Democracias y cigarrillos

2 01 2011

Acabo de encender un cigarrillo. Sí. Por si alguien se asombra de que lo confiese, voy a volver a escribirlo con claridad: ACABO DE ENCENDER UN CIGARRILLO. Lo he hecho aprovechando que no estoy en un bar, que no tengo ningún hospital a menos de cincuenta metros y que tengo que cruzar una carretera de cuatro carriles para llegar al parque más cercano. Acabo de encender un cigarrillo y mi intención es combinarlo con un café mientras escribo esta entrada.

Ayer tarde escuché en la radio las declaraciones de una representante de las asociaciones de no fumadores (creo que se trataba de Raquel Fernández Megina, pero no estoy seguro; iba en coche y no me dio tiempo de anotar el nombre). Decía estar muy contenta, porque se trataba de un triunfo para la democracia. Según ella, como el 70 por ciento de los españoles no son fumadores, se había impuesto la decisión de la mayoría, lo cual, al parecer, es «un triunfo de la democracia». No sé qué entiende esta señora por democracia, porque no lo dijo. Pero, de sus palabras, infiero que, para ella, el único requisito para que exista la democracia es que se imponga el criterio de la mayoría. No habló de responsabilidades y libertades individuales. Solo habló de mayorías.

Por supuesto, sería complicado ponerse a explicarle que existe una cosa que se llama respeto a las minorías, que existe otra que se llama libertad de elección (según la cual un individuo adulto puede tener derecho incluso a matarse lentamente, si le apetece), que el Estado no puede convertirse en un papá sobreprotector que me diga continuamente lo que he de hacer, pensar y apetecer. Y, eso de partida, sería una pérdida de tiempo contarle que existimos fumadores (muchos, si no la mayoría) que siempre hemos pedido permiso para fumar cuando estábamos entre no fumadores, porque somos personas educadas y no obligamos a los demás a que les guste lo que nos gusta a nosotros (cosa que no ocurre con quienes nos agobian con su música, sus voladores que señalan goles,  sus bubucelas y sus comentarios idiotas sobre la Princesa del Pueblo). Tampoco perderé un segundo en explicarle que el Partido Nacional Socialista (igual que otros de corte autoritario) fue también votado por esa mayoría sagrada cuya existencia es, según ella, único requisito para la existencia de «la democracia», como si se pudiera resumir algo tan complejo como la democracia en un simple porcentaje.

Explicarle que los fumadores hace años que gozamos de nuestro ocio encerrados en cubículos (esas zonas acondicionadas que, por cierto,  en el caso de establecimientos privados, supusieron hace algún tiempo gravosísimos gastos para los pequeños y medianos empresarios que hubieron de costearlos) sería una tontería. Explicarle que lo que ella llama democracia es, más bien, la imposición de un lobby (no creo que todo no-fumador esté en guerra contra los fumadores; no creo que ese 70 por ciento esté dispuesto a imponer por la fuerza sus preferencias) tampoco sería algo muy práctico.

Porque con un intolerante no hay quien razone. Así que no me molestaré en dirigirme a esta señora para hacerle enmiendas a su particular lección acerca de la democracia. Me conformaré con fumar en casa (no le he pedido permiso a mi gato, pero siempre me ha tolerado cordialmente, igual que yo tolero sus maullidos y que me destroce el sofá). Me acostumbraré (a todo se acostumbra uno) a vivir con un poquito menos de libertad. Total, me han quitado tanta que algo tan baladí como no poder fumar un cigarrillo en un parque, ya no importa.

El español del futuro, eso sí, será, es de suponer, más civilizado. Continuará consumiendo cocaína, conduciendo a lo bestia,  obligando a los demás a escuchar la música que le gusta a él, defraudando al fisco, pensando que las mujeres son inferiores a los hombres, enseñando a sus hijos que es mejor conseguir un buen enchufe que trabajar y que sus ídolos deben ser futbolistas y no científicos, que con una hostia a tiempo se solucionan mejor las cosas que mediante el diálogo y empecinado en cumplir él mismo con aquel consejo de Francisco Franco de que «no nos metamos en política». Pero entre todas estas malas costumbres, faltará una: no fumará y eso le hará (por lo visto) más democrático.

