Filológicamente demostrado: Don de lenguas, de Ribas y Hofmann

22 06 2013

Rosa Ribas y Sabine Hofmann firman esta delicia que te traigo hoy: Don de lenguas, editada hace un par de meses por Siruela, y que está dando mucho que hablar.

Don de lenguas, de Rosa Ribas y Sabine Hofmann, Madrid, Siruela, 408 páginas

Don de lenguas, de Rosa Ribas y Sabine Hofmann, Madrid, Siruela, 408 páginas

Como Tu nombre envenena mis sueños, de Joaquín Leguina, o Beltenebros, de Muñoz Molina, Don de lenguas transcurre en la posguerra, a principios de los cincuenta y comienza según mandan los cánones: aparece muerta Mariona Sobrerroca, una viuda de la alta sociedad barcelonesa. El caso hay que resolverlo rápidamente, porque está a punto de celebrarse en Barcelona el Congreso Eucarístico y hay que dar una imagen impoluta de cara al extranjero. El encargado de la investigación será el inspector Isidro Castro, de la Brigada de Investigación Criminal, perro viejo de la temible policía franquista.

Pero el protagonista no es Isidro Castro. En realidad, las protagonistas serán dos mujeres. Una veinteañera, Ana Martí, periodista hasta entonces confinada en la sección de ecos de sociedad para La Vanguardia e hija de un jefe de redacción depurado, a quien se le dará la oportunidad de cubrir la noticia. Ella encontrará nuevas pistas que la llevarán a consultar a la otra prota de la novela, Beatriz Noguer, una eminente filóloga, también depurada, a la que le pide que analice el contenido de unas cartas.

Creo que estas dos mujeres brillantes y luchadoras en medio de una sociedad mediocre que castiga la lucha, la brillantez y lo femenino, verán en este asunto algo así como una vía de escape a la gris opacidad a la que les ha condenado esa sociedad. O acaso, un medio para intentar hacer algo de justicia, aunque sea poética, en un mundo injusto.

Sean cuales fueren los motivos, son muy interesantes en esta novela los métodos, porque es a partir de la intervención de Beatriz cuando la lingüística (la hermenéutica, diría yo) comienza a cobrar una gran importancia en la resolución de los enigmas. El amor por la palabra, el respeto por el lenguaje, recorre todo el libro sin que en ningún momento resulte forzado, con esa naturalidad con la que los marineros hablan del mar, en esta novela negra se habla mucho de literatura, de lenguaje, de variantes léxicas y de idiolecto, hasta el punto de que algún personaje llega a justificar uno de sus descubrimientos diciendo que ha sido filológicamente demostrado.

Hay dos tipos de intrigas criminales: las que te dan una sorpresa al final y las que te dan sorpresas casi a cada página. Don de lenguas, por suerte, es de esta última clase, así que no puedo contar mucho más sobre el argumento. Pero, fíate de mi palabra: Rosa Ribas y Sabine Hofmann han perpetrado, en mi opinión, una estupenda novela filológico–policiaca. Nos dan lo que espera cualquier buen lector de novela negra: una buena trama policial, personajes aparentemente arquetípicos pero en realidad novedosos, un argumento que se va enredando sobre sí mismo y funciona como una máquina perfectamente engrasada, imitando verosímilmente los azares de la vida y, sobre todo, buena, excelente literatura.

Así, Ribas y Hofmann nos llevan de la mano hasta esa Barcelona (esa España) de los cincuenta, la España del estraperlo y la leche en polvo, de las hieleras y las esquelas, del jabón el Lagarto y los concursos radiofónicos, que es también la España de las rencillas, los gobernadores civiles y la inmisericordia con los perdedores; la España del machismo y la homofobia, la de los represaliados y la de los falangistas de primera y segunda hora que hacen maridaje con los privilegiados de toda la vida. Y pueblan el recorrido con personajes de toda calaña, donde hay criadas, porteras, serenos, abogados y periodistas afectos al Régimen o no, policías de los malos y de los no tan malos (en esa época no hay ninguno bueno), estafadores y ladrones con encanto, como el Boira o Pepe el Araña, tipo, este último, de quien me declaro fan absoluto.

Rosa Ribas es una vieja conocida nuestra. Catalana de nacimiento, alemana de adopción, vive en Frankfurt del Meno y es muy conocida por sus novelas de la comisaria Cornelia Weber–Tejedor (Entre dos aguas, Con anuncio, En caída libre), aunque ha firmado otras cosas estupendas, como La detective miope o Miss Fifty.

Sabine Hofmann es alemana y está especializada en filología Románica y Germánica. Ahora vive en el sur de Alemania, pero trabó amistad con Rosa cuando ambas impartían clases en la Universidad de Frankfurt.

Parece ser que escribieron la novela con un método muy peculiar: cada una de ellas tomaba la perspectiva de uno de los personajes y escribía el capítulo en su lengua materna. Luego la otra leía el capítulo y lo traducía a su propio idioma, retocándolo inevitablemente. Por tanto, al finalizar el trabajo, tenían en las manos dos originales: uno en alemán y otro en castellano.

Lo hermoso es que han conseguido una sola voz, rica en matices y giros. Y el resultado es una novela llena de intriga, de Historia y de verosimilitud, de reflexión sobre la lengua y la literatura y de personajes de los que uno se enamora irremediablemente.  Reunir todas estas cosas en un solo libro, trabajando, además, a cuatro manos es muy difícil y, de hecho, muchos han fracasado al intentarlo. Pero estas mujeres no: ellas han conseguido una novela estupenda, que puede leerse por mera fruición (porque es muy divertida) o de forma más reflexiva, pues, como todo buen libro, presenta diferentes niveles de interpretación que, creo, la hacen merecedora de relectura.

Así pues, para esta semana, Don de lenguas, de Rosa Ribas y Sabine Hofmann, editada en Madrid por Siruela, 408 páginas de buena novela negra y, en todo caso, estupenda literatura. Y eso es un hecho filológicamente demostrado.

[Si te apetece escuchar el podcast y averiguar, de paso, por qué Fortunata, nuestra cabra galdosiana, devoró esta semana Los hombres son de Marte, las mujeres, de Venus, solo tienes que hacer clic aquí. Ya sabes que, además de La Buena Letra, tienes La Butaca, con Francisco Melo Junior y todo ello en SER Las Palmas de Gran Canaria, a las órdenes de Eva Marrero]


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