado jamás. Incluso alguno que estuvo todo el tiempo que pudo, pero no consiguió quedarse hasta hoy, porque la muerte es caprichosa, aunque sabe lo que se hace y suele llevarse a los mejores.

Ceremonias cumple tres años. Ya come solo y pide el pis. Si eso ha sido posible es, sobre todo, gracias a ti, que lo visitas de vez en cuando y cuidas de que goce de buena salud.

Confieso que alguna vez, durante este tiempo, pensé en cerrar el quiosco y callarme. Pero hubo dos poderosos motivos que me lo impidieron. El primero, la presencia constante de esos amigos que menciono más arriba, tu misma presencia, entrando a ver qué cuento hay esta semana, cuál es la última obsesión del amigo Ravelo o de qué libro se ha enamorado ahora. El segundo, menos agradable y, no obstante, igual de poderoso: el hecho de que los enemigos (que haberlos, haylos siempre) no se llevarían precisamente un disgusto si de repente esta mosca cojonera decidiera guardar silencio. Alguna vez intentaron embaucarme regalándome un cursillo de buceo. Pero se equivocaban: no me voy a callar ni bajo el agua.

Hay Ceremonias (espero) para rato. Aquí espero tus visitas y tus comentarios.

Yo, como desde hace tres años, te ofreceré lo único que tengo: pequeñas píldoras para leer rápido y pensar despacio.

Y, para conmemorar el aniversario, te regalo esta, que lleva por título:

Cuentículo ciento sesenta

Me pediste silencio. Ahí lo tienes, todo tuyo; guárdalo bien. Yo, si no te importa, continuaré hablando.