Se me va acabando el cigarrillo que encendí. Casi me he terminado el café. Me parece que voy a terminar esta entrada, a cargar un disco en el reproductor de DVD y a ver una vieja versión de Estudio 1 de Un enemigo del pueblo, de Ibsen, en la que José Bodalo dice con aquella voz maravillosa que tenía: «La masa no es el pueblo. La masa es la materia bruta que hay que transformar en pueblo».  Desde ayer por la tarde, no paro de repetirme esa frase. Quien no conozca la obra y consulte Wikipedia de forma apresurada, podría pensar que esa obra trata sobre un médico que defiende la salud pública; pero se equivocará: trata sobre un hombre que defiende la verdad, en contra de la opinión de una mayoría manipulada. Sí: Estudio 1, Pepe Bódalo, Ibsen. Y, a lo mejor, mientras la veo, fumaré algún otro cigarrillo al tiempo que mi gato  destroza el sofá. Yo soy así, me gustan las cosas que huelen a rancio: los cigarrillos, los buenos actores, Ibsen, la libertad.


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15 responses

2 01 2011
José Cabello

Yo no soy fumador. De hecho me defino como un no-fumador empedernido. Y uso esta definición y no otra porque me resulta muy molesto el tener que aguantar el humo del tabaco cuando no tengo otra alternativa.
Pero la tengo.
Si estoy en una zona de una cafetería en la que se puede fumar, me voy a la que no, si no la hay, me voy a otra cafetería. Si estoy en un parque y el fumador estaba allí antes que yo, me muevo apenas medio metro, al aire libre el humo no molesta salvo que estés al lado. Si yo llegué antes, le pido a él que se aparte y, oh qué cosas, suele hacerlo.
Me molesta estar en una entrevista de trabajo y que el entrevistador fume. Pero ninguna ley va a evitar eso. No lo va a evitar no porque esté permitido, sino porque en un país como éste, donde un niño rompe una papelera y sus padres le ríen la gracia, no se respeta nada en absoluto.
Pero se saca una ley contra aquellos «que no respetan» (espero que los fumadores entiendan la ironía dentro de esas comillas), y seguramente la respetarán.
Yo no soy fumador ni tomo café, pero, de pronto, me apetece fumarme un cohíba número uno en la barra de un bar mientras espero que el camarero me sirva un cortado.
Yo no soy fumador, pero hoy he perdido libertad.

2 01 2011
Toñi Ramos

Yo dejé de fumar hace 8 años por decisión propia sí, porque fui libre de dejar de hacerlo pero me sigue gustando el olor a tabaco rubio.Lo asocio a charla buena, a momentos de discusión literaria, a comidas entre amistades muy queridas , a noches de baile y de amores igualmente libres , a café y a relajación , a tardes cálidas en la playa mirando el horizonte y ,a retazos, una buena lectura.
Nunca he sido intolerante con mis amigos fumadores, ni se me ocurriría , pero sí reconozco que me pongo como una fiera ante la mala educación de los adolescentes, ante la permisividad de padres y madres en esa educación, ante la falta de ejemplaridad de los políticos,ante las desigualdades, ante la injusticia que se está cometiendo con El Sáhara, ante la mediocridad de los responsables de la Consejería de Educación y sobre todo , ante la indiferencia con que la mayor parte de nuestra sociedad se ventila estos temas. Miedo me da pensar en qué van a convertirnos a poco que nos descuidemos . Más nos vale estar atentos . Al final no es que podamos fumar o no . Al final va a ser que no podamos ni siquiera pensar lo que nos dé la gana. Un besazooooooooooooo, Alexis , con olor a tabaco uhmmmmmm.

3 01 2011
Guillermo Arbelo

Llevo mas de 30 años fumando y se a ciencia cierta que me estoy matando poco a poco, pero ya que no me dieron elección de cuando y como nacer, ahora si puedo elegir como morir. Quiero morir sin molestar al de al lado con mi humo, pero que el de al lado no me mire con malhumor. Quiero morir con mi con mi humo toxico, pero no con el humo toxico de los coches, ¿porque no hay una ley de vías para coches y vías para peatones? (fumadores o no). Te agradezco papa gobierno que veles por mi salud, pero ya me emancipe de ti hace tiempo padre, preocúpate por tus intereses,pues estoy seguro que son mas oscuros que mis oscuros pulmones.

4 01 2011
Dulce

La verdad Alexis es que los fumadores a veces sois tan radicales como los no-fumadores, se os prohibe fumar en lugares públicos y se hunde el mundo, a mi me gusta salir y no venir apestando a tabaco, me va a parecer raro ir a un concierto y que la gente no fume, incluso el no tener que reservar para fumadores en un restaurante como concesión a mis amigos, eso si, he tenido que prohibir fumar en mi casa por mi madre y me miran como si fuese una pequeña hitler (debería dejarme más bigote????) Sbes lo que de verdad me cabrea??? Que sigan dejando fumar en los toros!!!!

4 01 2011
Alexis

Bueno, a mí no me gustan los toros. Y, en mi descargo, debo decir que antes de que me lo prohibieran no era tan radical. Siempre (incluso antes de la ley anterior) pedí permiso para fumar y nunca intenté fumar donde molestaba. Quizá por eso me molesta que me lo prohiban: porque siempre fui muy respetuoso, Dulce. Y ahora te digo: ¿a quién molesto fumando detrás de un cristal? ¿A quién molesto fumando en uno de esos infames cubículos que existen (o existían) en algunos (muy pocos) aeropuertos?
A mí no me parece mal que haya una normativa sobre el tabaco. Pero esto me parece bastante excesivo. Y la valoración que oí por parte de la representante de los no fumadores, me resultó repugnante por los motivos que digo en la entrada. Sé que el derecho a fumar un cigarrillo es una minucia, pero hay que tener cuidado con las justificaciones que damos, porque la libertad no es una minucia y eso nos toca a todos: fumadores y no fumadores.

4 01 2011
Jovanka

¿Cómo conseguiste Un enemigo del pueblo? ¿Posible encontrar Doce hombres sin piedad?

4 01 2011
Dulce

Pues yo a todos los sitios que voy de copas o a comer o a cenar no hay cubículos ni nada, la verdad, ni siquiera una mampara. Te comprendo, en el fondo, si prohibiesen los toros yo creo que me pondría igual. Me gusta pinchar, no puedo evitarlo. No todos los fumadores son tan respetuosos como tú ni todos los no-fumadores tan cafres ni demócratas, yo echaré de menos ir a un concierto y no oler a porro. Ahora cuando esté de bares me sentiré como en Dublín, todo el mundo pedo pero ni humo ni nada, resultará raro, pero no creo que sea un ataque a las libertades más que lo ha sido la permisividad, que a veces en la Facultad no se veía ni la pizarra!!! Respeto las opiniones de todos pero no veo el problema , bueno, en los aeropuertos si que podrían haber dejado algo, porque la verdad, el mono es el mono.

4 01 2011
Juan José Rodríguez Barrera

No soy perfecto pero:

Hoy estaba resfriado y subí a pata a la tercera planta del aparcamiento para no meterme en el ascensor estornudando que no es plan.

Todas las noches, a partir de las 10:30 no bajo la cisterna y me espero a la mañana (excepto aguas mayores) y cierro la puerta del baño para evitar olores porque si el que está debajo oye mi bajante como oigo yo el de la chica de arriba (que también debe tener una política de no nocturnidad) prefiero evitarle ese ruido. Parece el Niágara. Chapó (o chapeau) por la de arriba que yo creo que se ha quedado con la misma copla que yo.

A partir de las 9:30, 10:00 de la noche uso los cascos para oír música, trastear con mi teclado, etc.

No pongo la lavadora a según que horas y cierro la puerta de la solana porque el centrifugado puede molestar.

Hoy dejé pasar a una chica en el Mercadona que llevaba en brazos dos cosas y una persona, a saber: una barra de pan, un rollo de bolsas de basura y un bebé de meses. La chica que estaba en la cola antes que yo también la dejó pasar y adelantó dos puestos. Salió enseguida con su bebé. De acuerdo que tenía que haber traído el cochecito y no andar haciendo ejercicios de halterofilia.

Pero como estoy hasta los cojones (no ponerlo así sería una hipocresía) de tragarme el humo de los demás (el aire lo compartimos, de no ser así que cada cual haga con su salud, su bolsillo, su olor corporal y de su aliento, su capacidad para apreciar sabores y olores, lo que le dé la gana) me alegro mucho de la puesta en vigor de la nueva ley porque estoy seguro de que para los fumadores que son respetuosos y considerados con los demás sólo ha supuesto que su código de conducta aparezca redactado en el BOE. El resto, pues como siempre, con amenaza de palo, como a las cabras, seguirá sin entender el porqué de la norma, pero por lo menos dejará de molestar.

Comparar el derecho a fumar, cuando claramente afecta a la libertad de los demás a respirar un aire “puro” (otro día, de acuerdo, hablamos de lo poco puro que es por otros factores), con libertades básicas, primordiales y fundamentales me parece una demagogia en la que no voy a entrar. Y por supuesto, si la educación y el respeto fueran valores arraigados en nuestra sociedad, esta ley no hubiera hecho falta, y posiblemente ninguna otra. Conviviríamos tan felices los fumadores y no fumadores, los que gustan de la música a toda mecha y los que prefieren el silencio, los que se levantan a mear de madrugada y los que tenemos la vejiga más bien pequeña.

Y por favor, que ningún fumador se ataque por este comentario, ya digo que los que respetan no tienen por qué sentirse aludidos.

¡Un abrazo Alexis!

4 01 2011
Alexis

Juanjo, entiendo tu postura. Pero en el texto yo me estoy refiriendo a las declaraciones de los representantes oficiales de las asociaciones de no fumadores que consideran esto, vuelvo a insistir, «un triunfo de la democracia», porque «representan a la mayoría». Y eso me parece peligroso.
Te pongo un ejemplo: supongamos que ahora las encuestas arrojan el dato de que el 90 por ciento de los españoles no quieren que sus hijos sean calvos el día de mañana. Si ese es el criterio que se aplica, ya me veo perseguido por un ejército de médicos para esterilizarme y que no transmita mi herencia genética, ¿no? Te pongo un ejemplo un tanto humorístico. Podríamos pensar también en otras cosas como el alcohol (no solo para los conductores; el alcohol sale tan caro a la seguridad social como el tabaco, creo, y, si preguntas a la mayoría, es posible que a todos les parezcan convenientes leyes más duras) pero piensa en credos religiosos, en ideas políticas diferentes de las del discurso liberal, en los métodos anticonceptivos o en cualquier otra cosa en la que las personas puedan querer tener derecho a tener unas costumbres diferentes de las de «la mayoría».
Según la anterior ley (cuya aplicación tuvo lugar en la época en que yo trabajaba en pubs), los lugares de ocio de este país de menos de 100 metros cuadrados podían elegir entre permitir fumar o no (los de más de 100 metros podían acondicionar un espacio que no excediera del 30 por ciento del total para fumadores). Eso ya levantó ampollas, pero se acató (eso sí: el famoso 70 por ciento no debe de salir mucho de copas, porque la mayoría de los bares que tomaron la opción de no-fumadores tuvieron que cambiar a la otra modalidad, porque perdieron mucha clientela).
Yo antes podía elegir entrar en un bar de fumadores o no. Ahora no puedo elegir. Toda merma en la posibilidad de elección, implica una pérdida de libertad. Es algo que se sigue lógicamente.
En cuanto a los derechos de los no fumadores, entiendo y comparto las quejas, aunque creo que han ido demasiado lejos.
Eso sí, en cuanto a sus justificaciones, insisto: que me den otras, porque esas de «la mayoría», tan simplistas, son muy peligrosas. Lo que pediría, básicamente, sería que me explicaran porque hago daño a los no fumadores fumando en las zonas acondicionadas de restaurantes y aeropuertos.

7 01 2011
Dulce

Que si, que yo entiendo lo de los aeropuertos, pero es que en Madrid nos regimos por la leyes de Espe y aquí no hay bares de no fumadores, se fuma(ba) en todas partes excepto en algún restaurante que tenía su zona reservada, así que ahora me siento como si estuviese de vacaciones en otro país.

2 02 2011
Carlos

El Estado no ha prohibido fumar. Tampoco ha cerrado estancos ni retirado expendedoras automáticas. Tampoco impide que un tabaco-dependiente se pueda fumar en su casa 10 cartones completos y matarse lentamente, si así lo decide libremente. El Estado no es un papá que haya tomado la decisión de reprimir al tabaco-dependiente. A lo sumo, le proporciona información que le demuestra el daño irreversible que ocasiona en su organismo, e incluso le proporciona medios gratuitos de desenganche por si ‘elige’ abandonar hábito tan destructivo. El Estado proporciona ayuda posterior a los tabaco-dependientes cuando su corazón falla, cuando sus bronquios se anegan de alquitrán impidiendo la respiración, cuando se le desarrolla un cáncer en su garganta o pulmones…, no haciendo distingos entre ellos y un trabajador al que, por ejemplo, se le ha roto un brazo fortuitamente mientras trabajaba, teniendo en cuenta que estos no eligen tener el accidente y aquellos lo eligen libremente, sin tener que pagar un plus a la seguridad social o repercutirle un impuesto directo sobre el tabaco para, en justicia, compensar a los que no eligen fumar, algo que ya existe para todos los trabajadores en el apartado llamado epígrafes, que según mayor riesgo laboral más debe pagar a la S.S.

El Estado sólo ha escuchado –por fin- a las personas que no fuman, para que puedan trabajar en el mundo de la hostelería sin tener que tragarse el humo de los tabaco-dependientes; para no tener que ir a un restaurante con un jefe o un cliente y tener que tragar su humo porque está presionado laboralmente a no hacer un feo; a no tener que soportar ir a un parque infantil y ver cómo los tabaco-dependientes dan mal ejemplo de un hábito pernicioso a sus hijos, por mencionar algunos agravios.

Se trata, en definitivas cuentas, de hacer valer los derechos y libertades de los no-fumadores, pues la libertad y derecho del tabaco-dependiente se termina donde empieza la libertad y el derecho de los que no eligen ser tabaco-dependientes.

Se trata de un ejercicio de democracia tan básico, que en el que determinadas personas autodenominadas progres no lo entiendan es para acojonarse.

Un abrazo, Alexis.

3 02 2011
Alexis Ravelo

Bueno, Carlos, a ver si nos aclaramos de una vez: mi queja no es exactamente porque hayan prohibido fumar (o, más exactamente, hayan endurecido las leyes restrictivas en ese sentido), sino, vuelvo a repetirlo, por el razonamiento que esgrimía la representante oficial de los no fumadores (el de que, como la mayoría no fumaba, había triunfado la democracia, declaración textual que luego le he oído en otros medios radiofónicos y televisivos). Y hacía esta queja porque me da mucho miedo ese concepto de democracia. En esto caso alude a algo poco importante (si tengo derecho a fumar en un parque o no) pero me da miedo que mañana pueda esgrimirse para prohibir otras cosas.
En tus argumentos veo que hay parte de razón, pero hay otras cosas con las que no estoy de acuerdo. Por ejemplo, sospecho que no has pasado por ninguna farmacia a preguntar cuánto cuestan los diversos fármacos que existen para dejar de fumar. Y, por supuesto, que el Estado atienda a los fumadores por las enfermedades derivadas de sus malos hábitos no me parece ningún regalo, porque los fumadores pagamos impuestos y seguridad social igual que quienes abusan del alcohol, las grasas saturadas, el azúcar, el acelerador o los deportes de alto riesgo, otras formas de matarse por propia decisión propia.
En cuanto a los malos ejemplos para los niños, me parece muy bien acabar con ellos. Así que deberíamos multar severamente también a quien pronuncie tacos en su presencia, quien intente adoctrinarlos en el capitalismo, quien les prodigue discursos xenófobos y tenga comportamientos machistas o cruce en rojo y sin mirar a ambos lado de la carretera delante de ellos. La lista de cosas que son un mal ejemplo para los niños es muy larga.
Y en cuanto al hecho de que el Estado no haya cerrado estancos ni prohibido la venta del tabaco, sospecho que el motivo es económico. No hay que despreciar los ingresos tributarios en tiempos de crisis, aunque provengan del producto cuyo consumo público sanciono negativamente, ¿no?
Pero, bueno, ya te digo, todo esto me parece materia simplemente opinable.
Eso sí, si es un ejercicio de democracia básico, habrá que hacer que se sustente en un criterio más firme que el hecho de que «la mayoría no fume». De hecho, «la mayoría» de los no fumadores que conozco, opinan que esta ley es bastante exagerada. Y sí, me considero progresista, y entiendo tus razones, pero no me parece un ejercicio básico de democracia. Me parece una decisión que viene a remolque de las decisiones tomadas en otros países que nos influyen. La ley anterior, aunque sé que tenía problemas, me parecía bastante más razonable.
Un abrazo, Carlos.

23 03 2011
VALK

Lo triste de todo esto, es que se esté debatiendo. Lo triste es que tengamos que educar a estas alturas de la Historia. Y lo más triste es que seguirá debatiéndose eternamente, con lo fácil que hubiera sido ponernos el cinturón de seguridad, por nuestra seguridad, y no por la multa.
¡Ay, incongruente y vanidose ser humano, cuándo te educarás, sólo por educarte, y no por sentirte amenazado!.
En fin.

23 03 2011
VALK

Bueno, me voy hasta Junio (me refiero al mes, que no a su supuesta procedencia etimológica derivada del nombre de la Diosa Juno) a ver si de aquí allá tienes ya algún «micronecronomicón» (jejé, si eres capaz de repetirlo sin «lenguársete la traba», tienes premio, jejeje).
Bueno, igual, de aquí a Junio, te hayas inspirado en la Diosa Juno y me lleve una agradable sorpresa con un pequeño gran escrito tuyo, así que pasaré antes de los exámenes, o por lo menos lo intentaré. Un Abrazote, rey. Taprontito y catorce lindos besimiaus.

30 12 2011
Quedas despedido, 2011 « Ceremonias

[…] 2011 el humo desapareció definitivamente de los bares y una biblioteca pudo ser derruida; celebramos a Tomás Morales, pero también tuvimos que explicar […]

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